jueves, 3 de diciembre de 2015

La Traición: Capítulo 13

Paula sintió que todo esto estaba mal: no había ido a verlo para hablar del pasado. Pedro fue quien lo mencionó, mas ella debió ignorarlo. La fría indiferencia era a veces más poderosa que la rabia, pero los Chaves siempre habían sido abiertos y sinceros acerca de sus sentimientos; no toleraban el engaño y, debido a eso, Paula  cayó en la trampa que estuvo evadiendo.

Comprendió el comentario de Pedro, cuando este la volvió a abrazar con fuerza.

—¿Qué crees que haces? —abrió los ojos, asombrada—. Suéltame.

—No lo dices en serio Paula; esta es la verdadera razón por la que viniste, ¿no? —jadeó con deseo ella pasó saliva—. El absurdo orgullo de los Chaves, es lo único que te ha mantenido alejada durante tanto tiempo, pero tu cuerpo ha estado ansiando el mío. Ambos entramos al paraíso ese día en Para Mhor, y has deseado experimentar lo mismo desde entonces. Sabes que eso no será posible sin mí. Nacimos el uno para el otro y tú lo sientes tanto como yo.

—Suéltame. Estás mal de la cabeza… Lo único que me inspiras es desprecio.

—No lo creo, Paula—sonrió.

—Eso es porque eres arrogante y presumido. Los buenos sentimientos que tenía por tí, desaparecieron hace mucho tiempo.

—Eso dices —sonrió con frialdad—, pero yo pienso, descubrir la verdad —la besó y, desesperada, la chica quiso romper el contacto al volver la cabeza de lado a lado, pero tan sólo se quedó sin aliento.

Cuando Pedro al fin se separó, Paula aspiró profundamente.

—Me lastimaste —jadeó—. Suéltame, maldita sea.

—No. Creo que eso te gustó. Pienso que preferirías que te poseyera por la fuerza, porque así no tendrías que reconocer que deseaste a un Alfonso. Tendrías placer sexual sin sentirte culpable al respecto.

Paula se quedó boquiabierta al darse cuenta de que él hablaba en serio.

—Estás equivocado —exclamó—. No quiero que me toques. Por favor, Pedro…

—Grita si eso te hace sentir mejor —sonrió, burlón—. Puedes actuar en el papel de la doncella escandalizada. Insúltame, suplícame, solloza; eso aliviara tus remordimientos de conciencia y al fin podrás ser mía sin darle tiempo de reaccionar, le quitó el suéter con rapidez. Un instante después, le desabrochó el sostén y lo lanzó a un lado.

Pálida por la impresión, la chica intentó ocultar su desnudez al separarse, pero Pedro volvió a rodearla con sus brazos. Le acarició un seno y al sentir la instintiva hinchazón, susurró:

—¿Ves a lo que me refiero, Paula? Tus palabras son muy distintas al mensaje que me envía tu cuerpo. Me deseas…

Las sensuales caricias la hicieron gemir. Paula quiso resistirse, pero un deseo más poderoso destruyó su fuerza de voluntad. Una excitación vergonzosa la hizo derretirse.

—¿Ya? —la desafió, sintiéndola rendirse—. ¿Qué es lo que te pasa, tigresa? ¿No vas a pelear, a rasguñarme, a pegarme? Esto ya no resulta divertido. ¿Acaso olvidas que soy un Alfonso? Durante generaciones, hemos sido los peores enemigos… — insistió con un sarcasmo que le hizo recuperar la sensatez. La joven trató de empujarlo, mas no lo logró—. Vamos, Paula. Puedes hacerlo mejor. Deberías defender tu honor con uñas y dientes.

De pronto, la chica se horrorizó al sentir que Pedro le bajó la cremallera de los jeans.

—Bueno, quizá hay ciertas cosas qué son más fuertes que el sentido del honor, el ansia, por ejemplo. El ansia de amar y de tener a un hombre. Veamos cuán ansiosa estás…

Desesperada, tomó la pretina de su pantalón y por fin logró apartarse de ese hombre. Alzó un brazo frente a ella para cubrirse y musitó.

—No, Pedro. Por favor… ya basta.

—Está bien —echó a reír sin dejar de contemplarla—. Tranquilízate. No voy a lastimarte, pero creo que ya demostré que tenía razón, ¿no crees? —recogió la ropa del suelo y se la dio—. Cúbrete antes que cambie de opinión.

Paula  se subió la cremallera, ignoró el sostén y se puso el suéter con rapidez. Ahora, sólo tenía que ocultar su vergüenza bajo un manto de indignación.

—Deberían encerrarte en la cárcel. Lo único que has probado es tu poca caballerosidad, y no sé por qué me asombra. Después de todo, yo misma descubrí eso hace mucho tiempo.

—¿Estás segura de que no quieres tomar nada? Ese es un whisky muy fino, añejado durante doce años. Aún no lo introducimos al mercado y me gustaría que me dieras tu opinión.

—Ya sabes lo que puedes hacer con tu whisky —rabió.

—Vaya, tú estás demostrando que, sin lugar a dudas, no eres una dama —le llenó la copa—. Sin embargo, estoy seguro de que con un poco de tiempo y de cooperación, podremos hacer de ti una chica presentable para la sociedad. Has estado sola durante demasiado tiempo.

—Te encanta burlarte de mí, ¿verdad? —exclamó ella—. Debes divertirte mucho para decir tantas tonterías.

—Mi querida jovencita… —empezó a regañarla.

—No soy tu “querida jovencita” —interrumpió, brusca.

—Muy bien —se encogió de hombros—. Señorita Chaves, yo no tenía la intención de burlarme de usted. Tan sólo quería satisfacer mi curiosidad y comprobar si su cuerpo era tan hermoso como yo lo recordaba; y también si se seguía excitando con la misma facilidad. Me alegra saber que así es.

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