jueves, 3 de diciembre de 2015

La Traición: Capítulo 14

—Eres despreciable —empuñó las manos, frustrada.

—Ya me lo dijiste —volvió a tutearla; su voz tranquila contrastó con el brillo de dureza que iluminó sus ojos—. Has adquirido todo un vocabulario nuevo, pero preferiría que lo practicaras con otra persona, de lo contrario, podría olvidarme de mi caballerosidad y entonces terminar lo que empecé, sólo para darte una lección.

—Inténtalo y verás lo que te pasa —le advirtió.

—La última vez que te ví, amenazaste con hacerme algo increíble con una escopeta —se echó a reír— Veo que no te has ablandado con la edad.

—Tienes razón.

—Mas no puedes negar que sientes cierta… emoción cuando estamos juntos.

—Ni siquiera voy a tomarme la molestia de contestar a eso —se tensó. Se ruborizó cuando él la observó en forma penetrante. ¿Acaso su alma, inconscientemente, aún ansiaba a ese hombre? ¡No, eso no podía ser! ¿Y si lo era? Pedro parecía estar seguro de ello y creía haberlo comprobado.

¿Qué clase de maligno hechizo la había envuelto? ¿Cómo pudo Paula perder el contacto con la realidad? Después de la forma en que ese hombre la trató, debió tener más control. ¿Por qué le afectaba de ese modo? Pedro era como una fuerza elemental, sin una conciencia. El empezó a desnudarla casi de inmediato y ahora actuaba como si nada hubiera sucedido.

—Deja de mirarme así —se sonrojó.

—¿Cómo? —fingió inocencia.

—Como un tigre a su presa.

—No lo puedo evitar —sonrió—. Bueno, hablemos de negocios. En mi opinión.

—No me interesa tu opinión —le informó con frialdad—. Vine a hablar de Para Mhor.

—¿Para Mhor? —suspiró, nostálgico—. Así que yo tenía razón. Tú tampoco puedes olvidar ese maravilloso día.

—Me enteré de que tienes la intención de construir algo allí —apretó los dientes, ignorando el comentario—. ¿Es cierto eso?

—Mis planes no son un asunto de tu incumbencia —se encogió de hombros—. ¿Por qué habría eso de preocuparte?

—Para Mhor siempre ha sido un terreno común para que allí pasten los borregos —le recordó con enojo—. Si vas a edificar algo allí, necesitas que te de mi permiso.

—¿Y me lo darías?

—Nunca —declaró con satisfacción.

—¿Por qué? ¿Acaso tienes la intención de llevar borregos a la isla?

—Quizá sí, quizá no. Esa no es la cuestión —habló con aspereza.

—¿Entonces, cual es? —inquirió, intrigado.

—No me consultaste nada primero —lo miró con enojo—. Esa es la cuestión.

—Entiendo —asintió—. De modo que sólo estás actuando con la terquedad de una mula. ¿Y si te dijera que quiero construir un albergue vacacional para niños huérfanos?

—Bueno, en ese caso… yo… yo… —estaba confundida.

—Está bien, no dejes que tus principios morales te hagan pasar un mal rato —se mofó—. No tengo la menor intención de hacer nada en Para Mhor.

—Luis se enteró de que llevaste a un topógrafo allá —lo desafió—. Era algo relacionado con una marina y unas cabañas.

—Lo que Luis oyó, fue sólo un rumor. No deberías prestar atención a los chismes.

—Entonces, ¿no es cierto?

—No.

—No sé si debo creerte o no, Alfonso—susurró—. Eres manipulador y mentiroso…

—Cuidado con lo que dices, Paula —gruñó, sombrío—. Puedo disculpar los insultos que me dijiste cuando estabas enojada, pero no eso.

La chica se mordió el labio, frustrada. Si Pedro decía la verdad, entonces ella pudo abstenerse de ir a esa casa, para ser humillada.

—La verdad es que fui yo quien inició ese rumor —la observó con sorna y ella se tensó—. Sabía que te enterarías de ello tarde o temprano y que, cuando así fuera, reaccionarías como todos los Chaves y que vendrías a verme, muy enojada y dispuesta a darme una lección —sonrió—. Más nunca imaginé que vendrías de noche, con una tormenta como esta. No sabía que fueras tan impetuosa.

—¿De modo que esto es tan sólo una sádica broma de tu parte? —el resentimiento hizo presa de ella.

—Tú tienes la culpa. No has querido verme o hablar conmigo desde que regresé. Tenía que encontrar la forma de que nos reuniéramos, para que pudiéramos hablar de lo sucedido.

Al darse cuenta del engaño y la manipulación, Paula experimentó una sensación de vacío en su interior. ¡Qué tonta había sido! ¡Y qué satisfecho estaba Pedro con los resultados de su intriga!

—Está bien. Tu plan infantil dió resultado y yo caí en la trampa. Tal vez estás muy contento, pero te aseguro que todo fue una pérdida de tiempo. No quiero hablar contigo acerca de nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario