Antes de que alguien pudiera replicar, a lo lejos se produjo un ruido sordo. Todos los ojos se volvieron a las ventanas. Cuando el ruido se volvió a repetir, los invitados se pusieron de pie y salieron a la terraza. Del Vesubio se desprendía un delgado penacho de humo que se elevó por el aire y luego desapareció.
-¿Va a entrar en erupción? -preguntó Alejandra, alterada.
-No, este fenómeno se produce a menudo -la tranquilizó Graciela-. No significa nada.
-Sí que significa algo. Quiere decir que alguien ha dicho una mentira piadosa - sentenció el abuelo mientras sus ojos se detenían en Paula-. O tal vez no tan piadosa.
-Puede que esa persona hablara muy en serio -Paula intentó tomar a la risa el incidente.
En ese mismo instante, el Vesubio gruñó desde sus entrañas y lanzó otro penacho de humo. Todo el mundo se echó a reír con la mirada puesta en Paula. La cena casi había concluido y nadie volvió a la mesa. Al ver tan contentos a sus padres, ella se relajó un poco.
-¿Quieres que vuelva a llenar tu copa? -preguntó Pedro, que apareció repentinamente junto a ella.
-No, ya es suficiente, gracias. Pedro se la quitó de las manos y la dejó a un lado.
-Tienes muy buen aspecto.
-Y tú también. ¿Te quedarás definitivamente?
-No, unos días solamente. Tengo que regresar a Londres para poner en marcha la nueva organización de la empresa.
-¿Cómo está Cesar?
-Disfrutando de su jubilación. La noche de su última jornada laboral nos fuimos de juerga.
-¿De juerga tú?
-Solía hacerlo cuando era más joven.
-Me cuesta imaginarlo en un hombre tan metódico y organizado.
Pedro dejó escapar una breve risa desanimada.
-Acabas de describir a mi hermano, no a mí. Lucas es el que suele planificarlo todo según su conveniencia.
-No he detectado ese rasgo en él.
-No, porque contigo es diferente, se lo concedo. Pero si cometes el error de casarte con mi hermano, no tardarás en descubrirlo.
-Entonces son muy parecidos. Por eso será que siempre están enfrentados.
-No soy tan malo como piensas.
-Permíteme una pregunta: ¿Cómo lograste que Cesar guardara silencio respecto a tu verdadera identidad? ¿No habrás doblado el importe de su jubilación?
-No tanto como eso -respondió, a su pesar.
-Así que lo sobornaste. Mira, tú sólo tienes dos formas de tratar a las personas. O los engañas, o los sobornas. ¿Por qué no intentas acercarte a la gente con honestidad? ¿O no sabes cómo hacerlo?
-Paula, por favor.
-De acuerdo. He terminado. No se hable más del asunto.
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