Pedro se quedó perplejo. ¿Qué demonios había pasado?
—No, estoy bien. He parado a comer algo de camino a casa.
Pedro se acercó y acarició uno de sus senos desnudos, pero ella le quitó la mano.
—De acuerdo, mamá. Yo también te quiero.
Paula apagó el teléfono móvil y lo miró.
—¿Has cambiado de idea?
—Sí. Bueno, quiero decir que ahora no es el momento adecuado.
—Está bien. Mi única intención esta noche era pasar un buen rato contigo, no que las cosas llegaran demasiado lejos.
—Ay, Pedro—suspiró Paula.
Aquel suspiro le hacía desear prometerle todas esas cosas que sabía que él nunca podría cumplir. Ella comenzó a abrocharse la blusa y Pedro respiró hondo un par de veces para tranquilizar su excitación. La necesitaba, pero podría esperar.
—¿Quieres postre?
—¿Te importaría llevarme a casa?
—No, en absoluto. ¿Tu madre te llama después del trabajo? —dijo él para distraerse.
Tanto él como Federico hablaban con su madre cada tarde y si alguno no estaba en casa o no contestaba el móvil, el otro tenía que ir a buscarlo.
—Sí, se cree que todavía tengo doce años.
—Mi madre hace lo mismo.
—¿De verdad?
—Sí, se preocupa por sus chicos.
—Eso está muy bien. ¿Cómo es tu madre?
Pedro se percató por su rostro sonrojado de que ella también estaba intentando controlar su excitación.
—Es una mujer muy apasionada, pero de diferente manera que mi padre. Le gusta cocinar, coser y hacer manualidades.
—Parece una mujer estupenda.
—Y lo es. Pero vive en un mundo de fantasía.
—Mi madre tiene los pies en la tierra —dijo ella.
—En la vida real, ¿Es como aparenta en su programa?
—Sí, es exactamente igual. Pero con mi hermano y conmigo es más cálida. Perdona que no te mencionara cuando hablé con ella, pero es que me hubiera hecho todo tipo de preguntas e incluso habría querido hablar contigo.
—¿Tan malo habría sido?
—Sí. Te hubiera hecho todo tipo de preguntas y después te habría contado todos mis defectos para que no te llevaras ninguna sorpresa.
—¿De veras? —preguntó él acercándose—. ¿Cuáles son los defectos de Paula?
—Aparte de soñar con el hombre perfecto...
—Aparte de eso.
—Creo que cocinar no debería llevar más de treinta minutos, me encantan los zapatos y no me importa que no combinen con la ropa que llevo puesta. Y nunca me pondría un tanga por mucho que un hombre insistiera.
Pedro ladeó la cabeza pensativo. Le gustaría verla con un tanga, pero tampoco le era imprescindible.
—Yo pienso que las comidas son momentos de diversión que se disfrutan más con una mujer bonita al lado. Me gusta probar cosas nuevas y tampoco me pondría un tanga.
Paula rompió a reír y se acercó a él. Él la rodeó con sus brazos y dejó que el sonido de sus carcajadas llenase el vacío de su alma.
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