jueves, 4 de mayo de 2017

Por Tu Amor: Capítulo 16

-Cuéntamelo.

Durante un momento, Pedro recordó lo que su madre había hecho y lo que él había hecho para ocultarle la verdad a su padre. Todavía recordaba el rostro furioso de Horacio Alfonso diciendo que Pedro nunca llegaría a nada. Que no podía soportar verlo. Que sólo era el hijo de su madre, porque ningún hijo suyo podía ser tan incompetente.

 -Olvídalo -dijo Pedro.

Se disponía a levantarse cuando sintió la mano de Paula sobre la suya.

-Pedro, ponte en el lugar de tu hermano. ¿Cómo te habrías sentido si Sonia hubiera desaparecido sin decir nada? ¿O Matías? ¿0 alguien que te importara?

Él se fijó en sus ojos azules llenos de preocupación y compasión. El calor de sus dedos llegó al lugar frío y vacío que guardaba en el interior de su cuerpo. Sus palabras penetraron despacio en su cabeza y calmaron su rabia. Al pensar en la posibilidad de que ella desapareciera de su vida, sintió una fuerte presión en el pecho. La admiraba y la respetaba. Era una bella mujer. Se sentía atraído por ella... y no por su manera de trabajar. Y si esa atracción no estaba relacionada con el trabajo, no podía permitir que sucediera. Le gustaba el riesgo, pero no podía arriesgarse a perderla. Trató de relajarse.

-De acuerdo, Mati. Tienes razón. Me marché sin avisar.

-¿Acabas de admitir que te equivocaste? -preguntó ella, arqueando una ceja.

-No -contestó él.

 La miró y sonrió. Matías se rió.

 -Me temo que ésa es otra característica de los Alfonso.

-Un don y una maldición -comentó Paula.

 Matías le sonrió y miró a su hermano.

 -En serio, Pedro. El negocio era rentable. La falta de liquidez sólo es consecuencia de que se ha producido malversación. Papá es un brillante hombre de negocios.

-Nunca he dicho que no lo fuera.

-Dicen que te pareces mucho a él.

-Eso también lo he oído -y estaba harto de oírlo.

-Tienes que ir a verlo -continuó Matías-. Es evidente que no has llegado donde estás por ser estúpido, y sería una estupidez permitir que los sentimientos influyeran en tu buen juicio. Bella Lucia es una buena inversión. Confía en mí.

 Pedro asintió.

-Lo pensaré.

 Vió cómo lo miraba Paula y supo que, realmente, iba a tener mucho que pensar.


De nuevo en la habitación del hotel, Paula sostenía una copita de brandy entre las manos. En el exterior hacía frío y agradecía el fuego líquido que la ayudaba acalentar su interior. Un rato antes había sentido otro tipo de calidez, cuando Pedro le había pedido al conductor que los llevara a dar una vuelta de noche por Londres. Sin duda era el mejor momento para ver una ciudad. La oscuridad y las luces colocadas estratégicamente hacían que resaltara la perfección de los edificios. Igual que la de Pedro. Era el tipo de hombre que hacía que la gente se volviera a su paso, pero Maddie estaba descubriendo que su vida no era en absoluto perfecta. Estaba sentada en el sofá mientras él paseaba de un lado a otro delante de las ventanas.

 -Entonces, ¿Pensarás sobre la posibilidad de ir a ver a tu padre?

-Te dije que lo haría.

-¿Lo has decidido ya o realmente hay algo sobre lo que tienes que pensar? -insistió ella.

-Eso, siempre.

 -¿Por eso paseas como si fueras el encargado de poner a prueba la resistencia de la moqueta?

Pedro se detuvo, se acercó a ella y se sentó a su lado. Su cercanía hizo que pareciera que no quedaba oxígeno en el aire. Paula se preguntó por qué nunca había sentido algo parecido en el despacho de Nueva York, o si la falta de oxígeno era un hecho real después de haberlo besado. Si era así, le resultaría difícil continuar realizando el trabajo que tanto le gustaba.

 -Pasear me ayuda a liberar el exceso de energía -dijo él.

-Hmm.

-¿Qué significa eso? -preguntó Pedro.

Ella se encogió de hombros.

-Sólo es una respuesta poco comprometedora para dejarte claro que te estoy escuchando. Se supone que debe animarte a seguir hablando.

 -No quiero hablar.

 -Entonces, ¿Qué te parece escuchar?

-Depende de lo que tengas que decir.

 -Para empezar, la forma de ligar que tenía Pedro Alfonso cuando era joven apesta.

 La sonrisa que le dedicó hizo que se calentara más deprisa que bebiendo brandy. Era la misma sonrisa del mismo hombre que conocía desde hacía dos años pero, igual que ocurría con la falta de oxígeno, después de haberlo besado su potencia había aumentando exponencialmente.

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