-Nunca me diste muestras de lo contrario, nunca me diste una explicación. ¿Qué más podía pensar?
-Tenía que protegerla de tí. Y eso es culpa tuya.
-Ojalá pudiera decir que te equivocas. Tu madre obtuvo su venganza. El fracaso se hizo público y le costó mucho dinero al negocio. Tardamos mucho tiempo en recuperar la fama que habíamos perdido -miró a Pedro a los ojos-. Pero lo peor es que te perdí a tí.
-Hice lo que tenía que hacer.
Horacio sonrió tristemente.
-Daría cualquier cosa por deshacer lo sucedido y retirar todo lo que te dije aquella noche. Si hubiera sido un padre mejor, si hubiésemos sido capaces de hablar, quizá habrías confiado en mí para decirme la verdad. Me gustaría tener la oportunidad de volver a intentarlo, Pedro. Es hora de que deje de actuar como un idiota y empiece a comportarme como un padre.
Pedro lo miró.
-Nunca te había oído hablar así.
-Tu secretaria habla muy claro, ¿No es así?
¿Paula le había dicho eso? Bien por ella.
-Dice lo que piensa, sí.
-Ambos podríamos aprender de ella. Y espero que no sea demasiado tarde para que empecemos a trabajar en nuestra comunicación -Horacio lo miraba sin parpadear-. Es hora de que te diga lo orgulloso que me siento de tí, hijo.
Una vez más, Pedro se quedó de piedra. Sus palabras cayeron en un lugar vacío y oscuro.
-¿Sí?
Horacio asintió.
-En mi mundo, el negocio se antepone a la familia. Supongo que porque a mí me resultó sencillo. Pero como padre soy un fracaso. ¿Y en las relaciones con las mujeres? -se encogió de hombros-. Tampoco soy bueno en esas cosas.
-¿Qué ha hecho que te des cuenta? ¿Casarte cuatro veces? -preguntó Pedro.
Horacio esbozó una sonrisa. Después se puso serio.
-Me ha costado más de lo que nunca sabrás. El negocio es importante. Pero el amor debería ser lo primero.
-Es interesante viniendo de tí.
-Lo es, ¿verdad? Si hubiera dado prioridad al amor, no habría cometido tantos errores. Con Matías. Con Sonia -miró a Pedro a los ojos-. Y contigo, especialmente.
Pedro tampoco sabía qué decir. Llevaba tanto tiempo escudándose en la rabia y en la amargura que se sentía como si no tuviera dónde esconderse. Y Paula era la responsable de todo aquello.
-Aunque todo esto es muy interesante, papá, nada excusa el hecho de que Paula fuera a verte con información que no tenía derecho a compartir.
-No te enfades con ella, Pedro-la mirada de su padre suplicaba comprensión-. Ha hecho lo que pensaba mejor para tí, hijo mío. Sabes que está enamorada de tí.
-No reconocerías el amor ni aunque apareciera y te agarrara de la mano.
-Te ha defendido como una gata protegiendo a sus gatitos.
-¿De veras?
-De veras. Y tengo la sensación de que tú también estás enamorado de ella -se quedó pensativo-. Yo amé a una mujer una vez, y sólo me dí cuenta de lo que había perdido cuando falleció. Entonces era demasiado tarde. No cometas el mismo error, hijo. Dile a Paula lo que sientes antes de que sea demasiado tarde.
«Ya es demasiado tarde», pensó Pedro. Había arruinado su oportunidad de estar con ella. Entonces, miró a su padre y vió algo reflejado en su rostro que no había visto nunca. Orgullo. Amor. Respeto. Tristeza. Todas las cosas que Paula le había dicho que había visto en su padre después del primer encuentro. Jack había salido huyendo de una mala situación, pero nunca sabría lo que habría sucedido si se hubiese quedado. La soledad de doce años recaía sobre él y no le quedaba más remedio que admitir algo que había tratado de ignorar. Había echado de menos a su familia... A todos, incluido a su padre. Si no lo solucionaba, quizá nunca tuviera otra oportunidad y no podría soportar vivir arrepentido. Paula era la vocecita que oía en su cabeza. Le había dicho lo que pensaba, independientemente de que él quisiera oírlo o no. Ella hacía lo que pensaba que estaba bien. Él la respetaba. La admiraba. La necesitaba. La... Maldita sea, su padre tenía razón. Estaba enamorado de ella.
-De acuerdo, papá. No me enfadaré con Paula.
Horacio asintió.
-Bien. Entonces, ¿Podemos hablar de la posibilidad de que te quedes en Londres?
-No voy a quedarme aquí para siempre.
-A pesar de tu amenaza de desmantelarlo todo, esperaba que regresaras para quedarte y llevar el negocio.
-No. Sobre el negocio... Por lo que he podido comprender, el tío Juan y tú se están distanciando. Cada uno intenta obtener el control.
-Mi elección es la más lógica. Fue el hijo de Juan quien nos puso en este apuro económico.
-¿De veras importa? Lo más importante es salvar Bella Lucia -hasta ese momento, Pedro ni se había dado cuenta de que era eso lo que sentía-. Siento decirlo, pero ninguno de los dos se están haciendo cada vez más jóvenes. Tendrán que pensar en retirarse.
-Si lo hacemos y tú no te quedas, ¿Quién llevará el negocio?
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