-De la zona norte de Londres. Es probable que uno de estos días me dé una vuelta por allí. Mi padre falleció hace muchos años, pero todavía me quedan algunos familiares y quiero visitarlos.
-¿Y cómo es que vive en Italia?
-La verdad es que voy y vengo. Tengo familia allí y en ambos países me siento como en casa, aunque Italia es más cálida, especialmente Nápoles.
-Nápoles... un nombre tan sugerente...
-Nápoles... pilluelos corriendo por callejuelas empedradas. No me diga que es una enamorada de los mitos románticos.
-No -replicó con rapidez-. Los mitos sencillamente entorpecen la realidad.
-Puede que estemos demasiado inmersos en la realidad -murmuró-. Espero que pronto pueda viajar a Nápoles.
-Ojalá fuera posible -suspiró ella.
-Si desea lograr algo en la nueva empresa tiene que familiarizarse con todo lo que es italiano; tal vez podría empezar por aprender el idioma.
Ella replicó de inmediato con un breve discurso en un italiano bastante bueno. Pietro se quedó impresionado.
-Eso está muy bien. Se ve que ha trabajado.
-Sí, desde que supe que su empresa iba a ser importante para nosotros. A partir de ese momento, quise ser la primera en negociar con ellos.
La intensidad de su voz y el brillo de sus ojos impactaron a Pedro.
-Me parece que Leonate debería andarse con cuidado -comentó sonriendo-. Antes de darse cuenta, usted ya se habrá hecho con el negocio. Tal vez debería advertirles, porque no sé si sería prudente contratarla.
-Todo es cuestión de actuar con acierto y convencer al hombre adecuado si quiero lograr mi objetivo.
-¿Y quién es el hombre adecuado?
Paula respiró a fondo.
-Pedro Alfonso.
-¿Quién? -preguntó sobresaltado.
-Pedro Alfonso. Hasta yo sé que es el mandamás de Leonate Europa.
-Pero usted lo odia. No olvide que ayer lo más amable que dijo sobre él fue: «Al diablo con Pedro Alfonso».
-No fueron más que palabras -explicó con impaciencia-. Ahora hablamos de negocios serios. Aunque para mí será más difícil ya que no se encuentra aquí. Me imagino que no se molestó en venir a Inglaterra porque no somos lo suficientemente importantes como para merecer una atención personal.
-Veo que no hace nada por complacer a mi ego -se quejó.
-No quise decir...
-Sea valiente y admítalo. Considera que han enviado a un subalterno de poca monta como yo en vista de que el señor Alfonso no tiene tiempo de visitar su adquisición inglesa.
-En absoluto. Lo envió porque usted es inglés y por tanto capaz de comprender cómo se mueve esta empresa.
-Gracias, aunque está claro que no siente lo que dice -replicó sonriendo.
Aunque Paula se echó a reír, no lo negó.
-No llegaría demasiado lejos si ahora intento impresionarlo. Ya es demasiado tarde. Usted ya conoce lo peor de mí. Pero él no. No se lo dirá, ¿Verdad?
-No diré nada, a menos que él me pregunte directamente sobre usted. Aunque estoy seguro de que no lo hará.
-Muy bien, entonces intentaré hacer caer al león en mi trampa.
-¡Enhorabuena! -exclamó, admirado-. Veo que piensa utilizarme para practicar hasta que aparezca la verdadera presa.
Ella lo miró con los ojos brillantes de júbilo.
-No le importa, ¿Verdad?
-Al menos me lo pregunta. Muy amable de su parte. Aunque daría lo mismo si dijera que me importa.
-Siempre puede negarse.
-Voy a considerar esa posibilidad.
-Supongamos que usted está de mi parte y me ayuda. Discretamente, desde luego.
-¿Ayudarla? -preguntó con fundada precaución.
-Sí, información confidencial, consejos prácticos, cosas de ese género. Podríamos formar un buen equipo.
-Un equipo implica igualdad en los tratos, ventajas para ambas partes. ¿Qué obtengo yo de eso?
-¿Y qué querría obtener?
Sin saber qué decir, Pedro guardó silencio.
-Es usted una mujer malvada -dijo finalmente en tono apreciativo-. Inteligente, astuta, manipuladora y tramposa.
-No, no soy tramposa -rebatió al tiempo que ponía un dedo sobre los labios de Pedro-. Soy absolutamente franca en cuanto a lo que quiero y lo que haré para conseguirlo. A eso se le llama honradez. No me convierte en una persona grata, pero sí sincera.
-¿Qué entiende por información confidencial?
-Respuestas a preguntas como, por ejemplo, cuál es la mejor forma de abordar a Alfonso, qué tipo de mujer prefiere...
-El de su mujer. Lleva casado doce años, tiene cinco hijos y ella es muy celosa.
-Eso no es cierto. Cesar me dijo que era soltero.
-Así que ha estado sonsacándole información. Estoy impaciente por saber qué le ofreció a cambio.
-Lo de siempre -murmuró, evitando su mirada.
-¿Y qué es lo de siempre? -preguntó al tiempo que intentaba aplacar su inquietud.
-Satisfacer el deseo de su corazón. No hay otra forma.
-¿Y cuál fue el deseo de Cesar? -preguntó con una sonrisa desolada.
-Completar su colección de videos sobre dinosaurios. Verá, le faltaba uno y afortunadamente mi padre lo tenía. Así que hice una copia para él.
-¿Dinosaurios?
-Eso es -dijo con los ojos muy abiertos y una mirada inocente-. ¿Qué se había imaginado usted?
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