miércoles, 23 de diciembre de 2015

El Jeque Y Su Novia Rebelde: Capítulo 8

-Me encantaría -contestó Paula encantada ante la idea de hacer otra cosa que no fuera limpiar.

Lady Pamela sonrió.

-Me encanta ayudar al príncipe a organizar sus recepciones, pero es mucho trabajo para una persona sola, así que me serás de gran ayuda.

-No sé si a la jefa de limpieza le hará mucha gracia -comentó Paula mordiéndose el labio.

A continuación, para su horror, se dio cuenta de que habían llegado a su casa y de que su padre los miraba con desprecio desde la puerta.

Pedro, que no había dicho nada mientras las dos mujeres hablaban, lo estaba mirando con los ojos entrecerrados y los dientes apretados, fijándose en que Miguel Chaves parecía furioso.

Paula  bajó del coche seguida de cerca por Pedro, que le dijo al conductor que sacara la bicicleta del maletero. Mientras el hombre así lo hacía, Pedro se presentó y le explicó al padre de Paula lo que había sucedido, lo que Miguel Chaves pareció aceptar.

-Así que ahora esa ramera trabaja para el príncipe, ¿eh? -comentó una vez a solas con su hija y con su mujer-. Obviamente, quiere meterse en su cama para recuperar el castillo que perteneció a su familia, pero no tiene nada que hacer porque seguro que el príncipe sabe que es una furcia que sólo busca su dinero.

-Por lo que me han dicho, no es fácil engañarlo -intervino Noemí-. Todo el mundo sabe que, antes de quedarse viuda, lady Pamela se acostaba con quien le daba la gana. Obviamente, por eso sir Roberto le dejó tan poco dinero a su muerte.

Paula miró a su perro con tristeza, deseando que su padre y su mujer fueran más compasivos con los demás.

Vivían en un pueblo pequeño en el que no había secretos y ella también conocía la historia de la aristócrata.

Lady Pamela se había casado hacía ya más de diez años con sir Roberto Anstruther, un próspero hombre de negocios que le doblaba la edad. Una vez convertidos en marido y mujer, habían decidido volver a las tierras que antaño fueran propiedad de la familia de ella y pronto habían comenzado las habladurías.

Sir Roberto tenía en aquel lugar un pabellón de caza que no solía utilizar muy a menudo y su mujer decidió reformarlo y utilizarlo como casa de vacaciones.

Sir Roberto pasaba mucho tiempo en Londres y su mujer solía ir mucho por la finca con amigos.

Cuando su marido murió, los rumores se hicieron cada vez peores y la gente llegó a decir que les había dejado casi todo el dinero a los hijos que había tenido en su primer matrimonio como venganza por sus continuas infidelidades.

A pesar de todo aquello, Paula creía que lady Pamela merecía el beneficio de la duda, ya que le había parecido una mujer encantadora y ninguna persona que hablaba mal de ella tenía pruebas definitivas de que la aristócrata hubiera sido infiel a su marido o de que se hubiera casado con él por dinero.

-No tengo interés en que me hagan fotografías -proclamó Paula impaciente cuatro días después mientras cruzaba el patio del castillo.

Zaira se rió al ver la cara de confusión de Bruno Judd.

-Si conociera usted al padre de Paula, señor Judd, entendería por qué se lo dice -le explicó al fotógrafo-, ¡Si conociera usted a Miguel Chaves, jamás le habría pedido a su hija que posara en minifalda! Yo soy amiga suya desde hace mucho tiempo y jamás le he visto las rodillas, así que no creo que usted vaya tener más suerte que yo.

-La oportunidad que le estoy ofreciendo es increíble. Le aseguro que no hay nada ofensivo en mi propuesta. Lo que pasa es que me da pena que se desperdicie una bellezatan increíble -contestó el hombre frustrado-. Yo creo que Paula podría llegar a ser una modelo famosa...

-¡Pues claro que podría serlo! -exclamó Zaira alejándose con Paula-. ¿Tú crees que lo dice en serio? -le preguntó a su amiga una vez a solas.

-No sé -contestó Paula encogiéndose de hombros-. En cualquier caso, me da igual porque cuando me vaya de aquí pienso ir directamente la universidad y no pienso perder el tiempo con estúpidos sueños de fama y pasarelas.

-¿Qué tal te vas con lady Esnob? -le preguntó Zaira cambiando de tema.

-No la llames así -contestó Paula-. Se porta muy bien conmigo.

-Qué raro porque todo el mundo dice que es muy mala persona.

-No es cierto.

-Si tú lo dices... -contestó Zaira, nada convencida.

Paula  llevaba dos días trabajando para lady Pamela y estaba encantada contestando el teléfono, dejando mensajes, organizando la mesa llena de papeles de la aristócrata, deshaciéndole las maletas, planchándole la ropa y recogiendo la habitación en la que lady Pamela se hospedaba cuando estaba en el castillo.

Lady Pamela la trataba como a una conocida en lugar de cómo a una empleada y Pedro no podía evitar querer complacerla.

Pedro frunció el ceño al ver a Bruno Judd hablando con Paula en el patio, pues de todos era sabida la falta de escrúpulos del viejo fotógrafo.

Cuando se disponía a apartarse del ventanal, preguntándose si debía o no intervenir, llamaron para decirle que lady Pamela quería verlo en persona inmediatamente.

-¿Qué ocurre que es tan importante como para que no lo podamos tratar por teléfono? -le preguntó a la aristócrata unos minutos después.

-Lo cierto es que es una cuestión un tanto delicada -contestó Pamela-. Ha desaparecido una de mis joyas de mi habitación.

Pedro se puso muy serio.

-Voy a llamar a la policía ahora mismo.

-No, no quiero que el personal de servicio se sienta bajo sospecha. La verdad es que el broche que ha desaparecido no valía demasiado.

-El valor económico es lo de menos. No pienso tolerar que nadie robe nada en mi casa.

-Espera un poco antes de llamar a la policía. A lo mejor, no me lo han robado y simplemente lo he extraviado. Le voy a decir a Paula que busque bien por toda la habitación.

-Como tú quieras -contestó Pedro preguntándose por qué habría ido hablar con él sin haber buscado bien antes-. ¿Tienes ya la lista de invitados para la fiesta?

-Casi está terminada -contestó Pamela-. ¿Por qué no vienes a tomar café hoy conmigo?

-Muy bien, nos vemos dentro de media hora -contestó Pedro  a pesar de que no le apetecía demasiado.

Cuando Pamela le contó lo que había sucedido con el broche, Paula se preocupó de veras porque sabía que, si algo desaparecía, todos eran sospechosos.

-Por supuesto, me pondré a buscarlo ahora mismo -le dijo.

-Si no te importa, busca primero por esta sala y, cuando llegue el príncipe a tomar café dentro de media hora, te pasas a mi dormitorio y sigues allí -le pidió lady Pamela-. Muchas gracias por tu ayuda. Espero que aparezca.

Paula estaba a cuatro patas buscando el broche por el suelo cuando oyó llegar a Pedro y no pudo evitar sentir una gran emoción.

Por mucho que lo intentaba, no podía dejar de pensar en él.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, me tiene totalmente atrapada esta historia Naty, me encanta. Decime que no la va a acusar a Paula de lo del broche.

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  2. Muy buenos capítulos! No creo nada en la bondad de Pamela para con Paula, para mi es una trampa! :/

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