—¿Sí? ¿Y por qué?
—Porque así será más fácil.
—¿Qué es lo que va a ser más fácil?
—Cortejarte.
—¿Cortejarme? —¿habría oído bien? ¿ Pedro estaba hablando de cortejarla? ¿A ella?—. Creo que no te he entendido bien —entre otras cosas, porque Pedro la estaba volviendo loca acariciándole la muñeca con el pulgar.
—Durante una semana he estado viéndote salir con todos los hombres de West Bend.
—No creo que Javier y Gabriel sean todos los hombres de West Bend.
—Pero a mí me lo ha parecido.
—¿Ah sí? —¿sería posible que Pedro hubiera estado celoso?
—Y mientras esperaba a que volvieras cada noche, tuve mucho tiempo para pensar, para pensar y considerar algunas de las cosas que tú me planteaste. Como que quizá haya cosas sobre el fracaso de mi familia que no sepa, o que quizá mi padre tuviera tanta culpa como mi madre en la ruptura. Pero, sobre todo, lo que he descubierto es que no importaba. Yo no soy mi padre y desde luego, tú no eres mi madre.
Paula pestañeó. Cada vez estaba más confusa. ¿Que tenían que ver sus padres con todo lo anterior?
—¿Puedes repetir eso de que vas a cortejarme?
Pedro sonrió, alzó sus manos unidas y besó la de Paula.
—Quiero casarme contigo, Paula. Quiero que vivas siempre conmigo, que no te vayas nunca.
Terminó con una sonrisa que atravesó el corazón de Pedro. La joven veía en sus ojos un amor desbordante, pero también una terrible inseguridad. ¿Pero cómo podía Paula dudar ni un sólo segundo de su amor?
Los ojos se le llenaron de lágrimas que no tardaron en comenzar a rodar por sus mejillas.
—No llores, cariño —exclamó Pedro, abrazándola con fuerza—. Si no quieres casarte conmigo, no pasará nada. Bueno sí, podré soportarlo. Oh, Paula, por favor, no sufras.
—Tonto —susurró Paula contra su cuello—. Te amo Pedro. Te quiero desde que tengo quince años. Y durante todos estos años no he dejado de amarte. Pensaba que podía superarlo, pero este verano me he dado cuenta de que continuaba amándote.
—Gracias a Dios. Te amo, Paula. No puedo decir que te amara desde que tenías quince años, pero sí que te quiero desde hace mucho tiempo. Solo que estaba demasiado apegado a la idea de que todas las mujeres erais como mi madre para darte una oportunidad.
—¿Y ahora ya no lo crees así?
—Lo que siento por ti es mucho más fuerte que todo lo que había pensado hasta ahora. Estoy deseando que me des una oportunidad. No podía soportar la idea de que terminaras compartiendo tu vida con otro. Además, si me has amado durante todo este tiempo, no dudo que algún día me abandones.
—¡Jamás te abandonaré! —le prometió mirándolo a los ojos. Un segundo después, Pedro la besó con tanta intensidad que al lado de aquel beso palidecían todos los que le había dado hasta entonces. Aquel era Pedro, el hombre al que amaba, ¡y el hombre que la amaba! Juntos echarían raíces que nadie podría arrancar. Y con su amor, encontrarían la felicidad compartiendo sus vidas.
Cuando el beso terminó, Pedro la miró inmediatamente a los ojos.
—¿Durante cuánto tiempo voy a tener que cortejarte antes de pedirte que seas mi esposa?
—Mmm… No me importaría tener un noviazgo corto.
—¿Cuánto es corto?
—Pues si contamos el tiempo que hemos pasado juntos, creo que ya ha sido suficientemente largo —dijo desafiante. Atesoraba el amor y la devoción que veía en sus ojos y habría querido retener eternamente aquel instante.
—Te amo, Paula Chaves. ¿Quieres casarte conmigo?
—Acepto encantada tu propuesta, Pedro Alfonso. ¡Y te agradezco que me la hayas hecho!
Juntos hicieron una llamada de teléfono a Grecia, para compartir su felicidad con los padres de Paula. A continuación llamaron a Florida y a California, para que el padre de Pedro también estuviera al tanto de la noticia. Sally fue la siguiente en enterarse de la próxima boda.
—¡Guau! Yo creía que una de las cosas que decía la bisabuela era que hay cosas que nunca cambian. ¿Qué es lo que le ha hecho cambiar a Pedro? —preguntó Leticia, después de felicitar a su prima.
—El amor, supongo —contestó Paula emocionada.
—Has elegido el mejor momento para casarte, porque ya tengo tu regalo de boda.
—¿Y qué es? —preguntó Paula emocionada.
—Ayer llamó mi madre y le pregunté por el diario de la bisabuela. Me contó que Fernando y ella vivieron felizmente casados durante cincuenta y dos años, hasta que él murió. Y me ha dicho dónde tiene una foto de la fiesta de celebración de sus bodas de oro. Haré una ampliación y os la regalaré.
—Me alegro de saber que la historia terminó bien. Y de que la mía también va a salir bien.
—¿Estás segura?
—Tan segura como de que existe el amor —contestó Paula, apretando la mano del hombre con el que iba a compartir su vida. Quizá debería empezar a escribir su propio diario, pensó. Ya tenía la frase con la que empezar: lo más grande de todo es el amor.
FIN
Hermoso final Naty, me encantó esta historia
ResponderEliminarun lindo final.. ame esta adaptacion
ResponderEliminar