sábado, 22 de agosto de 2015

Venganza y Placer: Capítulo 25

-¿Dónde está Paula? – preguntó con frialdad.
-Esperandote. Podrás verla cuando entregues el cuadro – dijo Felipe con una calma como si estuvieran hablando de un gato – asumo que has traido el cuadro. Si no, Paula tendrá que esperar, y como mi hermana, es una mujer muy impaciente – echó la cabeza hacia atrás dejando escapar una estruendosa carcajada – además de tener una aficion por las clases bajas.
Pedro  tuvo la intención de bajar y romperle hasta el alma, pero le importaba mas el ruido que provenía desde el interior de una de las habitaciones de la planta superior, acompañada por una voz apagada, la de Paula.
De dos zancadas, terminó de subir la escaleras y fue buscando a Paula de habitación en habitación, abriendo puertas y llamándola. Finalmente llego a una que estaba cerrada con llave.
-Pedro estoy aquí – gritó Paula.
-¡Sepárate de la puerta!
No cedió tan rápido como la de la entrada, pero a la cuarta la abrió. Paula estaba en el medio del cuarto con la mano tapando la boca y los ojos bien abiertos. Se quedaron paralizados mirándose, Pedro tuvo que hacer un esfuerzos para no abrazarla y besarla hasta hacerla perder el sentido.
-¡Has venido! – dijo ella con voz quebradiza – lo siento, yo…
Calló bruscamente. De repente detrás de ella se había abierto una puerta secreta, y Felipe apareció como un villano de pantomima.
-Alors. He dicho que esperaras.
Hubiera dado risa de no ser porque debajo de esa apariencia ridícula, se veía una personalidad siniestra. Asió a Paula del brazo y solo entonces Pedro se dió cuenta de que en la otra mano tenía un rifle.
-¿Por qué ya nadie obedece ordenes? – dijo Felipe con hastío - ¡Así está la sociedad! Cuando la gente obedecía a sus superiores la vida era mucho mas sencilla.
-¿Qué haces Schulz?
-Lo sabes perfectamente, Alfonso. Te dije que antes de ver a Paula, tendrías que darme el cuadro. – meneó la cabeza y Pedro notó un destello de demencia en la mirada – estas muy equivocado si crees que puedes desobedecerme.
- No eres mi padre para obedecerte. Y no tengo el cuadro – dijo Pedro enojado. Paula tenía la mirada encendida.
-Sabe que lo tienes, Pedro. Yo se lo he dicho. Lo siento. No sabía…. No creía que…
-¿Lo ves? – dijo Felipe triunfal, gesticulando con el rifle, que brillo en la penumbra – No vale la pena que mientas, Alfonso. Tú tienes lo que yo quiero y … - apuntó a Paula con el rifle – yo tengo lo que tú quieres. Es muy sencillo: me das el cuadro y yo te doy a Paula.
La mente de Pedro funcionaba rápidamente. Calculó mentalmente la distancia que separaba a Felipe de Paula. Estaba demasiado lejos para quitarle el rifle y cualquier movimiento brusco podría traer consecuencias. Tenia que buscar la manera de despistarlo para liberar a Paula.
Se encogió de hombros con indiferencia.
-Esta bien, lo tengo, pero no pienso dártelo. Paula exhaló un suspiro de incredulidad. No mirarla fue un esfuerzo de proporciones hercúleas para Pedro. Paula sintió el terror apoderarse de ella y pensó que se desmayaría. Mantuvo la mirada firme en Pedro como si fuese una tabla de salvaron, pero la frialdad de su rostro le produjo un escalofrío al tiempo que el perímetro de su visión se difuminaba. Ni siquiera notó el cañón del rifle apuntándole el costado.

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