martes, 6 de junio de 2017

Peligrosa Atracción: Capítulo 29

—No siempre —contestó con sinceridad— Creo que tú necesitabas desesperadamente que alguien te hiciera el amor de una forma adecuada.

—¿Tú crees?

—Sí. Me parece que ese Diego no ha sabido enseñarte lo que es el sexo.

Paula levantó la cabeza.

 —¿Crees que Diego me enseñó lo que es el sexo?

Pedro se quedó perplejo.

—¿No fue él el primero?

—Yo… yo…

Pedro vió miedo en sus ojos. Y no quería ver miedo en los ojos de Paula.

 —Lo siento, cariño. No debería haber sacado el tema. Con cuántos hombres te has acostado no es asunto mío. Créeme, me alegro de que hayas tenido otras relaciones sexuales. Si no fuera así, yo no estaría aquí contigo —empezó a decir—. Por mucho que me gustes, le dí mi palabra a Arturo de devolverte a Drybed Creek como te encontré. Él cree que eres virgen y yo lo creí también hasta que me contaste lo de Diego. Por eso pensé que él había sido tu primer y único amante.

Paula lo miró, atónita.

—¿Estás diciendo que no me habrías hecho el amor si fuera virgen?

—Pues… al menos habría luchado más contra mis más bajos instintos.

—¿Bajos instintos? —repitió ella, arrugando la naríz.

—Instintos básicos, de acuerdo —concedió él—. Todos tenemos instintos básicos y tú esta noche estabas pidiendo guerra. Me deseabas, cariño. Y me necesitabas. Así que no lo niegues —añadió, muy seguro de sí mismo.  Paula no dijo una palabra, pero en sus ojos había confusión y vergüenza. Pedro no lo entendía y estaba empezando a sentirse irritado con la situación. Y con ella. Típico de las mujeres arrepentirse de algo que acababan de hacer—. Nos hemos acostado juntos, cariño. Y ha estado muy bien. Has tenido un orgasmo fantástico. Acéptalo. Eres una criatura muy sexual, solo necesitabas un hombre un poco experto para despertarla. Ahora, puedes volver a tu caparazón y pensar que me he aprovechado de ti o portarte como una mujer adulta y con deseos adultos. ¿Qué prefieres?

Paula levantó la barbilla, desafiante.

—No intentes manipularme, Pedro Alfonso. Nunca he dicho que te hayas aprovechado de mí y soy responsable de mis propias acciones. Siéntete exonerado de culpa si eso es lo que tanto te fastidia. Pero, por favor, no vuelvas a hacerle a Arturo ninguna promesa porque tú y yo sabemos que, en lo que se refiere al sexo, eres incapaz de mantenerlas. Eres tan mentiroso como Diego. Pero mucho más listo.

—¿Qué?

—Yo no te gustaba al principio. Sólo he empezado a gustarte ahora que has cortado con tu novia y me has convertido en algo que se parece más a lo que a tí te gusta. Seguro que Romina es morena y tiene el pelo corto —siguió ella, furiosa—. Pero no te preocupes. No me estoy quejando. Mira lo que yo he conseguido: un orgasmo fantástico. Y seguro que podría tener más —añadió, irónica. Pedro estaba boquiabierto—. Pero no esta noche. Mañana es un gran día. Femme Fatale, ¿Recuerdas? Ahora mismo necesito un baño, algo de cena y ocho horas de sueño. Así que, si no te importa… me gustaría estar sola.

Pedro también estaba furioso. Arturo le había advertido que Paula era difícil y acababa de recibir la primera lección.

—Muy bien —dijo, saltando de la cama antes de darse cuenta de que su furia se había convertido en una erección.

Al verlo, Paula se puso colorada.

Pedro  sonrió diabólicamente, pensando en la noche siguiente, cuando le enseñaría a aquella chica tan orgullosa que el sexo era una fuerza muy poderosa y la satisfacción sexual una necesidad urgente que no se para ante nada. Él la convertiría en una esclava de esa necesidad. Haría que no pudiera vivir sin ella. Haría que lo suplicara.

—Tus deseos son órdenes para mí —dijo, irónico—. Llámame si quieres que te frote la espalda.

Después de eso, salió de la habitación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario