jueves, 2 de febrero de 2017

Novio Por Conveniencia: Capítulo 32

Poco a poco Paula volvió a presente y sintió en dulce peso de Pedro sobre su cuerpo. Le acarició la espalda con suavidad.

—No me esperaba que pudiera llegar a ser tan... Ni siquiera hay palabras para describirlo. Pero gracias.

Pedro levantó el rostro. Ella nunca había visto su mirada tan abierta y sincera.

—No esperaba que fueras virgen.

—Pues lo era —le besó la barbilla.

Pedro parecía haberse quedado sin palabras.

—No sé cómo decir lo que pienso... —dijo él—. Me halaga que confiaras en mí para deshacer el mal que había hecho Pablo.

Paula sintió un escalofrío al oír aquel nombre y se sintió perturbada.

—Debo de haberte parecido una patosa inexperta...

—¡No digas bobadas! No es eso lo que quería decir —se pasó la mano por el pelo y su limpia mirada se oscureció—. Te vas a enfriar y no creo que te encuentres precisamente bien en el suelo.

Paula se había olvidado, incluso, de dónde estaba. Su ropa estaba esparcida por todo el suelo. Las recogió y se puso de pie, ocultándose el rostro con el pelo, para que él no pudiera verla. Se vistió rápidamente. No tenía ni idea de lo que pensaba o sentía Pedro en aquel instante. ¿Le había gustado hacer el amor con ella o, sencillamente, se había aburrido? ¿Cómo se había desvanecido la magia tan rápidamente? Él se levantó y se puso los pantalones, pero no se atrevió a mirarlo. En aquella última media hora, había aprendido algo fundamental: el riesgo de esquiar o de pilotar una avioneta no era nada comparado con la sinceridad emocional, un peligro que no estaba preparada para asumir. Pensó una vez más en otra posible mujer. Pedro no podía tener una amante. ¿O sí? Se abotonó la camisa que él le había desabrochado momentos atrás. Se sentía como si hubiese caído del cielo a la tierra en cuestión de segundos. No iba a llorar, a pesar de la sensación de desamparo que sentía. Tenía que actuar, tal y como lo había estado haciendo.

—Mi padre se estará preguntando dónde estoy. Había venido por unas fotos nada más.

—Fue él quien me dijo que estabas aquí. ¿Por qué tienes tanta prisa por irte?

Era tan alto, tan intimidante.

—Me está esperando. ¿Quieres que se imagine lo que estábamos haciendo?

—¿Te avergüenzas?

—¿Debería avergonzarme?

—Lo siento, no debería....

No podía soportar la idea de que le dijera que no debía de haberle hecho el amor. Paula pensaba que se había ruborizado y prefirió salir de allí cuanto antes. Pedro la siguió. Se dirigieron al estudio, donde estaba Miguel.

—¡Aquí estás! —le dijo al verla entrar—. ¿Has tenido suerte? ¿Has encontrado algo?

Había dejado las fotos en el suelo de la buhardilla.

—Sí —respondió ella nerviosa—. Siento haber tardado tanto.

—No te preocupes. Me imagino que ya tienes todo preparado para ir a Nueva York.

Pedro  intervino.

—Me marcho a Manhattan después de comer, Pau. Ha surgido un asunto que debo tratar personalmente.

¿Sería ese asunto su amante? La luna de miel había concluido demasiado bruscamente.

—Papá, yo me quedo aquí contigo.

Miguel no aceptó la idea.

 —La obligación de una mujer es estar junto a su esposo.

—Eso es un concepto medieval, padre —protestó ella.

—Tienen que fijar su residencia en Manhattan —insistió Miguel—. No es buena idea empezar el matrimonio con domicilios separados.

Paula sintió un ataque de desesperación.

—Pero yo quiero estar contigo el tiempo que te quede —dijo, sin poder evitar un nudo en la garganta—. Pedro y yo tenemos toda la vida para estar juntos.

—No pienso discutir más —dijo Miguel.

 Paula sabía que, cuando las cosas llegaban a ese punto, no había nada que pudiera hacer.

—De acuerdo, pero volveré el viernes.

—Bien —dijo Miguel—. Martín ha organizado una fiesta para el fin de semana. Una celebración de su boda para mis viejos amigos. Ya sabes, una orquesta aburrida y un montón de viejos.

Miguel Chaves estaba bromeando de nuevo. Sin duda, estaba felíz y eso lo había logrado ella.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos!!! Ojalá se animen a decirse lo que sienten!

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