Ambos rieron. Paula rodeó la cintura de Pedro por detrás, y aunque él no expresó nada, Paula pudo sentir como se tensaban sus abdominales cuando pasó su mano por ahí hacia el pene endurecido. A Pedro lo recorrió un temblor y Paula, actuando sin control, le desabrochó el cinturón y el pantalón a medida que besaba la espalda de él. Pedro se giró y la besó ardientemente. La deposito en el baño y luego se metió. Paula se sumergió en el agua y capturó el pene de Pedro en su boca.
Cuando emergió del agua para respirar, Pedro la tomó por debajo de los brazos y la colocó sobre él. Ella cerró sus piernas alrededor de su cintura para que tuvieran u contacto mas cercano, mientras el la penetraba de un empuje. Bastó para que viera la mirada perdida de deseo de Paula para estar a punto de explotar, aun antes de sentir su pulsante interior contrayéndose. Agachó la cabeza y escuchó el gemido de ella cuando él le atrapó un pezón. El agua se salía de la bañera con los movimientos complementarios de ambos, que el que los viera pensaría que era un solo cuerpo. Se besaban, y acariciaban con desespero. Paula enredaba sus dedos en el cabello de él. Una serie de temblores hicieron que Paula llegara al clímax. Se abrazó a él, y entonces él se dejó llevar y colapsó sobre el cuerpo de Paula. En ese momento sintió que había llegado a casa. Permanecieron un rato en el agua tomando vino. Pedro pasaba la mano por el hombro de Paula, acariciaba su mano y su muñeca. Al sentir la fina piel de la cicatriz que tatuaba su piel, la sacó del agua para mirarla; luego la besó.
Ninguno de los dos dijo nada, ninguno quería echar a perder ese momento mágico que acababan de vivir.
Pedro miró por primera vez con indiferencia su BlackBerry. Por primera vez en su vida, las cifras le daban lo mismo. Pero desde aquella mañana habían cambiado muchas cosas. Eso no significaba que pudiera perder el control. Si era tan bueno en lo suyo, era porque siempre estaba alerta, que nunca había perdido el objetivo de ganar dinero.
Era lo que lo definía. La necesidad de probarse a sí mismo, de demostrar su valía. Tras comprobar que no se había producido cambios de importancia, dejó la BlackBerry a un lado y miró a su alrededor. El olor a humo de la chimenea, la habitación en penumbra, la oscuridad tras los cristales… desde el piso superior llegaban las pisadas de Paula sobre el suelo de madera.
Era un mundo completamente distinto a su nítido y tecnológico apartamento de Park Lane donde solía llevar a las mujeres con las que se entretenía por un tiempo. Algo que no hacía muy a menudo.
Ellas siempre querían que les dedicara mas tiempo, mientras que él prefería trabajar. Aquellas mujeres se habían enamorada del monstruo que había creado. Adoraban una figura de cartón piedra, una efigie.
Tomó los hongos que había recogido al salir de la cabaña y los lavó. Cogió un cuchillo y empezó a cortarlos. Mientras lo hacía, fue consciente de que hacía mucho tiempo que no cocinaba, que pudo haber alcanzado el éxito pero a su paso, había olvidado sus raíces. Intento imaginar a cualquiera de las mujeres, con las que había salido y las había llevado a su apartamento, en esa casa y no podía imaginárselas. No encajarían, por lo menos, no como Paula.
-¿Estás cocinando?
Preguntó Paula cuando entró en la cocina. Pedro alzó la vista y rápidamente sintió su entrepierna reaccionar. Estaba mas bella que nunca, tenía el pelo mojado echado hacia atrás, y una camisa de el que le llegaba a mitad de muslo, dejando sus hermosas piernas al descubierto. Ella se acercó a él.
-¿Tan extraño es?
-No, me encanta y te admiro.
Paula tomó uno de los hongos y lo acarició antes de olerlo y Pedro se excito mas todavía.
-Verás, cuando era niño yo me encargaba de cocinar, ya que Horacio nunca lo hacía.
- ¿Y tu madre?
-Nos dejó cuando tenía dos años. Sabes, ella era artista y en su ultimo año iba a hacer un trabajo sobre mi padre, e inclusive había recuperado muchas de sus obras para hacer una exposición.
-Y por… olvídalo…
-Dilo. ¿por qué nos dejó? Fácil, el nunca pudo olvidar a tu abuela, ella pensó que en algún momento mi padre la podría llegar a amar, pero no fue así. Ese fue su castigo.
-¿Por qué dices eso?
-Porque estaba profundamente enamorado de Sara y nadie se le comparaba. En palabras directas. La usó para no sentirse solo. Y su castigo fue quedarse aquí solo, y con un hijo de una mujer a la que no ama.
Paula pudo ver un rayo de dolor en los ojos de Pedro. Esa falta de sentimiento con la que dijo eso, le causó lastima. Pues, es verdad, no había que mentir, Pedro creció sin amor.
-Independientemente, tu padre te quería. ¿nunca fueron unidos?
-Su amor por Sara parece que absorbió todos sus sentimientos dejándolo incapacitado para amar.
-¿Por qué se quedó aquí? ¿Por si volvía?
-Es una de las razones. Pero la principal fue, que después que paso todo, él no quiso irse para demostrarle a tu familia, que no se arrepentía de lo que hizo y que no pensaba humillar ni a Sara ni a su familia. El decía que no tenia nada que ocultar.
-Fue muy valiente… - dijo Paula.
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