martes, 2 de mayo de 2017

Por Tu Amor: Capítulo 12

-Pero están pasando un mal momento, ¿No es cierto?

Sonia miró a Paula y después a Pedro. Él sabía que su hermana estaba siendo discreta para no hablar delante de alguien que no era de la familia, pero Paula era de total confianza. Además, él quería saber qué era lo que había provocado que el floreciente negocio que recordaba se estuviera yendo a pique.

-¿Qué ocurre, Sonia?

Ella asintió, reconociendo que él le estaba dando el visto bueno para hablar.

-Hay un serio problema de liquidez. Resumiendo, ha habido una malversación de fondos y el negocio está casi en bancarrota. Sin una inyección de capital no sobrevivirá.

-Sin duda, eso se puede resumir como que están necesitados -dijo Paula-. ¿Qué van a hacer?

-La pregunta es: ¿Qué va a hacer Pepe? -contestó Sonia-. Anoche no quise sacar ningún tema desagradable, pero tenemos que hablar de ello.

-Esta noche regreso a Nueva York -dijo él.

Sonia se puso seria.

-¿No te importa que el negocio que surgió del amor que nuestro abuelo sentía por su esposa, y que se ha desarrollado con la sangre, el sudor y las lágrimas de dos generaciones de la familia Alfonso, deje de existir?

-¿En una palabra? No.

 Sonia negó con la cabeza.

-El Pedro que yo recordaba no era tan frío y estaba decidido a demostrar que tenía un futuro en este negocio.

-Podías haberme dicho todo esto por teléfono, So.

-Sí, podía. Pero quería que me miraras a los ojos.

La rabia se apoderó de él.

 -Entonces, ¿Todo eso de que querías que conociera a tu marido no ha sido más que una manipulación?

-Llámalo como quieras.

 -Es lo que ha sido. Esta familia no necesita que yo los saque de apuros. Tienen a la reina de Meridia.

 La mirada de Sonia se volvió gélida.

 -Hay tantas cosas erróneas en esa frase que no sé por dónde empezar. Basta decir que Sebastián es familiar mío por matrimonio, pero que tú eres mi familia de sangre. ¿Quién tiene más responsabilidad?

-¿Estamos hablando de la misma familia que me dio la espalda hace doce años?

-Tú te marchaste. Creo que hay algo incierto en cuanto a quién le dio la espalda a quién -dijo ella.

 -Para mí está muy claro. Se supone que debo olvidarme del pasado y entregarles el dinero.

 -Olvidarte no -dijo Sonia-. Aprender de ello. Hay mucho más en juego que el dinero, Pepe. Se trata de restablecer los lazos familiares.

Pedro nunca se había considerado vengativo, pero la sensación de saber que el futuro de su padre dependía de él era embriagadora. Estaba a punto de conocer la venganza y se preguntaba cómo de dulce sería. Lo único que tenía que hacer era no hacer nada. Sonia lo miró fijamente y rompió el silencio.

-Eres imposible, Pepe. Es sorprendente cómo te pareces a papá.

-Y tú sigues tratando de complacerlo -soltó sin mirar a Paula.

-Por el amor de Dios, Pepe, no seas tan estúpido.

La tensión entre su hermana y él era tan fuerte que se había olvidado de que Paula estaba presente hasta que ella aplaudió. Ambos la miraron.

-¿Sabes cuántas veces he deseado decirle eso? -Paula no se sentía nada intimidada por su mirada. Sonia sonrió.

 -Díselo, Pau, con mi aprobación.

Paula miró a Pedro y dijo:

-Su señoría, está siendo un completo estúpido.

-Muy bien, y ahora... -dijo Sonia-. Tengo que irme. Sebastián y yo estaremos por aquí un poco más por si cambias de opinión y quieres hablar -miró a Paula-. Ha sido un verdadero placer conocerte. Espero verte pronto otra vez.

-Cuenta con ello. -Excelente.

Sonia se volvió, pero Pedro miraba a Paula, preguntándose por el comentario que había hecho.

-Nunca te había visto decir algo que no pensases.

 -No lo he hecho.

 -Entonces, ¿Cómo vas a ver pronto a mi hermana si nos vamos?

-Es muy sencillo, Pedro.

 La expresión de su rostro le indicaba que iba a tener un problema. Ella lo miró a los ojos.

 -Me prometiste unos días en Londres y voy a disfrutarlos. Yo no me marcho.

Pedro no había dicho mucho después de que ella hubiera anunciado que se quedaría en Londres, pero Paula sabía que había estado pensando en ello. Durante la reunión de la tarde se había mostrado muy tenso y, de regreso al hotel, no había dejado de mirarla con el ceño fruncido. Acababan de regresar a la suite y ella se había quitado el abrigo. Tras dejarlo sobre el respaldo de una butaca, se volvió hacia Pedro, que la miraba intensamente. Su mirada era oscura y peligrosa, y ella notó cómo se le aceleraba el corazón.

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