Paula intentó ponerse en su mente y comprendió que, al no conocerla prácticamente de nada, era lógico que Pedro hubiera creído que había robado. Sin embargo, estaban construyendo una relación y, tarde o temprano, tendría la suficiente confianza con él como para hablar de aquel tema y convencerlo, demostrando su inocencia, de que ella no había tenido nada que ver con la desaparición del diamante de lady Pamela.
Al día siguiente, mientras desayunaba, llegaron un montón de revistas y de libros, otra muestra de que Pedro pensaba en ella.
Paula se encontraba mucho mejor y, de hecho, se tomó un cuenco de cereales, un croissant y dos tazas de chocolate.
Durante las siguientes dos semanas, Pedro pasó todo el tiempo libre que tuvo con ella, pero no volvió a besarla. Sin embargo, canceló todos sus viajes de negocios al extranjero para estar a su lado.
Al final, Paula se puso de parto quince días antes de lo esperado, a media mañana. Pedro estaba en la otra punta de Londres.
Cuando llegó a la clínica, Paula estaba ya ingresada.
-No te preocupes, no te va doler -le aseguró apretándole la mano-. He hablado con los médicos y me han asegurado que no vas a sufrir en absoluto.
Paula pensó que el que parecía que estaba sufriendo mucho era él y se dio cuenta de que estaba muy pálido. Ella era consciente de que dar a luz implicaba cierto dolor, pero no se lo dijo.
Pedro estaba tan preocupado por Paula, que se puso a rezar. Ni el mejor equipo médico del mundo podía asegurar que a una parturienta no le sucediera nada. Su propia madre, joven y sana, había muerto poco después de darlo a luz y su padre jamás se había recuperado de la pérdida de la mujer a la que adoraba.
Media hora después, nació su hijo y todo fue a las mil maravillas.
-Es... es... un milagro -dijo al verlo, visiblemente emocionado-. Dentro de unas semanas, cuando estés bien, iremos a Dhemen y se lo presentaremos a mi pueblo.
Cuando el avión privado aterrizó en Dhemen, Paula tomó en brazos a su hijo Bautista y lo abrazó con cariño.
-¿Quién es el niño más guapo del mundo? -murmuró besándolo en la frente.
Bautista la miró con sus inmensos ojos marrones, tan parecidos a los de su padre, y Paula sonrió encantada al ver que se encontraba bien.
Durante sus primeras semanas de vida, el niño había enfermado constantemente y sus padres se habían preocupado mucho, pero, poco a poco, había ido ganando salud y ahora estaba perfectamente sano y feliz.
Sin embargo, las constantes enfermedades del pequeño habían provocado que Paula se quedara en Londres mientras Pedro recorría el mundo por asuntos de negocios.
Ahora, Bautista tenía siete semanas y hacía tres que Paula no veía a su padre. Se sentía nerviosa y deseosa de verlo cuanto antes.
Pedro había mantenido su férrea promesa de no volver a tocarla hasta que se hubiese llevado a cabo su segunda boda y ni siquiera la había vuelto a besar después del nacimiento del niño.
Aquello había hecho que Paula se sintiera prácticamente rechazada, algo que le había dolido sobremanera y le había hecho asumir que Pedro estaba única y exclusivamente con ella por el bien del niño.
Tras entregarle el bebé a su niñera, Paula se puso en pie. Antes de aterrizar, se había cambiado de ropa, eligiendo un precioso traje de chaqueta azul porque el azul era un color muy apreciado en Dhemen, tal y como había leído en los numerosos libros que había devorado sobre el país de origen de su marido.
Al oír la voz de Pedro, se giró y se dio cuenta de su marido había abierto la puerta del avión y había entrado a buscarla.
-Pedro... -murmuró yendo hacia él.
Pedro la miró y sonrió, haciendo que a Paula se le acelerara el corazón.
-Te he echado de menos -dijo Pedro agarrándola de la mano y soltándosela casi inmediatamente-. Bautista-añadió mirando a su hijo y sonriendo encantado-. Parece felíz y no es para menos ahora que, por fin, está en casa y con su familia.
Dolida por el frío recibimiento, Paula miró por la ventanilla y se quedó de piedra al ver a la muchedumbre allí congregada bajo el ardiente sol.
-Dios mío, ¿pero qué ocurre? ¿Qué hace toda esa gente ahí?
-Han venido a darles la bienvenida al niño y a tí. ¿Preparada? Es de mala educación hacer esperar a la gente bajo este sol.
-Madre mía... -suspiró Paula nerviosa.
-Sólo tienes que sonreír -la tranquilizó Pedro tomándola de la mano y conduciéndola hacía la escalerilla del avión.
Sintiéndose prácticamente cegada por el sol, Paula percibió que una banda de música comenzaba a tocar. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, Pedro la tomó de la mano.
-No te muevas -le ordenó-. Mantén la cabeza alta. Es nuestro himno nacional -le explicó.
Paula así lo hizo.
Unos minutos después, ya en la pista, Pedro le presentó a un hombre ataviado con uniforme militar mientras la gente aplaudía y la saludaba con respeto. A continuación, Pedro la condujo a una marquesina con toldo, donde se sentaron.
Una vez allí, una niña pequeña se acercó a entregarle a Paula un ramo de flores y ella sonrió sinceramente agradecida y le dio las gracias en árabe.
-Me has impresionado -admitió Pedro.
-Bueno, no es para tanto -comentó Paula con timidez-. Me compré un diccionario en Londres y me he aprendido unas cuantas palabras.
A continuación, un consejero ministerial les dio la bienvenida con un discurso entusiasta y, al finalizar, apareció una inmensa limusina blanca que paró junto a los príncipes herederos. Cuando se pusieron en pie, la orquesta comenzó a tocar una pieza que a Paula le era muy conocida.
-En tu honor, los músicos han elegido una pieza compuesta por un compositor inglés -le explicó Pedro.
-Se llama Chanson de Matin -contestó Paula emocionada-. Era una de las piezas preferidas de mi madre.
-No tenía ni idea de que supieras tanto de música clásica.
-En mi casa no había televisión y mi madre nos mantenía a mi hermano y a mí ocupados por las noches con el piano... hasta que a mi padre le pareció que nos lo pasábamos demasiado bien y lo vendió.
-Menudo canalla.
-A mi madre le destrozó aquel detalle y yo me prometí a mí misma que algún día tendría un piano y podría tocar todo lo que me diera la gana -rió Paula.
En el interior de la limusina, había aire acondicionado y Paula alargó las piernas y suspiró encantada mientras Paula estudiaba su delicado perfil y se decía que, además de tener un carácter independiente que le encantaba, su mujer tenía una sorprendente sensibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario