jueves, 28 de enero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 1

Tenía un físico fantástico, tal y como le había dejado creer Zaira. Sus ojos eran de un indescriptible color gris; su mandíbula, cuadrada y bien afeitada, le daba un aire de tenacidad, y castaño claro era el color de su cabello, muy corto por los lados.

Paula lo observaba mientras paseaba arriba y abajo por la oficina, hablando por su teléfono móvil. Tenía las espaldas lo suficientemente anchas como para colocar sobre ellas una bandeja con un servicio entero de té. Pensó que era más alto que cualquiera de sus hermanos, de largas piernas, cintura estrecha y un trasero... maravilloso. Estuvo a punto de reírse en voz alta. Nunca se le habría ocurrido elaborar ni siquiera mentalmente una frase parecida antes de abandonar la casa familiar y labrarse una vida propia. De pronto, él se volvió y le sonrió.

Paula dejó su maletín en el suelo y tomó asiento frente al escritorio de Pedro Alfonso. De hecho, no tuvo otra elección. Aquella sonrisa la había dejado sin aliento, le había debilitado las rodillas, acelerado el corazón: todos aquellos estúpidos tópicos que siempre había oído de repente ya no le parecían tan estúpidos... Zaira  ya se lo había advertido: «Las mujeres se  pelean por él. Literalmente». Increíble. Probablemente caería desmayada si volvía a sonreírle de aquella forma.

-Estará con usted dentro de un momento –le dijo en ese instante a Paula la atractiva secretaria, sonriéndole con simpatía antes de cerrar la puerta del despacho.

Él seguía hablando por teléfono, con gesto exasperado:

-Ya te he dicho que lo siento, Mónica. Ese día tengo un partido, y ya sabes que me encantaría llevarte conmigo...

Su tono de voz sonaba muy tierno, pero Paula dudaba que a Mónica le pareciera tan encantador si en aquel momento pudiera verlo apretar los dientes. Intentando deliberadamente no escuchar la conversación, apoyó el maletín sobre las rodillas y sacó el portafolios que contenía su trabajo. Nada más abrirlo, se olvidó de Pedro Alfonso y de su legendario encanto. Con una mirada crítica, estudió las fotos de algunos de los vestidos de novia que había diseñado. Había pensado en presentarlos en un catálogo, y de hecho era por eso por lo que había ido allí. Aquella agencia de publicidad tenía fama de ser la mejor. Mientras seguía examinando las fotografías, un pequeño pitido del teléfono móvil le indicó que su dueño acababa de desconectarlo.

-Señorita Chaves, me disculpo por haberla hecho esperar. Soy Pedro Alfonso-atravesó el despacho en tres zancadas, con la mano tendida hacia ella y aquella impresionante sonrisa nuevamente en sus labios.

A Paula le resultó imposible no responder. Se levantó de manera automática para estrecharle la mano... y de inmediato hizo un vano intento por sujetar las fotos que fueron a parar al suelo.

-¡Oh, vaya!

Se arrodilló para recogerlas. Pedro Alfonso hizo lo mismo, muy cerca de ella. Paula tenía la cabeza a sólo unos centímetros de su barbilla, y pudo aspirar su aroma masculino antes de apartarse rápidamente. Tuvo la sensación de que la atmósfera a su alrededor se había tornado densa, pesada; de hecho, incluso le costaba respirar.

Paula  no pudo evitar mirarlo, de rodillas en la alfombra, frente a ella. El tiempo quedó paralizado mientras sus miradas se encontraban. Pero no podía permitir que él se diera cuenta de lo mucho que la afectaba; sospechaba que estaba acostumbrado a que las mujeres cayeran rendidas a sus pies y no tenía ninguna intención de suscitarle esperanzas. Esbozando una irónica sonrisa, le tendió de nuevo la mano.

-Gracias, señor Alfonso. Bueno, intentaremos de nuevo la presentación.

-Por favor, tuteémonos: llámame Pedro.

Le estrechó la mano y la ayudó a levantarse, sin soltársela. Paula no tuvo más remedio que dejarse guiar hasta los sillones que rodeaban una mesa de café, en una esquina del despacho y al lado de un alto ventanal.

-Aquí podremos charlar mejor. No me gustan las formalidades -la hizo sentarse en un sillón-. Veamos. Necesitas un poco de publicidad para tu... -consultó unas notas de su bloc amarillo-... negocio de costura.

-Mi negocio de diseño de vestidos de novia -lo corrigió ella-. Me dedico a crear vestidos elaborados a mano y ayudar a las novias a seleccionar accesorios que complementen sus conjuntos. También diseño vestidos para otras ocasiones, y próximamente me encargarán la restauración de un antiguo vestido nupcial que ha permanecido guardado en un ático durante cincuenta años.

-Lo siento -Pedro Alfonso parecía divertido-. No pretendía ofenderte. Guardo el mayor de los respetos por la gente que sabe manejar una aguja. En ese sentido, yo soy un auténtico inútil; ni siquiera sé coserme un botón.

-Mucha gente dice lo mismo -rió Paula-. En realidad, no es nada complicado.

-Mis manos son demasiado grandes. Y puede que tenga buenos reflejos, pero no soy muy bueno coordinando movimientos. Pero bueno... -la miró intensamente-... ¿en qué puedo ayudarte?

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