sábado, 30 de enero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 5

Mientras levantaba al bebé para que eructara, le rozó un brazo con el suyo. Aquello fue como tocar cemento. Falso: el cemento no exudaba calor, no incitaba tanto al contacto. En aquel instante Pedro se volvió hacia ella, y Paula se olvidó de todas sus especulaciones.

-Gracias.

Contemplando fascinada sus labios, Paula no pudo menos que preguntarse cómo besaría...

-Tienes que saber que un bebé va a trastornar completamente tu vida -le comentó, en un esfuerzo por poner coto a aquellos pensamientos-. ¿Estás seguro de que no hay nadie más... ninguna otra persona que pueda hacerse cargo de Valentina?

-Sí, estoy seguro -aunque aún seguía vuelto hacia ella, parecía ensimismado en un recuerdo triste y doloroso.

Sin pensarlo, Paula le acarició una mejilla con la mano libre. De inmediato, Pedro se la cubrió con la suya y volvió a cerrar los ojos como para saborear mejor aquel contacto.

-Valentina es mi sobrina -explicó; luego le tomó la mano para llevársela a su regazo y se puso a jugar con expresión ausente con sus dedos-. Mi hermano y su mujer murieron en un accidente de tráfico.

-¿Entonces tu hermano es... era su padre?

-Sí. Federico y Gabriela llevaban intentando durante mucho tiempo formar una familia. Estaban locos de alegría cuando nació Valentina-cerró los ojos, como si quisiera negarse a ver la realidad-. El accidente ocurrió dos semanas después del nacimiento. Valentina  no resultó herida porque iba en la parte trasera; la delantera quedó destrozada.

Paula ahogó un sollozo. Estremeciéndose involuntariamente, entrelazó los dedos con los suyos, apretándole la mano con fuerza.

-Oh, Pedro, lo siento tanto... qué terrible tragedia...

-He estado en Florida durante casi un mes -continuó explicándole, suspirando-, haciéndome cargo de todos los detalles y de los trámites para la custodia de Valentina.

Ahora comprendía Paula aquellos pequeños detalles de la taza de café y el periódico en el suelo de la cocina. Nada más conocer la noticia, tenía que haber salido disparado de casa.

-Es una niña afortunada -dijo para consolarlo-. No conozco a muchos hombres que estuvieran dispuestos a asumir un compromiso semejante sin presentar serias reservas.

-Oh, yo tengo muchas reservas -le aseguró Pedro-. Ya has visto mis habilidades para cuidar niños. Después de pasar unos días conmigo, puede que Valentina no se considere tan afortunada –sonrió con tristeza.

-Me refería a más bien a los efectos que tendrá un bebé sobre tu vida social. Para no hablar de tus intereses románticos...

-Ya, puedo prever que se producirán algunos cambios muy serios en el futuro. Puede que tenga que casarme para conseguir alguna ayuda con esto -señaló al bebé, que en aquel momento dormitaba en el regazo de Paula.

Tal vez estuviera bromeando, pero sus palabras la irritaron sobremanera:

-¿Por qué? Las mujeres no están automáticamente programadas para convertirse en cuidadoras de niños.

-No es eso lo que quería decir.

-Tengo que irme -le entregó el bebé y dejó el biberón sobre la mesa-. Está agotada. Será mejor que la acuestes ahora mismo. Volverá a tener hambre al cabo de algunas horas.

-Paula, espera.

Pero ella ya no quería oír nada más. No podía disimular que le había desagradado profundamente su comentario, hubiera sido intencionado o no. No cuando tenía una imagen tan vivida de sí misma a punto de arruinar su vida en un matrimonio sin amor... precisamente por aquella misma razón.

-Tranquilízate. Saldrás adelante. En esas notas tienes escrito todo lo que necesitas saber para sobrevivir esta noche. Mañana podrías llamar al puericultor. Tal vez te recomiende recibir unas clases y a alguien para que te ayude.

Buscó su bolso, diciéndose que no tenía ninguna razón para sentirse culpable. Aquel bebé no era su problema. Apenas conocía a Pedro y, ciertamente, no era responsable de ayudarlo con Valentina. Ya se las arreglaría...


Fiel a la palabra de Pedro, el álbum de fotos le fue entregado a primera hora de la mañana por la misma secretaria que la había recibido en su despacho.

-De verdad que lo lamento -le dijo la mujer-. Pedro y yo tuvimos que arreglar un montón de asuntos por teléfono cuando lo llamaron de Florida, y a mí se me pasó por completo.

-No importa -repuso Paula-. Estas cosas suelen pasar.

-Pedro me contó que el viernes por la tarde su ayuda le vino como caída del cielo -la rubia sonrió con simpatía-. Durante todos los años que llevamos juntos, jamás me lo había imaginado haciendo de padre. Jamás.

Aquellas palabras tomaron desprevenida a Paula. El encantador comportamiento que Pedro había tenido con ella la noche anterior le había hecho olvidarse del tipo de hombre que era en realidad. Se sintió furiosa. Evidentemente no se había molestado en volver a flirtear con ella cuando a todas luces mantenía una relación a largo plazo con su propia secretaria.

-No tuvo ninguna importancia -repuso, prácticamente despidiéndola y disponiéndose a cerrar la puerta-. Habría hecho lo mismo por cualquiera.

Durante el resto de la mañana Paula fue presa de un sentimiento de... decepción. Debía de ser un rasgo perfectamente humano pensar siempre lo mejor de cada persona. Le había otorgado a Pedro el beneficio de la duda sin pensárselo dos veces: algo muy grave teniendo en cuenta que ya había tenido una experiencia de primera mano con un hombre similar.

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