Tras dos días de ausencia, Pedro se presentó en su despacho sin avisar.
-¿Preparando las cosas para marcharte? -preguntó al ver que Paula ordenaba su mesa de trabajo.
-Sí, la signora Pattino y yo saldremos mañana. Me hace mucha ilusión este viaje -intentó responder con normalidad.
No quería que él notara cómo la afectaba su presencia.
-Enrique me ha dicho que ya te desenvuelves muy bien.
-Se ha formado una buena opinión de mí. Y eso te lo debo a tí.
-Me limité a decirle lo que pensaba. Tienes un considerable talento ejecutivo.
-¿Lo hiciste a pesar de tu odio?
-No te odio, Paula, y espero que tú tampoco. Hiciste lo que debías y yo tendría que haberlo comprendido. Nos habría ahorrado muchos sufrimientos -dijo con pesadumbre.
Un dolor que a ella le llegó al corazón. Pero él no quería su corazón. Aún se mantenía obstinadamente inflexible.
-¿Te refieres a Lucas?
-Ahora ya no importa, aunque debiste haberme advertido que estaba en tu dormitorio.
-Le pedí que desapareciera de la vista mientras yo te despedía. Pensé que tardaría diez segundos.
-Pero no lo hiciste.
-Me enfadé contigo y olvidé a Lucas por completo. Aunque te aseguro que sólo me ayudaba a hacer las maletas.
-¿Y también te ayudó a desvestirte?
-Verás, era un traje alquilado y tenía que devolverlo. Entonces me puse ropa cómoda, como pudiste ver -explicó con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada desafiante-. Con un suéter y pantalones no se puede seducir a nadie. Y ahora me voy.
Pedro la detuvo con una mano en el brazo.
-Quiero que sepas que no fue mi intención arrojarte sobre la cama. Fue un accidente.
Ella rió sin convicción.
-Lo sé. No eres un cavernícola. Por lo demás, ya pasó. Asunto terminado.
-Sí, asunto terminado, como dices. Aunque preferiría que no vivieras con Lucas.
-He pensado en cambiarme de piso; pero tal vez más tarde, cuando conozca mejor la ciudad.
-Tengo amigos en el sector inmobiliario y...
-Pedro, déjalo. No puedes organizar mi vida.
-Tienes razón. Pedro Alfonso a veces sabe cuándo tiene que admitir su derrota. Adiós, signorina Chaves. Mucho éxito en tu carrera.
Tras un leve y desanimado toque de sus labios en la mejilla de la joven, se marchó.
La signora Pattino y Paula fueron a visitar las fábricas de Leonate Europa en el sur de Italia. Desde que se conocieron habían simpatizado de inmediato y esos días se llevaron muy bien. La secretaria quedó impresionada ante la eficacia profesional que Paula demostró durante la semana que duró el viaje.
La joven pensó que pronto tendría todo lo que había deseado, aunque deseaba algo más. Y lo había perdido. Sin embargo, su ánimo mejoró en el trayecto de vuelta a Nápoles. No podía olvidar el último encuentro y la tristeza que había percibido en Pedro, a pesar de su actitud distante. Trabajaban en el mismo edificio. Tendría innumerables oportunidades de hablar con él y tras la conversación, al fin podrían comprenderse y perdonarse mutuamente. Aún había un futuro para ellos. Cuando llegaron a Nápoles, se sentía casi feliz y llena de confianza en sí misma. Enrique la recibió con júbilo.
-He recibido informes estupendos sobre tí. Todo el mundo opina que eres maravillosa -dijo en italiano.
-Todos fueron muy amables conmigo -contestó en el mismo idioma.
-Pedro tenía razón al hablar tan bien de tí. Si pudiera estar aquí para presenciar tu triunfo... Se lo diré la próxima vez que lo llame a Inglaterra.
-¿Inglaterra?
-Sí, tuvo que regresar apresuradamente porque Cesar dice que no puede seguir al mando de la empresa. Quedó muy afectado a causa del desfalco de Banyon. Así que Pedro tendrá que hacerse cargo de la firma hasta que encuentre un sustituto a tiempo completo. Me temo que tendrá que permanecer un buen tiempo en Londres.
Paula a menudo pensaba que Pedro se sorprendería si la viera en casa con Lucas, que la trataba como un buen hermano. A veces solía llevarla a la villa a cenar con la familia. Graciela le prodigaba una tierna consideración, en gran parte con el propósito del estimular el romance con su hijo. Se sentía ligeramente incómoda, aunque Lucas parecía imperturbable.
Una noche, mientras cenaban en la villa, sonó el teléfono y Graciela atendió la llamada. A pesar de la rapidez con que hablaba, Paula supo que era Pedro y que no regresaría pronto. Graciela colgó el teléfono con un suspiro.
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