A la mañana siguiente, Paula se encontraba sentada ante la mesa de la cocina, sola, cuando el teléfono sonó. Se apresuró a contestar, antes que despertara su tío, puesto que no le gustaba ser molestado antes de las nueve.
—¿Hola?
—¿Paula?
Su corazón dió un vuelco al escuchar la voz de Pedro. ¿Por qué la llamaba a esa hora? Todavía no eran las ocho.
—¿Qué sucede, Pedro? ¿Pasa algo malo?
La risa ligera de él le dió un alivio instantáneo.
—Parece que estás un poco preocupada. Nada salió mal. Todo está bien ahora — aseguró Pedro.
¿Todo estaba bien, porque recuperó la vista, o porque Virginia regresó a su vida?
—¿Por qué llamas, entonces?
—¿Quieres decir que no lo sabes? —preguntó Pedro.
—No tengo idea.
—¡Pequeña mentirosa! Anoche esperé con ansiedad tu llegada, ¿Y qué sucedió? Lo único que recibí fue una caja de dulces de fruta, y el mensaje patético de que no querías molestar al ver que tenía una visita.
Paula se emocionó tanto con el tono coqueto de él para enfadarse con Matías por no cubrirla.
—Tu prometida no es cualquier visitante, Pedro—indicó, con voz temblorosa.
—Mi ex prometida —le recordó él.
—Por lo que escuché que te decía, es probable que eso sea sólo temporal—opinó Paula.
—¡No seas ridícula! Nunca volvería a aceptar a Virginia. No sé quién se creyó ser al pensar que podría regresar a mi vida después de lo sucedido y que la perdonara y olvidara.
—¡Todavía te ama! —exclamó, impresionada por la ira de Pedro. Él emitió un sonido que le hizo recordar los bufidos de Matías. Esto le confirmó su sospecha de que bajo la ira, Pedro quizá todavía amaba a esa mujer—. Parecía muy sincera.
—Mira, vamos a olvidarnos de Virginia—sus palabras lograron que el temor de Paula aumentara—. Preferiría hablar de tí.
—¿Sobre qué? —inquirió Paula.
—¿Cuándo te veré? —Pedro habló con voz seductora, suave y peligrosamente sensual—. Te extrañé anoche, Paula.
Paula tragó saliva de forma convulsiva. ¡Eso no podía sucederle a ella, no podía ser real! Se acercaba demasiado a sus sueños, y a lo que esperó sucediera cuando él recuperara la vista. Su mente giraba en un torbellino, deseaba creer en la emoción que vibró en la voz de Pedro, pero al mismo tiempo, se preocupaba. Lo último que deseaba era que él la buscara como consuelo.
Pedro volvió a hablar, al ver que ella no respondía.
—Mañana temprano salgo del hospital. ¡No puedo esperar! Me muero por volver al trabajo, después de todos esos meses perdidos... pero primero...
—¿Primero? —repitió paula, con el corazón en la boca.
—Primero, tengo que comprar ropa nueva. No tengo nada que me quede, excepto los pantalones cortos. Mati trajo un pantalón y una camisa deportiva para que salga del hospital, pero no puedo vivir sólo con eso. ¿Me acompañarás, Paula, para darme tu experimentado consejo femenino? Matías dice que su gusto por la ropa es tan patético como el mío, y que necesito la opinión de una mujer.
Estaba confundida. ¿Eso era todo lo que Pedro deseaba de ella, que lo ayudara a escoger ropa nueva? Su corazón se entristeció. Sin lugar a dudas, mal interpretó el comportamiento anterior de él, al pensar que coqueteaba. Él estaba de muy buen humor sólo porque sabía que saldría del hospital.
—Me gustaría ir, Pedro, pero mañana tengo que asistir a la universidad y comprar mis libros de texto para el semestre. Si no lo hago, se agotarán.
—¿No podrías ir hoy? —preguntó Pedro—. En verdad quiero que me acompañes.
—Yo... supongo que sí, mas me perdería la visita de esta tarde. Tampoco podré verte esta noche, porque el tío Juan necesita el coche, y no me deja usar el transporte público por la noche.
—Estoy de acuerdo con él —manifestó Pedro—. No te preocupes por las visitas de hoy. Ahora que puedo ver de nuevo, no me siento tan solitario. Mati insistió en alquilarme un televisor.
—¿Dónde quieres que te encuentre el jueves? —preguntó Paula—. ¿En la ciudad, o en el hospital?
—¿Qué te parece si nos encontramos en el vestíbulo del hospital, a las diez y media? Le pediré a Mati que deje mi Rover en el estacionamiento.
Charlaron unos minutos más, sobre ningún tema importante, pero él la hizo reír varias veces. Ese nuevo Pedro relajado la turbaba. De cierta forma, prefería al hombre malhumorado al que estaba acostumbrada, puesto que siempre sabía cómo quedaba ante él... en el papel de una chiquilla y amiga platónica, sin oportunidad para algo más. Ahora, no estaba tan segura.
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