-¿Muchas mujeres? ¿Y dices que no te pareces a él? -al pensar en las mujeres con las que había salido Pedro, sintió como si le clavaran una aguja en el corazón. Deseaba no sentir nada, porque por cómo había respondido ante su beso, sabía que podía sufrir demasiado-. La única diferencia es que tú nunca te casaste con una de ellas. ¿Por qué?
Él la miró con los ojos entornados.
-Porque me gustan las mujeres.
-Eso no es una respuesta.
-Digamos que tengo más que ofrecer como amigo y amante que como marido -al ver que ella iba a preguntarle algo, levantó la mano para que se callara-. Ya hemos hablado suficiente.
El sentido común le enviaba a Paula el mismo mensaje. No podía permitirse que la atracción que sentía por él aumentara. Pedro no quería una relación seria y ella no estaba dispuesta a tener una simple aventura. Cuando iba a la universidad, la habían utilizado como apuesta. Había probado con otra relación y había descubierto que el chico la estaba utilizando para conseguir que Pedro invirtiera en su proyecto. Deseaba un hombre que la amara y se comprometiera. Todavía no se había entregado a ninguno porque quería hacerlo cuando significara algo de verdad.
-De acuerdo. Quizá deberías irte a Heathrow.
-¿Por qué? -preguntó Pedro.
-Porque hoy regresas a Nueva York.
Él la miró.
-¿Estás decidida a quedarte?
-Sí. Tengo vacaciones y me gustaría conocer Londres.
-¿Tú sola?
-Sí -contestó, y no pudo evitar provocarlo-. O quizá Matías pueda enseñarme la ciudad.
-No te gustaría ningún tour que te diera mi hermano mayor -dijo él.
-¿Cómo lo sabes? No lo has visto desde hace doce años, Pedro.
-Porque cuando vivía aquí, Matías era el hermano mayor que todos los chicos deseaban. Sabía cómo pasarlo bien y me llevaba a las mejores fiestas. Él fue quien me introdujo en el mundo de las mujeres y de los coches deportivos.
-Parece que Matías sabría dónde llevarme. No te preocupes. Estaré bien. Que tengas un buen vuelo de vuelta -se puso en pie y se encaminó hacia su dormitorio-. Saldré del hotel cuando encuentre otro sitio donde quedarme.
Él la detuvo agarrándola del brazo.
-No te molestes.
-No es una molestia. Estoy segura de que podré encontrar una habitación...
-Me quedaré.
-¿Estás seguro? El trabajo te espera.
-Trabajaremos aquí.
-Bien -sonrió ella-. Entonces, tendrás mucho tiempo para llamar a tu hermano mayor para que te ponga al día de las últimas técnicas para conquistar mujeres.
-Anoche nos pusimos al día.
-Por favor, no puedo creer que no quieras verlo para recordar los viejos tiempos -arqueó una ceja.
-No. -Esto es lo que hay, Pedro. O llamas a Matías o lo llamo yo.
-¿Por qué eres tan testaruda con este tema?
-Porque sí -porque sentía que a él le creaba un conflicto que no sabía cómo resolver-. Y lo digo en serio.
Pedro la miró durante unos instantes y asintió.
-Está bien. Lo llamaré.
Pedro se alegró de que su hermano le hubiera sugerido que se encontraran en un restaurante que no fuera de la familia Alfonso. Un terreno neutral. Se sentaron en una mesa que estaba en una esquina tranquila y Paula se colocó entre ambos. Mientras observaba a su hermano en silencio, notó una fuerte sensación de vacío que hacía que se preguntara qué se había perdido durante todos los años que no se habían visto. Matías había pedido una botella de Alsace Pinot Blanc. Levantó la copa y brindó:
-Por las reuniones.
-Por las reuniones. Preferiblemente, por otras que no sean las del instituto -Paula chocó la copa contra la de ellos-. Bueno, Mati, a menos que no sea verdad que el otro día estuviste coqueteando conmigo, me veo en la obligación de preguntarte una cosa: ¿No existe la señora de Matías?
-No.
Pedro deseó que la hubiera, sobre todo, cuando vio cómo su hermano se fijaba en el escote del vestido negro que llevaba Paula. Tenía una sensación extraña, una mezcla de placer por ver a su hermano de nuevo y un nudo en el estómago provocado por los celos. No estaba seguro de por qué sentía la necesidad de mantenerla alejada de Matías, pero pensaba que quizá tuviera algo que ver con la imagen de esa niña pequeña que adoraba las casas de muñecas y creía en Papá Noel. Pero era plenamente consciente de que Paula era una mujer adulta. Él había caído en la tentación y la había besado, algo que no debería haber sucedido jamás. Ella lo había acusado de ser como su padre, y no se refería a lo bueno. Lo cierto era que Horacio Alfonso también era el padre de Matías, y ya no conocía a su hermano. No sabía si era igual de mujeriego que su padre. Pero no permitiría que Paula sufriera, ni por causa de Matías ni por la suya propia.
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