—¿Quieres ayudarme a encontrar casa? —preguntó Paula, sorprendida por la oferta.
—¿Quién mejor para darte consejos sobre un contrato de alquiler que un abogado?
Paula sabía que tenía razón.
—El miércoles entonces. ¿Sobre la una?
—Muy bien. ¿Quieres que vaya a buscarte?
—No, ya iré yo a la ciudad. No tiene sentido que tengas que regresar hasta aquí.
—El martes acuéstate pronto, para que no estés muy cansada.
—¿Qué pasa, has decidido convertirte en mi nuevo padre?
—No, Paula, pero si te acuestas tarde todas las noches desde aquí hasta el miércoles, sospecho que estarás agotada.
—Te recuerdo que también me levanto bastante tarde —contestó Paula, a punto de soltar una carcajada. En realidad, no tenía ningún plan hasta el miércoles, pero no podía decírselo a Pedro. Preferiría que pensara que estaba muy solicitada. Así mejoraba su opinión sobre ella. Frunció el ceño. En realidad, habría preferido que la apreciara por sí misma y no porque pensara que era una especie de premio por el que merecía la pena competir.
Durante la primera parte de la semana, Paula evitó intencionadamente a Pedro. Se aseguraba de meterse en casa antes de que él llegara cada tarde y no salía al porche hasta que oscurecía, para que no pudiera verla.
El martes por la noche, fue a ver a Leticia. Su prima se encontraba mucho mejor y prepararon una pequeña barbacoa en su terraza. Mientras comían, Paula le comentó a su prima que Pedro iba a ayudarla a buscar apartamento. Leticia la miró con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
—Ha dicho que quiere aconsejarme sobre el contrato —contestó Paula, intentando mostrar una actitud indiferente.
—Parece que está siendo mucho más atento de lo que es normalmente. Vamos, es como si se hubiera transformado en otra persona, ¿no crees? —Leticia miró atentamente a su prima—. Yo que tú, no me fiaría de él.
—Es mi vecino, nada más —contestó Paula, esperando que su prima no adivinara que le estaba mintiendo. Pedro era cada vez más importante para ella. Se había creído inmune a sus encantos, pero poco a poco comenzaba a resurgir la atracción que años atrás sentía por él. Cada minuto que pasaba a su lado, incrementaba sus dudas sobre su capacidad para dominar sus sentimientos.
—Sólo procura tener cuidado. Ya sabes que no tiene ningún interés en comprometerse con nadie.
—Lo sé. Y en cuanto alquile un apartamento en Charlotte, me alejaré de la tentación.
—Aja, ¿entonces sientes que todavía es una tentación?
—¿Alguna vez has mirado a Pedro? No creo que haya otro más atractivo.
Leticia soltó una carcajada.
— Paula, me temo que estás muy mal. Personalmente creo que Matías es el hombre más atractivo del mundo y estoy loca por él. Yo pensaba que tu enamoramiento de Pedro lo habías superado hacía años.
—Y lo he superado, no pienso volver a enamorarme de Pedro. Pero cambiemos de tema. Quería hacerte una pregunta. ¿Al final Norma se casó con Fernando?
—¿Qué?
—En su diario, Norma cuenta las diferentes tácticas que utilizó para atrapar a Fernando. Como todavía no he llegado al final, no sé si se casaron. ¿Lo sabes tú?
—No, no lo sé.
—¿Ah no? Yo pensaba que habías ojeado todo el diario.
—Sólo he leído páginas sueltas.
—¿Y sabes cuál fue el apellido de casada de Norma?
Leticia suspiró.
—Tampoco lo sé. Murió cuando yo era muy pequeña. Para mí siempre ha sido la bisabuela Norma.
—Para mí también. Pero alguien tiene que saber su apellido, o el apellido de nuestro bisabuelo.
—Sí, supongo que sí. Se lo preguntaremos a mi madre.
—Pero para cuando ella vuelva, ya habré terminado el diario.
—Bueno, pues entonces adelántate ya a leer el final.
Paula sacudió la cabeza.
—No quiero hacerlo. Pero estoy casi segura de que se casará con Fernando. Parece tan enamorada. Y está siguiendo todos los consejos que le dan para atraparlo. Algunos parecen estar funcionando… ¿Cómo es posible que sepamos tan poco sobre nuestra propia familia?
—Quizá pueda hablarte de ella tu madre. Supongo que su interés por la antropología la ha llevado a averiguar todo lo que ha podido sobre su familia.
—Quizá, la verdad es que hasta ahora yo tampoco había mostrado ningún interés en ella. Pero al leer el diario de Norma, me siento como si la conociera. Y a pesar de las décadas que nos separan, no puedo evitar el sentirme identificada con ella. De hecho, estoy utilizando su receta y… —se interrumpió de pronto, asaltada por una idea y miró a su prima muy seriamente—. Leticia, si te doy algunas indicaciones, ¿podrías intentar poner en práctica la receta y contarme después los resultados?
—¿Qué es esto? ¿Un experimento?
—Más o menos.
Paula le explicó la idea, con intención de que Leticia siguiera los consejos de la abuela Norma con Matías y se fijara en si se producía algún cambio en su relación. En cuanto tuvo el acuerdo no muy convencido de su prima, se marchó. Tenía que escribir la lista de ingredientes y pasársela a Leticia. Y cuando su prima los pusiera en práctica con Matías, podría tener una certeza mayor de que funcionaban.
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