martes, 14 de febrero de 2017

Juegos Peligrosos: Capítulo 12

-¿Al final? ¿Eres viuda?

-Oh, no. David todavía está vivo. Unas cuantas veces estuvo al borde de un súbito final, pero resistí la tentación.

-Se impuso la mejor parte de ti misma.

-No existe en mí una mejor parte -afirmó alegremente-. Simplemente no valía la pena. Con la suerte que tengo, seguro que me habrían descubierto, así que le perdoné la vida.

Cuando terminó de hablar, se encogió de hombros como si el asunto fuera demasiado trivial para continuar hablando de ello, aunque Pedro intuyó que allí había todo un mundo esperando que alguien lo descubriera.

-Presumo que no merece vivir.

-No quiero ser injusta. Realmente no era el monstruo que yo percibía. Me dije a mí misma que el amor podía solucionarlo todo y luego lo culpé cuando la relación fracasó. Nos casamos demasiado jóvenes. Él tenía veintiún años y yo dieciocho. Supongo que ambos cambiamos con el tiempo, o tal vez descubrimos quienes éramos realmente.

-No creo que siempre hubieras sido así. Eres el resultado de lo que él te hizo.

-Me enseñó muchas cosas; entre ellas, el valor del egoísmo absoluto. Es la única forma de progresar. Hay que fijarse un objetivo y avanzar directamente hacia él.

Pedro a menudo se había dicho aquello a sí mismo. Pero no podía soportar que ella se hiciera eco de su propia crueldad.

-No hables así -dijo mientras le tapaba la boca con un dedo.

-Tienes razón -Paula movió los labios bajo el dedo-. Es demasiado revelador, ¿Verdad? Frente a los demás tendré que presentarme con mi cara más amable. Afortunadamente no tengo que fingir ante tí. Podemos ser sinceros el uno con el otro. ¿Qué pasa? -preguntó al notar su repentina inquietud.

-Nada -contestó rápidamente-. El camarero quiere traernos el segundo plato.

La mención de la palabra sinceridad recordó a Pedro  que no estaba jugando limpio, aunque al mismo tiempo lo invadió la estimulante sensación de haber encontrado una nueva forma de sinceridad. Había bajado las defensas como nunca en su vida y su corazón estaba abierto a Paula. ¿No era eso lo que Graciela intentaba decirle todo el tiempo?

-Así que tu marido te enseñó las grandes virtudes del egoísmo.

-Debo decir que aprendí con rapidez.

A Pedro le dolió que se difamara a sí misma, aunque le pareció que utilizaba esa actitud como un escudo contra el mundo.

 -¿Y quisiste tener hijos? Ella tardó en responder.

-Yo quería tener hijos suyos. Antes de casarme con David, no sentía en mí el instinto maternal. Pero con él cambié de idea. Lo que más deseaba en el mundo era ser su esposa y madre de sus hijos. Pero para David nunca llegaba el momento adecuado. Alegaba que éramos demasiado jóvenes y que primero había que hacer otras cosas. Y yo accedí a todos sus deseos. Me pareció que era lo justo a cambio de su amor.

-Pero no te amaba -comentó Pedro, con suavidad.

-Es cierto -murmuró con la mirada perdida pensando en el hombre que había amado con tanta intensidad-. Yo fui útil para él durante un tiempo. Solía llevar ropa muy cara porque tenía que dar una buena impresión en su trabajo. Y yo compraba mi ropa en tiendas económicas porque, ¿a quién le importaba mi aspecto?

-¿A él no?

-Deberías haberlo oído. Se expresaba muy bien. «Querida, no importa como te vistas. Para mí siempre estás hermosa». ¿Qué sucede?

Pedro se había tapado los ojos con las manos.

-No puedo soportarlo -dijo, angustiado-. Qué historia tan mezquina. Pensé que estaba muerta y sepultada hacía mucho tiempo.

-Bueno, ha surgido de la tumba -contestó ella con aspereza-. La verdad es que David me tenía hipnotizada. Si un hombre es tan increíblemente atractivo como él, es imposible creer que no sea más que un pobre tipo -añadió al tiempo que miraba pensativamente su copa, como si intentara tomar una decisión.

Estaba a punto de contar su más penoso secreto a un hombre que sólo conocía del día anterior. Aunque su instinto le decía que era un amigo y que podía confiar en él.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulosn!!! Cuando Paula se entere de quién es en realidad!

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