-Bailemos.
-Ya he prometido este baile.
Pedro la contempló deslizarse al compás de la música en brazos de uno de sus tíos, un señor bastante mayor. Cuando la pieza hubo concluido, volvió a acercarse a ella.
-Este sí que es mío -dijo al tiempo que le tomaba la mano.
-No me apetece bailar -dijo ella tratando inútilmente de retirar la mano.
Pietro le rodeó la cintura con tanta firmeza que Paula no tuvo más alternativa que bailar con él.
-¿Quién demonios eres tú para comportarte como un déspota? -disparó, furiosa.
Pedro esbozó una sonrisa lobuna.
-Soy Pedro Alfonso. Un hombre que describiste como implacable y adicto al poder. Un hombre al que una mujer resuelta decidió someter y utilizar para sus propios fines.
-Nunca dije eso.
-Dijiste muchas cosas con el mismo significado. ¿Entonces por qué te sorprendes si me muestro tal como me describiste?
-De acuerdo, diviértete mientras puedas. Mañana tomaré el primer avión de vuelta a casa.
-Me parece que no podrá ser. No olvides que tienes un contrato con Leonate.
-Nunca firmé un contrato.
-Pero firmaste uno con Curtis que expira en el plazo de un año. Curtis pertenece ahora a la firma Leonate, lo que significa que estarás a mi disposición durante el próximo año. Lo que suceda ahora depende de mí. Te advierto que si te marchas no podrás trabajar en ninguna otra empresa. Te sorprendería saber hasta dónde pueden llegar mis tentáculos. Dime, ¿No es ésa la forma de actuar de un hombre implacable y adicto al poder?
-Exactamente como había imaginado. Y ahora déjame marchar.
-No hasta que entres en razón -dijo con aspereza-. Admito que no me he portado bien, pero no lo planifiqué. Casi todo ocurrió por accidente.
-No me digas -se mofó Paula.
-Las cosas se me fueron de las manos, y cuando te calmes, te explicaré...
-No vas a explicar nada, porque no quiero escucharte. Y ahora, suéltame.
-Paula, por favor.
-He dicho que me dejes ir.
Lucas observaba a Paula y a su hermano con sentimientos encontrados. La joven le había causado un fuerte impacto aunque la acabara de conocer. Y deseaba conocerla mejor. Incluso las esperanzas de su madre no le parecían tan disparatadas. ¡Y había tenido que ocurrir ese encuentro entre Pedro y Paula! Porque no podía engañarse a sí mismo. En el rostro de su hermano había visto emociones que jamás hubiera creído posibles. No les quitaba ojo de encima, vigilando cada gesto de la pareja. Al ver que ella se libraba con gran esfuerzo de los brazos de Pedro, se acercó rápidamente.
-¿Por qué no nos vamos? Seguro que la Mamma nos dispensará -dijo al tiempo que hacía una señal de despedida a su madre.
Graciela, radiante, le envió un beso con la mano.
-Paula, no puedes marcharte así -intervino Pedro, ciego de ira.
-¿Y quién lo dice? ¿Te atreves a darme órdenes? ¿Sólo porque me has tenido bailando a tu son piensas que siempre será así? Se acabó. Busca a tu próxima víctima y ahora apártate de mi camino.
Por un segundo, ella pensó que Pietro se iba a negar, pero repentinamente se calmó y la miró desolado.
-Vete, entonces.
Ella se apresuró a salir del brazo de Lucas. Media hora más tarde estaban sentados en un pequeño restaurante junto al mar. Lucas pidió espaguetis con almejas y no le permitió hablar hasta que los hubiera probado.
-Gracias. Ahora me siento mucho mejor -comentó Paula, con un suspiro de placer.
-Me sentiré recompensado si me cuentas toda la historia. ¿Qué hizo el bastardo de mi hermano? Porque tú lo conocías, ¿no es así? -preguntó con suavidad.
-Sí, nos conocimos en Inglaterra.
-¿Y no te dijo que era Pedro Alfonso?
-No, se presentó como Horacio Gonzalez. Ahora sé que es el nombre de su padre y que es italiano por parte de madre. Tu madre me lo contó.
-A veces utiliza el apellido Gonzalez en sus negocios...
-Esta vez no se trataba de negocios.
Lucas no la presionó más y, gradualmente, ella comenzó a hablar. No le contó detalles, pero sabía interpretar los silencios. Cuando ella hubo concluido, se quedó atónito. Su hermano, ejemplo de sensatez y de una absoluta y aburrida probidad, no sólo había llevado una doble vida sino que además se las había arreglado para vivir una relación clandestina con su propia amante. Porque, ¿De qué otra manera podría describirse esa insólita situación? De hecho, Pedro se había comportado vergonzosamente. ¡Lucas se sintió orgulloso de él!
-Y ahora todo lo que deseo es regresar a Inglaterra y no verlo nunca más en la vida -dijo ella amargamente-. Sin embargo, he firmado un contrato y él dice que me obligará a cumplirlo.
-Desde luego que no te irás a casa -dijo Lucas de inmediato-. Te quedarás aquí y harás que se arrepienta por lo que hizo.
-Tienes razón.
-Vas a vengarte de él y yo te ayudaré.
Ella le sonrió.
-¿Y cómo?
-Ya te lo diré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario