martes, 28 de febrero de 2017

Juegos Peligrosos: Capítulo 33

La vida con Lucas era armoniosa y apacible. Era un hombre que sabía escuchar. Pronto se enteró de la vida de Paula. Ella le habló de su relación con Pedro, las circunstancias en que lo había conocido, el episodio del coche y otras anécdotas.

-Me parece que contigo al volante ningún miembro de la familia está a salvo -comentó divertido.


Paula  también se refirió a sus padres, ya mayores.

-¿Han estado alguna vez en Nápoles?

 -Nunca. Una vez los llevé a París y eso es todo lo que conocen del extranjero.

 -Verás -dijo Lucas, de pronto-. Voy a marcharme de la ciudad unos días, ¿Por qué no los invitas? Podrían disponer de mi habitación.

 -¿Lo dices en serio?

 -Claro que sí. Se merecen unas buenas vacaciones.

Paula compró los pasajes y, tres días después, fue a buscarlos al aeropuerto. Fue un emotivo encuentro, lleno de alegría. Tiempo después, comentaría a Lucas que sus padres se comportaron «como un par de niños que van al mar por primera vez». La joven pasó ese fin de semana enseñándoles la ciudad, un poco más cálida a principios de mayo.

Cuando tuvo que volver a la empresa, sus padres ya podían manejarse sin su ayuda; incluso hicieron una gira de un día a las ruinas de Pompeya. Uno de esos días, Enrique los invitó a cenar y todos disfrutaron con sus divertidas historias escandalosas. De vuelta a casa, encontraron a Lucas dormido en el sofá.

-He regresado pronto -explicó al tiempo que se sentaba en el sofá frotándose los ojos-. Mis negocios concluyeron antes de lo previsto, y además quería conocer a nuestros invitados.

Luego compartieron una pizza tardía con un vaso de vino, y cuando la velada hubo finalizado, ya eran buenos amigos. Más tarde, se produjo un momento incómodo cuando Lucas dijo que dormiría en el sofá.

-No hace falta -intervino Alejandra, ansiosa por demostrar su tolerancia-. Quiero decir que no es necesario que modifiquéis vuestra vida habitual porque nosotros estemos aquí.

-Alejandra, vamos a dormir -dijo Miguel, cubriéndose los ojos con las manos.

Cuando los padres se marcharon, Lucas la miró con júbilo.

-Parece que tu madre me ha dado permiso para...

 -Sí, ya lo sé, ya lo sé -replicó ella con ironía-. Gracias por ser tan amable con ellos. Y ahora me voy a dormir.

-¿Estás segura de que no quieres que te acompañe?

 -Lucas, te advierto...

 -Está bien. No perdía nada con intentarlo -dijo con un suspiro melancólico-. De vuelta al sofá.

 -Buenas noches -se despidió Paula entre risas.

-Buenas noches.

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