martes, 1 de diciembre de 2015

La Traición: Capítulo 12

—Sí —musitó la rubia. Sus ojos café relampaguearon de furia al ver a Paula—. Bueno, debo irme —le sonrió a Pedro—. Gracias por todo. Espero que podamos vernos pronto, Pedro.

Este acompañó a su invitada a la puerta, rodeándole la cintura con un brazo, y Paula sintió cómo crecía su resentimiento, y para evitarlo, se dedicó a observar la habitación.

Era tal y como la imaginaba. Había cuadros de los ancestros de la familia, muebles antiguos y un olor a madera, cuero viejo y whisky.

—¿Qué quieres tomar? —inquirió Pedro al regresar.

A la joven le costó trabajo hablar sin ira. Su misión actual no tenía nada que ver con lo que sucedió en el pasado, y ella no debía caer en la trampa de portarse como una mujer despechada, con sed de venganza. Eso podía esperar.

—Nada. Te dije que esta no era una visita social.

—Cierto —se sirvió y alzó la copa—. No fuiste sociable con Pamela, sino hostil y bastante grosera.

—Y tú fuiste un mentiroso cuando le dijiste que era una vieja amiga tuya — declaró, conteniéndose para no mostrarle cuán hostil y grosera podía ser—. Debiste deshacerte de ella antes de hacerme entrar. Si quieres vanagloriarte ante mí con tus tontas amiguitas, no esperes que les estreche la mano.

—Veo que sigues saltando a conclusiones apresuradas —la regañó—. Pamela no es mi novia. Es una historiadora de Edimburgo. Tengo unos documentos y cartas que le interesan y quiere estudiarlos. Y no se está quedando aquí, tiene un cuarto en el hotel —tomó un sorbo, muy divertido, al ver que Paula se sonrojaba—. No te sientas mal. Le daré una disculpa de tu parte la próxima vez que la vea.

La chica se mordió el labio de frustración y enojo. Ya había actuado como una tonta y Pedro se estaba burlando de ella, sin embargo, él volvió a tomar la iniciativa:

—Me asombra lo sexy que te ves, vestida con un viejo suéter y unos jeans… aunque tal vez mi impresión se deba a que recuerdo cómo te veías sin ropa —la devoró con la mirada y le detuvo el brazo a tiempo—. No seas mala. No debes abofetear a un hombre que te acaba de hacer un cumplido.

—No quiero nada de tí, Alfonso —zafó el brazo y lo contempló con ira.

—Eso me resulta difícil de creer —alzó una ceja—. Tú misma dijiste que esta no era una visita social; tal vez por fin, quieras pedirme perdón por la actitud que asumiste el día en que enterraron a tu padre.

—Tuviste la suerte de que yo no hubiera apretado el gatillo.

—Y tu la de que no te diera la paliza que merecías —declaró con amargura—. Pero te habría abochornado frente a los demás y no podía hacerte eso, en el funeral de tu padre. Por ello permití que tú me humillara a mí.

—Lo merecías. Merecías algo mucho peor por la forma en que me trataste y humillaste.

—Entonces, ya estamos a mano —declaró sin amargura y con una mirada vacía de toda expresión.

¿A mano…? Paula  tuvo el impulso de reír.

—Eso pasó hace cinco años. ¿Vas a pactar una tregua o vas a seguir rechazando aquello que deseas?

—¿Y qué es lo que deseo? —frunció el entrecejo.

—Un hombre que te abrace, que te ame y te proteja.

Ese hombre era increíble, jadeó la joven. ¿Acaso creía que ella tenía una esponja por cerebro? Bueno, sólo había una forma de averiguarlo. Se controló a sí misma y musitó, afligida:

—Bueno, supongo que cinco años sí es mucho tiempo. Y me imagino que tenías un buen motivo para irte… de manera tan repentina como lo hiciste —hizo una pausa y su sonrisa fue reacia y comprensiva—. Lo bueno fue que después de todo, no quedé embarazada, pero estoy segura de que hubieras hecho lo correcto por tu hijo.

—Por supuesto —declaró con firmeza.

Paula sintió que no podía seguir adelante con la farsa, pero asintió:

—Ya todo pertenece al pasado, ¿verdad? Deberíamos tratar de perdonar y olvidar. No hay razón para que no podamos ser amigos…

—Me alegra ver que al fin adoptas una actitud razonable —sonrió después de contemplarla en silencio—. Lo que pasó fue muy desafortunado pero yo no…

Esta vez, la chica fue demasiado rápida para él y su mano se estrelló en la mejilla de Pedro.

—Eres un mentiroso, un traidor, una basura —le espetó. Sus ojos se llenaron de lágrimas y le golpeó el pecho con los puños—. Eres un hombre despreciable. No eres nada más que un… —jadeó cuando él la atrajo con fuerza hacia su cuerpo.

—Basta… Te estás volviendo histérica —gruñó.

—Suéltame, cerdo —apretó los dientes.

—Te soltaré hasta que te hayas calmado.

—Está bien… —le costaba trabajo respirar, apretada contra él—. Eres más grande y fuerte que yo. No necesitas probarlo.

Pedro la soltó y se dirigió al bar. Regresó y le dio una copa de whisky.

—Toma.

—No quiero nada de tí —rabió.

—Bebe y trata de serenarte —le ordenó.

—No quiero serenarme —de un manotazo, tiró la copa al suelo—. Estoy disfrutando mucho de esto. Esperé demasiado tiempo para decirte cuánto te detesto.


Pedro vió los fragmentos de cristal y la mancha en la alfombra y luego alzó la vista.

—Bueno, ya que estás muy divertida, no veo por qué yo no voy a imitarte.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, cada vez más linda se está poniendo jajajaja.

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  2. Muy buenos capítulos! Me encantaría saber que es lo que tiene para decir Pedro de lo que pasó!

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