sábado, 4 de febrero de 2017

Novio Por Conveniencia: Capítulo 36

—Si no sabes la respuesta, no voy a ser yo el que te responda —dijo él indignado y abrió la puerta.

Claro que sabía la respuesta.

—Lo siento...

—Vamos a enfrentarnos a la jauría cuanto antes —dijo él, con un gesto que no simulaba, en nada, al de un adorado esposo.

—Los dos tenemos que actuar, Pedro, no lo olvides —y salió delante.

Bajaron las escaleras que conducían el salón en que tenía lugar la fiesta.

—Finge que estamos locamente enamorados, Paula.

Fingir. ¿Fingir qué, si lo amaba? Lo amaba. Aquel reconocimiento la tomó por sorpresa y removió los cimientos de su vida. «Me he enamorado de mi marido», pensó. «Estoy enamorada, enamorada de Pedro». Su corazón se llenó de un extraño e inexplicable gozo y una sonrisa complacida apareció en su rostro. Al verlos entrar, la orquesta comenzó a tocar la marcha nupcial y los elegantes invitados aplaudieron. Su padre los estaba esperando al pie de las escaleras. Al llegar, Paula lo besó cariñosamente en la mejilla.

—Te concedo el segundo baile, padre. El primero es para mi esposo.

Pedro la condujo hasta la pista de baile, la abrazó con fuerza y la miró con pasión. El baile se inició al ritmo que marcaban los músicos. Paula habría deseado que aquel baile no acabara nunca. Pero acabó.

 Minutos después, Paula ya estaba bailando con Miguel. Luego fue su hermano, el marido de Luciana y, finalmente, Diego, el amigo de Pedro.

—Pedro parece realmente enamorado de tí. Nunca pensé que lo vería de ese modo —comentó.

Paula cambió de tema.

—¿Cómo era su padre? —le preguntó.

—Cuanto menos se hable de él, mejor.

—Eso es exactamente lo que hace Pedro —respondió ella con la voz dolida.

Diego perdió el ritmo, como si el tema lo afectara más de lo quería demostrar.

—Horacio Alfonso era un hombre peligroso cuando estaba bebido. Pedro tuvo que responsabilizarse de su hermana y de su vida cuando era demasiado pequeño. Su padre no tenía ningún problema en usar los puños cuando perdía los nervios.

Paula continuó interrogándolo.

—¿Y dónde encajas tú en todo eso?

—Lo ayudé cuando lo necesitó.

 —¿Cómo?

—Eres persistente.

 —Estoy casada con Pedro, Diego.

—Entonces, pregúntaselo a él.

—¿Es esto un caso de solidaridad masculina?

—Tienen  toda la vida por delante, Paula—dijo.

No, eso no era verdad. El foxtrot terminó.

—Quizás, Pedro no sea un hombre fácil, pero es sincero y honesto. ¿Comemos algo?

Se dirigieron a la mesa donde estaba la comida y la bebida.Paula recibió un sinfín de enhorabuenas. La fiesta estaba siendo un verdadero éxito. Había llegado el momento de retocarse el maquillaje. Se dirigió hacia los servicios situados en la planta inferior, pero, antes de llegar, se tropezó con Pablo Coates. Su padre y el de ella eran viejos colegas de negocios. La invitación había sido inevitable.

—Hola, Pau—dijo en un tono amenazante—. Ya veo que has hecho un buen negocio casándote con ese hombre. Por eso no te interesaba yo, ¿Verdad?

—Tú sabes por qué no me interesas, Pablo.

—Vamos, Paula —Pablo la agarró del brazo con fuerza y trató de besarla en la boca. Ella apartó la cara.

—¡Déjame en paz!
—No he pensado ni por un momento que lo hubieras hecho. No es tu estilo.

—¿Me crees?

—¡Pues claro que te creo!

Paula lo miró perpleja.

—No lograré entenderte aunque viva cien años.

—Nos divorciaremos mucho antes —dijo él—. Vamos, tu padre espera.

Su respuesta fue como una nueva bofetada. Estaba claro que no sentía nada por ella. Por eso, nunca podría confesarle su amor.



 En ese momento, una voz grave intervino.

—¡Suelta a mi mujer! —dijo Pedro.

Pablo se apartó de ella y retrocedió.

—Solo quería un beso en recuerdo de tiempos pasados. No te engañes, lo único que le interesa de tí es tu dinero.

Pedro lanzó un puñetazo que le pasó rozando la cara, pero no llegó a tocarlo.

—Si vuelves a acercarte a ella, no me responsabilizo de lo que te ocurra —lo agarró de las solapas—. Sé lo que le hiciste a Paula hace cuatro años. Con una sola llamada de teléfono, arruinaría tu reputación y no podrías volver a esta ciudad.

Pedro lo soltó, se volvió hacia Paula. La sujetó por la cintura en un gesto protector.

—He venido a buscarte, porque tu padre va a dar un discurso.

Se alejaron de Pablo.

—Pepe —dijo ella—. Yo no he provocado para nada esta situación.

El discurso de su padre fue breve pero significativo. La respuesta de Pedro fue igualmente efectiva y pareció sinceramente enamorado de Paula por las cosas que dijo. Habría sido un gran actor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario