-¿Intentas recordar dónde habías dejado esto? – el hombre de la subasta estaba a unos pasos de ella; sonreía con sorna al tiempo que le tendía la chaqueta.
Paula sintió que las mejillas le ardían, pero ocultó su turbación tras una gélida sonrisa.
-Así que además de quitarme mi cuadro quieres quitarme la ropa – dijo en tono sarcástico y Pedro rió.
-Depende, ¿ibas a quitarte algo más? – Paula sintió el deseo recorrerla de arriba abajo, y perdió el aplomo. Abrió la boca pero no pudo articular palabra. Tenía que concentrarse, recordar que no debía dar una respuesta impulsiva, pensar en playas de arena blanca… tragó saliva y con ella arrastró las espantosas palabras que acudieron a su boca. Sonrió con frialdad:
-Claro que no. Gracias por recoger la chaqueta. Si no te importa, tengo prisa y … - dió media vuelta para marcharse pero él la tomó del brazo. En cuanto sus dedos se cerraron sobre su piel, Paula sintió una sacudida eléctrica que recorrió todo su cuerpo.
-Espera – dijo él con voz queda - ¿Qué has querido decir cuando te referiste a tu cuadro? – Paula lo miró con tensión
-Ha sido una tontería. Lo siento, es tuyo.
-Pero estás enfadada.
Paula no respondió. Aun en medio de una calle de tráfico ensordecedor, su voz resultaba perturbadoramente íntima. El hombre se colocó de frente a ella. Su pecho formaba una pared sólida, ancha, real. Su mano seguía sujetándola, y Paula no sentía el menor deseo de soltarse.
-Tenías mucho empeño en conseguirlo – dijo él.
-Sí – susurró ella.
-¿Por qué?
-Es… bonito – dijo Paula con fingida indiferencia.
-¿Bonito? – Pedro le soltó el brazo y dio un paso atrás - ¡ No tiene nada de bonito!
_-Disculpa?
Pedro la miró con curiosidad. De cerca tenía el tipo de belleza perfecta que le dejaba indiferente. En la sala de subastas había creído percibir algo salvaje y apasionado en ella que había despertado su curiosidad y su deseo, pero en aquel momento supo que se había equivocado. No era más que la belleza convencional de alguien con dinero.
-No hace falta ser un especialista en arte para saber que es basura – dijo con crudeza – no vale ni un cuarto de lo que he pagado..
Aquello acabó por enfurecer a Paula.
-¿Y porqué lo has hecho? ¿Por qué no me has dejado comprarlo? Para mí no tiene valor material, sino sentimental.
-¿Qué quieres decir?
Paula alzó la barbilla.
-Mi abuela pasó la infancia en esa casa. Ésa es la razón de que lo quisiera.
-¿de verdad? ¿y como te llamas?
-Paula Chaves.
Chaves. Oír el nombre fue como recibir una dosis de adrenalina, a un tiempo doloroso y excitante. Estudió el rostro de Paula.
-¡Qué coincidencia que hayas encontrado ese cuadro! Debías estar como loca.
Si notó el sarcasmo en su tono, Paula lo disimuló.
-Así es – dijo con dulzura - , especialmente por que mañana es su cumpleaños y era el regalo perfecto- le dedicó una ácida sonrisa – no contaba con que un millonario especulador estuviera dispuesto a pagar una absurda suma por él.
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