sábado, 26 de diciembre de 2015

El Jeque Y Su Novia Rebelde: Capítulo 12

Inmediatamente, él le desabrochó la blusa y el cinturón de los pantalones. A continuación, la volvió a sentar sobre su regazo y se los quitó sin dejar de besarla.

-¡Cuánta ropa llevas! -comentó besándola por el cuello.

Al sentir sus senos expuestos cuando el sujetador cayó al suelo, Paula no pudo evitar taparse los pechos con las manos y tensarse.

Pedro se quedó mirándola estupefacto, la echó hacia atrás e hizo que apoyara la cabeza en las almohadas.

-Supongo que tendrás experiencia, pero si estoy confundido, por favor, dímelo porque no me acuesto con vírgenes -murmuró Pedro tumbándose a su lado en la cama.

Paula evitó mirarlo a los ojos durante unos segundos. Era consciente de que, si le decía la verdad, no se acostarían con ella y ella no podría soportarlo.

-No soy virgen -mintió a toda velocidad.

-Eres muy tímida... -insistió Pedro.

-¿Y qué?

-Y nada.

-¿Te importaría cerrar las cortinas?

-¿Sólo haces el amor a oscuras? -preguntó Pedro enarcando una ceja.

Paula asintió con vehemencia y Pedro cerró las cortinas, no sabiendo si reírse a carcajadas o si sentir una profunda ternura por aquella chica.

Ya en la oscuridad, Paula se levantó de la cama, tropezó con las ropas que había tiradas por el suelo y cayó, pero no le dio tiempo de cubrirse de nuevo cuando Pedro encendió la lámpara que había en la mesilla y se quedó mirándola.

-¿Por qué te empeñas en ocultar la perfección de tu cuerpo? -le dijo tomándola entre sus brazos de nuevo, devolviéndola a la cama y acariciándole los pezones erectos.

Paula sintió que el calor líquido del deseo serpenteaba hasta su pelvis.

-Pedro... -murmuró Paula acariciándole el pelo.

-Me encanta cómo dices mi nombre... -dijo Pedro quitándose la corbata y la chaqueta.

Anonadada, Paula se quedó mirándolo. Aquel hombre tenía un maravilloso torso fuerte y musculoso y unas abdominales muy masculinas.

Cuando se quitó los pantalones y se quedó en calzoncillos, Paula sintió que se ponía roja como la grana y, cuando Pedro se quitó los calzoncillos mostrando su erección, Paula ya no pudo más y cerró los ojos.

-Yo no soy nada tímido -comentó Pedro.

-Ya lo veo -murmuró Paula.

-Sin embargo, tu timidez me resulta atractiva.

-Oh...

-Oh... -volvió a burlarse Pedro.

A continuación, se tumbó a su lado y comenzó a acariciarle los pechos hasta llegar a su vientre y bajar por sus muslos mientras con la boca seguía la misma estela, haciendo gemir de placer a Paula, que no dudó en arquear la espalda.

El nudo de deseo que sentía en el bajo vientre era cada vez mayor. Pedro le separó las piernas, explorando los rizos rubios que ocultaban su monte de Venus y trazó el perfil de los pliegues de su feminidad, caliente y húmeda.

Paula  no podía dejar de moverse, no podía dejar de echar las caderas hacia delante.

-Oh, sí... -dijo Pedro satisfecho introduciendo un dedo en el interior de su cuerpo.

-Por favor...

-Espera un poco -jadeó Pedro.

A continuación, jugueteó con su cuerpo hasta hacerla suplicar y, cuando Paula creía que ya no iba a poder sentir más placer, Pedro se colocó sobre ella y la penetró con dulzura.

Paula se moría por sentirlo dentro, pero no tenía ni idea del dolor que iba a acompañar al acoplamiento y no pudo evitar gritar.

De repente, Pedro se quedó petrificado y la miró a los ojos con dureza.

-¿Me has mentido? ¿Eres virgen?

Paula  se sonrojó, cerró los ojos y no contestó.

Pedro la miraba con incredulidad.

-Paula...

-No pares -contestó Paula echando las caderas de nuevo hacia delante.

A Pedro le habría gustado poder controlarse, pero era imposible, así que volvió a adentrarse en las profundidades del cuerpo de Paula y siguió dándole placer, levantándole las rodillas y echándoselas hacia atrás para poder penetrarla en profundidad hasta que Paula gritó y jadeó al alcanzar el éxtasis.

Extenuada y felíz, asombrada por su capacidad de gozo físico, Paula apenas podía pensar con claridad tras su primera experiencia sexual.

Pedro la abrazó y la besó en la frente y Paula pudo disfrutar de más o menos unos sesenta segundos de paz antes de que Pedro la mirara con dureza y la apartara de su lado.

-No me vuelvas a mentir -le advirtió.

Paula, que no estaba preparada para aquel ataque verbal, se quedó mirándolo con la boca abierta.

-¡No ha sido para tanto! -se defendió Paula incorporándose, apoyándose en las almohadas y tapándose con la sábana.

-¿Cómo que no? -exclamó Pedro.

-Ha sido una simple mentira...

-¿Una simple mentira? -repitió Pedro poniéndose en pie-. Te he dicho que no te tocaría si eras virgen y me has mentido. Me has engañado y eso no ha estado bien, no ha sido justo.

-Así lo he decidido y debes respetar mi elección -insistió Paula.

-Si me hubieras dicho que eras virgen, yo habría decidido no arrebatarte la inocencia. Acabo de traicionar mis principios -contestó Pedro entrando en el vestidor, tomando ropa limpia y metiéndose en el baño.

Paula oyó correr el agua y sintió unas horribles ganas de llorar. El castigo a su mentira había llegado más rápidamente de lo que ella temía.

Le había entregado su virginidad a un hombre que no la quería y que no parecía apreciar el hecho de que se la hubiera dado porque lo juzgara especial.

¿Acaso era especial de verdad?

Paula necesitaba desesperadamente que Pedro la consolara, que se mostrara amable y afectuoso con ella y, en lugar de hacer eso, se estaba comportando con ella como si hubiera cometido el peor de los crímenes.

Era cierto que había mentido, pero jamás lo hacía. En esa ocasión, la idea de perderlo, de no hacer el amor con él le había nublado la razón y le había hecho faltar a la verdad.

Pedro volvió a aparecer, todavía más guapo que antes, ataviado con un precioso traje gris a medida y Paula se apresuró a desviar la mirada.

2 comentarios:

  1. Wowwwwwwww, qué intensos los caps, y no se cuidaron!!!!!!!! Mmmmmmmmmmmm, se viene la ecatombe jajajajajaja

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  2. Muy buenos capítulos! Se me hace que la mentira le va a salir cara a Paulita! ;)

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