Paula hubiera querido tener unos cuantos días de tranquilidad, para controlar sus emociones y empezar a hacer planes para el futuro, pero no fue así.
En cuanto estacionó la camioneta y entró en la cocina, Mirta la acosó con sus acostumbradas preguntas.
—¿Y bien? ¿Para qué quería verte el abogado? ¿Qué era tan importante?
—Hablamos de unos asuntos relacionados con la propiedad, Mirta —se sirvió una rebanada de pastel—. No es nada realmente interesante —comentó con naturalidad premeditada para hacer callar a Mirta, pero no dio resultado.
—¡Ja! No me digas —protestó y empezó a amasar la masa del pan con un vigor exagerado—. Y me imagino que yo no formo parte de esta casa, a pesar de que nací aquí mismo en tiempos de tu abuelo. Aquí me crié y heredé el puesto de ama de llaves de mi madre, cuando ella se retiró. Yo te eduqué cuando tu madre murió, pues tu padre en eso casi no me ayudó. He limpiado esta casa y cocinado durante tantos años…
—Está bien, Mirta —Paula miró al techo—. Lo siento, tienes razón. Tienes todo el derecho del mundo de saber lo que está pasando aquí.
—Claro que lo tengo —rezongó de nuevo.
—Una agencia de publicidad quiere usar el nombre y una foto de Glen Gallan para una campaña publicitaria —explicó—. MacPhail cree que eso atraerá al turismo, y que el negocio volverá a ser como antes.
—Esa me parece una buena noticia —dejó que la masa reposara—. No entiendo por qué no me contaste eso cuando entraste, en vez de tratar de guardarlo en secreto.
—Prefiero esperar y ver si en verdad vienen los turistas —contestó la joven—. Cuando así sea, entonces podremos celebrar.
—Sí —Mirta era una persona cautelosa, de modo que estuvo de acuerdo—. ¿Y qué tiene que ver en todo eso Pedro Alfonso?
—¿Alfonso? —alzó una ceja, fingiendo inocencia.
—También estuvo presente, ¿no? —la miró con sarcasmo.
—¿Cómo te enteraste? —suspiró, exasperada.
—Porque ayer me llamó a la hora de la comida, para preguntarme si habías salido a tiempo de aquí, para no llegar tarde a la reunión.
¡Maldición! Paula se olvidó de ese detalle y ahora parecía que ya no tendría más remedio que hablar de Pedro.
—Pedro estuvo presente, porque el whisky que está destilando es el nuevo producto que quieren anunciar —se puso de pie y se sirvió una taza de té—. Quieren llamarlo “Glen Gallan”.
—Una Chaves ayudando a un Alfonso—Mirta estaba atónita—. Creí que nunca llegaría ese día…
—A mí no me parece algo malo —Paula se encogió de hombros—. No tengo nada que perder y, si eso me ayuda a ganar dinero para conservar estas tierras, tanto mejor.
—Vaya, me da gusto saber que por fin estás actuando con sensatez —por primera vez en muchos años, esbozó una amplia sonrisa.
—No soy tonta. Sólo un loco habría rechazado un trato como ese.
—Tu padre no lo habría aceptado —declaró con firmeza—. El jamás habría tenido nada que ver con los Alfonso.
—Bueno, pues no soy como él. Yo tomo mis propias decisiones.
—Sí, por fortuna eres así. De lo contrario, todos nos habríamos quedado en la miseria —comentó con fervor—. Esto significa que no heredaste la necedad de tu padre. Aún hay esperanza…
Era la primera vez que Paula oía que Mirta hablaba de Miguel con esa falta de respeto. Miró con agudeza a su ama de llaves y decidió que ya era hora de que Mirta contestara a unas cuantas preguntas, en vez de hacerlas todo el tiempo.
—Entonces, me imagino que tú y Pedro pasaron la noche en Edimburgo — añadió la señora.
—Eso sí es un asunto personal, Mirta. Y no pienso decirte algo al respecto — apretó la boca.
—Bueno, eso significa que así fue, de lo contrario lo hubieras negado de inmediato —asintió y sonrió—. Además, como anoche no regresaste a casa, llamé a la señora Ross. Ella me dijo que Pedro tampoco estaba en casa.
—De modo que lo dedujiste, ¿verdad?
—Sí, siempre he sido muy buena para las deducciones. Es lo único que hago en esta casa —se quejó.
—Está bien —concedió Paula—. Pedro y yo pasamos la noche en el hotel Caledonian de Edimburgo. Me imagino que mañana ya todos estarán enterados en Kinvaig.
—Yo no soy chismosa —declaró, severa—. Es cierto que escucho los rumores, mas no los propago; además, esa es la mejor noticia que he tenido en mucho tiempo. Esta estupidez ya duró demasiado. Me alegro de que ya haya terminado y que ustedes dos se hayan reconciliado.
Paula guardó silenció y Mirta la miró con suspicacia:
—Ya terminó, ¿verdad?
—No quiero hablar del asunto, Mirta —de pronto, la invadió toda esa tristeza que la acompañó durante el trayecto.
Muy buenos los caps. Cada vez más intrigante, ya quiero saber el secreto del padre de Pau que todos saben y ella no.
ResponderEliminarMepa que el padre de Paula era un verdadero HdP!!!
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Me parece que a paula le tienen que contar un par de verdades del padre!
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