Habían trabajado juntos durante dos años. Era divertido y a ella siempre le había gustado ayudarlo a decidir en qué gastarse los millones. Se había acostumbrado a que Pedro aceptara su consejo y se sentía un poco ofendida por que él hubiera dicho que no. Había algo en su interior que le indicaba que su negativa tenía que ver con algo muy personal.
-No sueles rechazar mis propuestas sin un buen motivo. ¿Podrías darme más datos?
-No.
-Entonces, no lo comprendo. Este proyecto tiene el potencial de convertirse en una gran franquicia en Chicago y en Los Ángeles. Podría atraer a conquistadores en serie, como tú...
Eso estaba fuera de lugar. Ella no tenía derecho a juzgarlo. Excepto que nunca lo había visto comportarse como lo había hecho la noche anterior en el restaurante y no podía evitar preguntarse si tendría sus motivos. Pero descubrir que Pedro no era tan superficial como ella creía tenía su riesgo.
-Lo siento, Pedro.
-Olvídalo. Hemos llegado a un punto muerto -esbozó una media sonrisa-. Mi experiencia me dice que la mejor manera de tratar una situación así es con delicada diplomacia.
-Define delicada -dijo ella.
-Estacionemos esta propuesta hasta que regresemos a Nueva York.
-De acuerdo. Me parece bien.
-Nos marchamos esta tarde.
Ella lo miró a los ojos.
-¿Y qué hay de los negocios que tenías que hacer en Londres?
-Más tarde tenemos una reunión -dijo él-. Después, regresamos a casa.
-Me prometiste que pasaríamos aquí un par de días.
-Lo siento. Tengo que regresar.
-Así que tengo que aprender de tí para retirar las promesas.
-Tengo negocios que atender.
-Está bien. Lo comprendo.
¿A quién estaba engañando? No comprendía nada. Aquel hombre no se parecía al Pedro que ella conocía. No era el chico malo, valiente y seguro de sí mismo con el que ella había ido a Londres para conocer al marido de su hermana. ¿De qué estaba huyendo?
Él la miró con cautela y confusión.
-¿Así de fácil?
-Tú eres el jefe -recogió sus notas y se dispuso a salir de la habitación-. Volveré a la hora de la reunión.
-¿Dónde vas?
Paula lo miró por encima del hombro para no perderse su reacción.
-A comer a Bella Lucia.
Pedro estaba sentado en un taxi con Paula a su lado. Él habría preferido comer en el hotel, sobre todo tras haber experimentado la cena íntima de la noche anterior, que había sido una grata sorpresa. Siempre había disfrutado bromeando con ella, pero aquella noche había habido algo diferente, algo más íntimo que había hecho que compartieran recuerdos del pasado, provocando que se sintieran más unidos. Ella lo había abrazado y, entonces, él la había besado. En ese momento, la había deseado. Pero era Paula. Eran las mismas personas que antes. Llevaban dos años trabajando juntos. En todo ese tiempo él podría haber intentado tener una relación con ella, pero había tenido cuidado para no cruzar la línea y estropear la buena relación de trabajo que mantenían. Pasar cinco minutos con su padre había hecho que en él surgiera algo que provocó que ella lo abrazara. Pedro no quería arriesgarse a sentir ganas de besarla otra vez y, por eso, prefería comer con ella en cualquier otro sitio que no fuera Bella Lucia.
-Lo más probable es que hoy no esté abierto -dijo él.
-¿Y por qué no iba a estarlo?
-Los edificios gubernamentales y los pequeños negocios no abren hoy. Es Boxing Day.
Paula dejó de mirar por la ventanilla y se volvió para mirar a Pedro.
-¿Como el boxeo?
-No. Es el día en el que se distribuyen cajas de comida, ropa y regalos a los menos afortunados.
-Creía que eso se hacía en Navidad.
-Así es. Es una extensión de la festividad y mantiene vivo el espíritu de la generosidad un día más. Así que hay muchas posibilidades de que el restaurante no esté abierto.
El coche se detuvo frente a Bella Lucia justo cuando unas personas salían del interior con cajas de comida. Paula miró a Pedro.
-O no está cerrado o esa gente es de los desafortunados que acaban de tener suerte.
Pedro no hizo ningún comentario hasta que entraron en el restaurante y se sentaron en una mesa para dos. Él no quería estar allí, pero tampoco quería que Paula se quedara sola. -Es muy agradable. La voz de ella interrumpió los malos recuerdos que invadían su cabeza y Pedro levantó la vista del menú que fingía estar leyendo.
-Está bien.
Hasta el momento no había visto a ningún miembro de su familia, lo que le parecía estupendo. Siempre quedaba la posibilidad de encontrarse con un Valentine, pero esperaba poder evitarlo. El restaurante estaba lleno, pero Paula y él estaban en una esquina tranquila.
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