-¡Espera!
Compuso una expresión de sorpresa al ver a Paula. Se había puesto un vestido corto rojo vivo, que flotaba o se pegaba a su cuerpo según avanzaba. La chica formal acababa de transformarse en una vibrante belleza, dejando a Pedro boquiabierto. Paula se paró en l escalinata de la escalera.
-Siento haber sido tan grosera. – dijo con voz temblorosa. – estoy acostumbrada a desconfiar. Por favor, discúlpame.
Pedro dió una par de pasos hacia ella y se quedó parado en medio de la calzada.
-No tiene importancia – alzó una ceja - ¿Eso es todo?
-No – Paula fue hacia él – quería darte las gracias – dada la altura de sus tacones o tuvo que elevarse para plantar un beso en la mejilla de Pedro. La sujetó por los brazos, y sin soltarla le dijo:
-no debes de darme las gracias. Según tú, el cuadro te pertenece.
Paula rió.
-No solo por el cuadro. También por sacarme de la situación tan embarazosa y demostrarle a mi hermano que no soy una niña. Pedro levantó la mirada hacia los ventanales del primer piso y se dio cuenta que Alan los estaba observando con desaprobación provocándole gran satisfacción.
-Solo actúa así por mi bien. Para él nunca habrá un hombre lo bastante bueno para mí.
Pedro sintió náuseas. Lo bastante bueno. Los caducos principios de aquella familia que habían arruinado la vida de Horacio Alfonso permanecía intactos.
-Encantadora – susurró, acariciando la mejilla de Paula. Al notar que se sobresaltaba le dijo – no te vuelvas pero nos está observando.
Paula inclinó la cabeza y ella entreabrió los labios. Ya era suya. Sujetándola por la nuca, profundizó el beso. La tenía, y probar el sabor de una Schulz era aún más dulce y fácil de lo que había anticipado.
Les llegó el sonido de una canción suave y romántica, y Paula instintivamente, empezó a mover las caderas lentamente. El deseo le ardía en la sangre. Cualquier atisbo de desconfianza había desaparecido. Y lo que pensara su familia de ella el daba lo mismo.
Pedro deslizó la boca hacia su oreja. Ella se arqueó contra él con el vello electrizado, en aquel momento solo ansiaba dejarse llevar por su instinto. Sintió una leve desilusión cuando Pedro alzó la cabeza y se separó de ella unos centímetros con expresión inescrutable.
-¿Crees que habrá hecho una idea? – preguntó con sorna.
Por un instante. Paula se sintió avergonzada por recordar que estaban interpretando una escena para irritar a Gonzalo. Luego rió para ocultar el deseo que aquel beso había provocado en ella.
-Quizá no, ¿crees que si practicamos sexo en el asiento de atrás de tu carro el mensaje será más claro?
Las palabras se escaparon de su boca sin que pudiera detenerlas, pero eso la hizo sentir liberada. Estaba harta de ocultarse tras una máscara.
-Seguro que a mi chofer le encantaría. – musitó Pedro con picardía.
Paula lo miró fijamente.
-Contigo, no con él.
La música que había acabado, se volvió a reanudar. Pedro la tomó del brazo y ella le puso una mano en su fuerte y plano pecho. Empezaron a moverse al ritmo de la música. Pedro no pudo aguantar y la atrajo más hacia él pegando ambas pelvis. su mundo alrededor desapareció y Paula podía escuchar los tacos chocando con el piso siguiendo el ritmo hipnótico de su acompañante. La belleza clásica del rostro de Pedro era perfecta e indescifrable. Súbitamente, Paula sintió la necesidad de romper esa barrera y alcanzar al hombre de carne y hueso.
-Tengo que irme – dijo él de pronto, y separándose de ella.
-¿Por qué? ¿a dónde vas?
-A un pase privado de Tate Gallery – Pedro la miró como si dudara - ¿ porque no vienes?
En ese momento Gonzalo apareció en lo alto de la escalinata, con expresión de enfado.
-¡Paula, entra, vas a enfriarte!
Pedro la miró con expresión retadora. Paula observó a su hermano y por primera vez lo vió inseguro. Volvió a mirar a Pedro y recordó las palabras de su abuela: no renuncies a la felicidad por contentar a tu familia. Ella sí la entendería.
Tomó la mano de Pedro y éste le transmitió la fuerza que necesitaba.
-¿Puedo ir contigo?
Cuando Pedro asintió con la cabeza, ella se volvió hacia Gonzalo. Por eso no vió el brillo triunfal que iluminó los ojos de Pedro.
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