martes, 16 de mayo de 2017

Por Tu Amor: Capítulo 33

-Vamos, Pedro. Eres más brillante que la media. Estoy segura de que puedes darte cuenta de que estoy haciendo la maleta.

-¿Por qué?

-Porque me voy a casa -respondió sin dejar de recoger sus cosas.

-¿Por qué?

Porque echaba de menos su casa. Su familia. Él ya no era el jefe que bromeaba y coqueteaba con ella de manera inocua. Esa relación se había terminado y nunca la recuperaría. Porque era el hombre que amaba. Nada más verlo, sintió un fuerte dolor en el corazón y supo que no podría regresar a Nueva York y fingir que no había sucedido nada. No sería capaz de entrar a diario en la oficina sabiendo que él no correspondería a sus sentimientos. Era una idea demasiado dura como para pensar en ello. Tratando de mantener la compostura, levantó la vista y miró a los ojos azules de aquel chico malo.

 -No puedo seguir trabajando para tí.

-Entiendo -su tono de voz era frío, pero su mirada era ardiente y enojada. La miraba de la misma manera que había mirado a su madre cuando ella había admitido que pedirle que hiciera lo que hizo había sido un error-. Supongo que no puedo decir nada para hacerte cambiar de opinión, ¿No?

No, a menos que pudiera decirle que la amaba con sinceridad.

 -No. Nada.

Él asintió y se volvió sin decir nada más. En cuanto desapareció, Paula supo con total certeza que su corazón nunca volvería a estar entero.

Pedro paseaba de un lado a otro de la suite de Durley House pensando en que no sólo Paula  no le había dado las gracias por la mañana, sino que se había despedido del trabajo. La frustración se apoderaba de él. Imágenes de ella en su cama invadían su cabeza. Era encantadora, en todos los aspectos. Él la había deseado entonces, y la deseaba mucho más, pero nada cambiaba el hecho de que no la merecía. Cerró los ojos y trató de borrar el dolor y la humillación que había mostrado su rostro cuando ella se había marchado de su lado. Había sido un estúpido por pensar que ella le daría las gracias por la mañana. Pero se había marchado. «Buen viaje», pensó él, alimentando su rabia. Era lo único que le quedaba. Llamaron a la puerta y agradeció la distracción, hasta que abrió y vio quién era.

 -Papá.

-Pedro-sonrió el hombre-. ¿Puedo pasar?

-Creo que no tenemos nada que decirnos -contestó, pero recordó a Paula diciéndole que su padre lo quería y que debía perdonarlo-. Está bien; pasa.

Horacio entró y miró la habitación.

 -Es agradable.

-He estado muy cómodo -y a Paula le había gustado, recordó-. ¿Qué es lo que quieres, papá?

Horacio se volvió y lo miró a los ojos.

-Paula vino a verme ayer.

Pedro se quedó de piedra, pero también comprendió dónde había ido ella antes de regresar al hotel.

 -No puedo imaginar qué tendría que decirte.

-Paula había decidido que ya era hora de que yo supiera que te consideraba culpable de algo que no habías hecho.

Pedro nunca se lo había contado a nadie. Nunca. Había confiado en Paula como nunca había confiado en otra mujer y por eso le había contado sus sentimientos más íntimos. Y ella se lo había contado todo al hombre que no debía saberlo.

-Paula no tenía derecho a contártelo -soltó él.

Horacio metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

-Tranquilo, Pedro. Trataba de ayudarnos.

 -Era el secreto de mi madre. Ella me pidió que no te lo contara nunca.

-¿Cómo está tu madre?

 La pregunta sorprendió a Pedro.

-No es que te importe, pero está bien. Y Ricardo también.

-¿Ricardo? ¿O sea que no está sola? -Horacio asintió pensativo-. Me alegro. A pesar de lo que creas, sí me importa. No fui bueno con ella. Nunca la hice feliz.

-Paula nunca me había traicionado antes.

-Y ahora tampoco, hijo. Tiene razón. Ya era hora de que lo supiera.

Era hora de olvidar el pasado. Doce años de soledad, apartado de la gente que él quería... Pedro negó con la cabeza.

-Eso no es posible.

-Probablemente me lo merezco.

-Estabas destrozando a mi madre -soltó Pedro.

Horacio suspiró.

 -Me gustaría decirte que estás equivocado, pero no puedo. Era un egoísta. Herí a tu madre.

-Y yo soy el hijo de mi madre -dijo con amargura.

 -Eres un buen hijo, y no gracias a mí. Es evidente que tu madre es la responsable de que te hayas convertido en el hombre que eres. Pero ahora eres adulto y un ejecutivo brillante. ¿Qué harías si un empleado eludiera una importante responsabilidad y todo indicara que no se había esforzado nada para realizar el trabajo?

 El recuerdo de encontrarse atrapado entre sus progenitores se apoderó de él. Recordó tener que elegir a su madre, pero desear con todas sus Fuerzas que su padre supiera que había tratado cíe hacerlo lo mejor posible.

 -Era como si tú esperaras que lo estropeara todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario