-La aprobará. -¿Así de simple? -¿Por qué no? Es el siguiente paso lógico. Tú no lo previste porque careces de la visión adecuada, pero aprenderás.
-¿Una visión adecuada para la empresa Leonate?
-No, para cualquier negocio de éxito. Todavía piensas en transacciones a pequeña escala y eso no es útil con vistas a un conglomerado internacional.
-¿Cómo sería posible manejarme en términos «internacionales» si todavía no puedo conocer al gran jefe?
-¿Todavía sigues obsesionada con él?
-Lo sabías desde el principio y nada ha cambiado.
-¿Y qué ocurre con tu trato humanitario al personal de Hadson's?
-Fue una equivocación. No supe manejar la situación. En cambio tú sí que comprendiste bien al señor Jakes.
-Así que después de todo puede que no sea un tipo sólo «datos y cifras», como me acusaste -dijo medio en broma.
-¿Dije eso? No lo recuerdo.
-Estás rendida. Has conducido mucho y mañana nos espera una jornada intensa. Cuando acabemos la cena nos iremos a dormir.
Pese al cansancio, a Paula le costó conciliar el sueño. Se mantuvo largo rato pendiente de los movimientos de Pedro al otro lado de la delgada pared. Estaba claro que él tampoco podía dormir. La joven se preguntó qué estaría pensando y por qué estaría tan inquieto como ella. Tras una visita bastante productiva a la otra empresa, se marcharon a Londres por la tarde temprano.
-Hemos hecho un buen trabajo. ¿Qué te parece si lo celebramos esta noche? -sugirió Pedro.
Paula respondió con un suspiro de deleite. A media tarde, él la dejó en su casa.
-Iremos al Diamond Parrot -informó. Era la sala de fiestas más moderna y elegante de Londres-. ¿Tienes un vestido negro?
-Creo que sí -respondió con cautela, a sabiendas de que no lo tenía.
Pedro lo comprendió perfectamente.
-Bueno, tómate el resto de la tarde libre para asegurarte.
Horas después, se puso el vestido negro de seda que había comprado. Era decididamente seductor y se ajustaba perfectamente a las caderas de la joven.
Nada más verla, Pedro hizo un gesto de asentimiento.
-Justo lo que imaginaba cuando compré esto -observó satisfecho mientras le entregaba una caja de terciopelo negro que contenía un colgante de diamantes y pendientes a juego-. Un premio por un trabajo bien hecho.
-¿Es un obsequio de tu empresa?
-Por supuesto. Acostumbramos a mimar a nuestros colaboradores más valiosos comentó mientras Paula se ponía los pendientes.
Luego se volvió para que él le abrochara el colgante. El largo cuello, blanco y perfecto, era una invitación que Pietro no debía aceptar. Intentó cerrar el broche sin tocarla y se apartó de inmediato para evitar besarle la nuca.
-Ya está. Y ahora nos vamos -dijo con la esperanza de que no le temblara la voz.
Ella se volvió con el ceño ligeramente fruncido, como sorprendida. Pedro volvió la cara por temor a traicionarse. Ella nunca debía adivinar la verdad; no hasta que él estuviera preparado para hablarle. Entonces ambos reirían juntos. Y ese momento sería muy dulce. Pero no había que precipitarse, a riesgo de estropearlo todo. Pedro aún no sabía claramente qué podría significar «todo», aunque no ignoraba que debía cuidar cada palabra, cada paso que diera en adelante. Si hubiese sido una relación convencional, la habría estrechado entre sus brazos antes de besarla apasionadamente. De pronto, no le pareció una buena idea haberla invitado. Ella se sentaría a su lado, hermosa y radiante, y él tendría que guardar la calma. Al llegar, descubrieron que el Diamond Parrot había decidido prolongar una semana los festejos del Día de San Valentín, así que el ambiente estaba muy animado. Un camarero los condujo a una mesa junto a la pista de baile.
Segura de haberlo impresionado, Paula se sentía radiante, aunque todavía desconcertada por la manera impersonal con que había cerrado el broche de la joya. Había esperado una caricia de sus dedos en la nuca, como lo habría hecho cualquier otro hombre.
Muy buenos capítulos!!! Pobre Pedro! Más tarde diga la verdad más va a costar que Paula lo tome bien!
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