-¿Me está esperando?
-No he visto a la señorita Chaves en toda la tarde, así que no sabría decírtelo - contestó Pedro, en tono glacial.
-De repente todo se ha vuelto muy formal. Bueno, es lo que mereces. ¿Nadie te ha dicho que normalmente uno se presenta a una mujer con su verdadero nombre desde el principio? Te diré que es una costumbre que las pone de buen humor.
-¿Te lo ha dicho ella?
-No fue necesario. En la fiesta de anoche quedó muy claro lo que habías hecho.
-Y supongo que aprovechaste la ocasión para jugarme una mala pasada. Lo estabas esperando.
-No me culpes, porque soy inocente.
-¿Entonces debo pensar que ella se encontraba en la villa por casualidad?
-Desde luego. ¡No seas idiota! Tarde o temprano tenía que suceder. No debiste haberla dejado sola.
-Pensaba estar fuera sólo un día, pero las cosas se complicaron en Londres -replicó, con los dientes apretados.
-Siempre sucede. Me pregunto qué fue del hombre que lo planeaba todo hasta el último detalle, sin dejar nada al azar.
-Disfrutas con esto, ¿Verdad?
-El asunto tiene su encanto. Te servirá de lección por hacer el tonto, tú que eres tan chapado a la antigua. Aunque anoche te liberaste. Nunca habría esperado que un hombre como tú llevara a una dama en brazos a la cama. Siento haberte estropeado la fiesta.
En un instante, Lucas se vió contra la pared con la mano de su hermano en la garganta.
-Una palabra más y no seré responsable de mis actos.
-Oye, cálmate. Está bien, dejémoslo -murmuró y Pedro retiró la mano-. Otro aspecto de tí que no me esperaba -añadió mientras se frotaba la garganta.
-Te lo advierto, Lucas. Ella no es para tí.
-¿No es ella quien tiene que decidirlo?
-Aléjate de Paula.
-No será fácil ya que vivimos juntos.
-No te engañes. Se fue contigo sólo para vengarse de mí. Tú no le interesas.
-Estás muy seguro, ¿No es así? -replicó Lucas mirándolo desafiante.
-Vete al infierno.
-Iré a cualquier parte si puedo llevarla conmigo. Vaya, ahí viene.
Lucas se adelantó a saludar a Paula con un beso en la mejilla, gesto que Pedro no vió porque en ese momento entraba en su coche. En breves instantes, salió del estacionamiento.
Mientras Lucas conducía a casa, de pronto se volvió a Paula.
-¿Te hizo pasar un mal rato, pidiéndote explicaciones y cosas por el estilo?
-En absoluto. En toda la tarde apenas me dirigió la palabra.
-Muy bien. No le des ninguna explicación. Lo que haces no es asunto suyo.
-Lo sé, pero es como si lo engañara.
-No es un engaño. Sólo se trata de despistarlo. Seamos sinceros, así es cómo se han comunicado hasta ahora.
-No deja de ser cierto -repuso ella, con una risa irónica.
Lucas vivía en un bloque de apartamentos recién construido en la periferia, al sur de Nápoles. En el piso, todo era moderno y reluciente. Había dos dormitorios con camas dobles y grandes armarios. La amplia cocina estaba equipada con todo tipo de electrodomésticos de última generación. Cuando Paula colgaba su ropa en el armario, Lucas llamó a la puerta del dormitorio.
-Te espera una taza de té.
-Gracias dijo con verdadero agrado-. Me ofrecería a preparar la cena, pero confieso que no sé manejarme en tu cocina -comentó mientras tomaban la infusión.
-Déjalo para otra ocasión. Por lo que veo tienes mucho que leer -dijo mientras señalaba un montón de documentos que ella había llevado de la oficina.
-Voy a tener que emplearme a fondo porque todo está en italiano y, como sabes, aún estoy aprendiendo.
-Si necesitas ayuda, no tienes más que pedírmela.
Lucas se puso a cocinar, negándose a que ella lo ayudara, y tampoco permitió que lavara los platos tras la excelente cena. Tras varias horas dedicadas a la revisión de archivos y con su ayuda en la traducción de términos difíciles, Paula empezó a sentir que todo era más fácil. Por la noche, acabó su estudio con una extraña sensación de contento y seguridad. Él le preparó una taza de chocolate y luego se despidió en la puerta de la habitación de la joven.
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