martes, 9 de mayo de 2017

Por Tu Amor: Capítulo 22

31 de diciembre. Embajada de Meridia.

Paula entró en el salón de baile agarrada del brazo de Pedro. El vestido de seda blanco que había elegido resaltaba su belleza y él se había quedado sin habla al verla.

 -Me siento como la Cenicienta en el baile -dijo Paula-. Pellízcame, Pedro, para asegurarme de que no estoy soñando.

Él le cubrió la mano con la suya.

-No estás soñando, princesa.

 Aquello era lo más parecido a un cumplido que Pedro le había dicho nunca y significaba mucho, sobre todo cuando Paula sabía que él no quería ir al baile y había ido por ella. Y le había regalado aquel vestido. La idea hizo que se sintiera radiante.

-Entonces, si yo soy Cenicienta, ¿Tú quién eres? ¿El príncipe?

-Si la corona encaja...

Su sonrisa era maravillosa y el esmoquin que llevaba hacía que su aspecto fuera embriagador.

-Gracias por traerme aquí esta noche -dijo ella.

 -De nada.

 -Entonces, ¿Nos ponemos en la fila de recepción?

-¿Tenemos que hacerlo?

-Es la reina. Estoy segura de que hay ciertas normas. Algo que a tí no se te da muy bien.

Y ella debía de estar loca, porque el hombre que pasaba las normas por alto la atraía irremediablemente, con o sin esmoquin. Pedro no era un príncipe, pero era encantador y a ella le costaba resistirse. Era el hombre en el que se había convertido en Londres el que verdaderamente podía hacerle daño. ¿Y qué tenía de malo que bajara la guardia por una noche? Estaban en público. ¿Qué podía suceder?

-Me gustaría saludarla.

 -Con lo bella que estás esta noche... -la miró de arriba abajo y posó la mirada en su escote-. ¿Cómo voy a negarte nada?

Paula se sentía como si estuviera flotando en el aire mientras él la acompañaba hasta la fila de recepción. La habitación estaba llena de mesas con manteles blancos, velas y flores. Un árbol de Navidad, con lazos dorados y flores blancas, dominaba una esquina del salón. Sus brazos se rozaron mientras caminaban y  casi pudo ver las chispas. Sentía un fuerte calor cuando Pedro la miraba y deseaba estar junto a él en la fila para siempre. Pero al cabo de un momento, llegaron junto a Sonia y Sebastián y ambos los recibieron con una sonrisa sincera.

-Paula. Pepe. Me alegro de que hayan venido -dijo Sonia.

 -Gracias por haber invitado al pueblo -bromeó Pedro.

 -Gracias al pueblo por haber venido -dijo Sebastián con humor.

Sonia miró a Pedro.

 -Matías me ha contado que has aceptado estudiar su plan de negocio para el restaurante.

-Así es. Lo hablaría contigo, pero, sinceramente, preferiría llevar a Paula a un lugar oscuro.

 -¿A que tiene mucho sentido del humor? -dijo Paula.

Aunque la idea de estar con Pedro en un lugar oscuro le parecía muy atractiva.

-¿Quién dice que sea una broma? -respondió Pedro mirando a la otra pareja-. Hasta luego.

Rodeó a Paula por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. «Un gesto protector», pensó ella. Pedro no solía hacer eso. Y tampoco iba a lugares oscuros con ella. Sin embargo, la idea le gustaba. Y mucho. La banda de música se colocó junto al árbol de Navidad y comenzó a tocar un vals.

 -¿Me concede este baile, princesa? -preguntó él con una reverencia.

 -Por supuesto, señoría.

Por fuera, Paula parecía tranquila, pero su corazón latía a cien por hora. Al sentir que Pedro la agarraba contra su cuerpo, le flaquearon las piernas. Apoyó una mano en su hombro y, con la otra agarrada a la de Pedro, trató de relajarse. Nunca había bailado con él. ¿Era una buena manera de comenzar el año? No si quería evitar hacerse daño. Lo miró a los ojos y se obligó a decir algo superficial.

-¿Tienes algún propósito para el Año Nuevo?

 -Sinceramente, no he pensado mucho en ello -esbozó una sonrisa-. ¿Hay alguno que creas que debo hacer?

 -Sólo quiero que seas feliz, Pedro.

Él la miró sorprendido.

 -Esperaba que me dijeras algo acerca de que dejara de ser un sinvergüenza.

 -Has sido tú. Yo no he dicho nada.

Él le sujetó la barbilla y le preguntó :

-¿Y tú? ¿Algún propósito? ¿Aparte de mantener el corazón intacto?

-El éxito continuado -contestó.

Un camarero se acercó a ellos con una bandeja de copas de champán. Pedro la soltó y agarró dos.

 -Por muchos años de éxito, trabajando juntos.

 -Brindo por ello -dijo ella, y chocó la copa contra la de él.

La comida la sirvieron en un bufé lleno de bandejas de plata. La música no dejaba de sonar. Pedro se comportaba de manera solícita y permanecía a su lado, actuando como si no hubiera ninguna otra mujer alrededor. Antes de que se diera cuenta, era medianoche. Los camareros circulaban con bandejas llenas de copas de champán, asegurándose de que todos los invitados tuvieran una para brindar. Cuando llegó el momento, todos los presentes hicieron la cuenta atrás.

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