-La reunión ha ido bien, ¿No crees? Una empresa de tecnología es lo ideal, pero el tema de los juguetes tecnológicos para niños es una novedad para tí. Estoy segura de que te gustó el diseño del triciclo.
-Que las ruedas traseras se junten -a medida que alcanza velocidad es una manera muy innovadora de enseñar a montar en bici -se cruzó de brazos y apoyó la cadera en el brazo de la butaca.
Su forma de mirarla hizo que ella pensara en el beso que habían compartido. El recuerdo de todo ese calor hizo que se templara una parte de su interior que había permanecido helada durante mucho tiempo. Pasó a su lado y se sentó en la butaca.
-A mí me han impresionado los avances que han hecho en la tecnología de las casas de muñecas. Y lo que me ha parecido un toque brillante ha sido lo de ensamblar dos casas juntas y que una de las adolescentes llame a la otra.
-Las cosas suceden cuando las mujeres hablan.
Paula estaba segura de que era una referencia a la conversación que habían mantenido su hermana y ella. Y probablemente a su decisión de quedarse. Se estaba volviendo loca esperando a que él dijera lo que opinaba al respecto.
-Estaba pensando que esa empresa de tecnología podía integrarse bien con la de Madres de la Invención -dijo ella.
-Parece un riesgo que merece la pena.
-¿Al contrario que el del restaurante?
-Dime lo que estás pensando, Pau-dijo él.
-Me gustaría hablar del hecho de que tu familia esté metida en el negocio de la restauración y cómo está relacionado eso con que te hayas negado a invertir capital en un restaurante prometedor porque, según tú, no sabes nada del negocio.
-No sé nada. Ya no.
-¿Desde que tu familia te dió la espalda hace doce años?
Pedro se puso en pie y comenzó a pasear.
-¿Recuerdas todo lo que digo?
-Sí -durante dos años no había aprendido nada de su vida y aprovechaba para absorber toda la información que él le daba-. ¿Cuántos años tenías cuando te saliste del negocio familiar? ¿Dieciocho?
Él se detuvo delante de ella y la miró.
-Me fui de casa y me marché a Nueva York.
-Un buen gesto de rebeldía.
-Mi padre y yo no nos llevamos bien.
-Ya me he dado cuenta. Pero debió de ser una pelea importante para que te fueras de casa. ¿Qué ocurrió?
-Fue hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo.
La rabia que expresaba su mirada indicaba que estaba mintiendo. Paula decidió no presionarlo.
-De acuerdo -asintió-. Si no quieres hablar de ello, al menos cuéntame la historia de tu abuelo y de cómo el amor hizo que comenzara un negocio familiar.
Pedro se encogió de hombros.
-A Antonio Alfonso lo enviaron a Nápoles como parte del ejército británico en la Segunda Guerra Mundial. Conoció a Lucía Fornari y se casó con ella en mil novecientos cuarenta y tres.
-¿Y?
-Cuando regresaron a Gran Bretaña, él abrió un restaurante en Chelsea y, en honor a su esposa, lo llamó Bella Lucia.
Paula lo miró a los ojos y esperó a que continuara.
-¿Y? -preguntó al fin.
-Más tarde, abrió otros dos. Uno en Knightsbridge y otro en Mayfair.
Al parecer, Antonio dirigió los negocios hasta que falleció, en junio.
-Entonces, ¿No has visto a tu familia en todo este tiempo?
Él se movió inquieto y colocó las manos sobre las caderas.
-Antes de que empieces, recuerda que estaba muy ocupado tratando de sobrevivir. No tener un centavo hace que resulte difícil mantener el contacto.
Él no había tenido nada, sólo dieciocho años y estaba solo en Nueva York. «Oh, Pedro», pensó ella. «¿Por qué te pusiste en esa situación cuando tenías una familia que te quería?». Sin embargo, lo único que dijo fue:
-¿Y qué pasó?
-Sobreviví -se encogió de hombros-. Un día recibí una pequeña herencia de un tío por parte de mi madre y la convertí en Alfonso Ventures.
-Está bien. Pero después de que tu negocio fuera un éxito, ¿Qué excusa tenías para no ir a ver a Sonia?
-Ella trabajaba como cocinera en Bella Lucía.
-¿Y qué te ha hecho regresar ahora?
-¿Necesito un motivo?
-¿Después de doce años? Creo que sí -dijo ella-. Puedo verlo en tu cara; se parece al sentimiento de culpabilidad.
-De acuerdo. Nuestros padres se separaron y yo me marché. A Sonia le tocó lidiar con todo el desastre. Ella me lo pidió y yo se lo debía -se encogió de hombros, como si eso lo explicara todo. Al ver que ella lo miraba, frunció el ceño-. ¿Qué?
Paula se cruzó de brazos.
-Entonces, no te llevas bien con tu padre.
Pedro la miró como si tuviera dos cabezas.
-Ya has oído lo que he dicho. Él rechazó a su familia y fue infiel a mi madre con sus muchas mujeres.
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