martes, 16 de mayo de 2017

Por Tu Amor: Capítulo 36

-¿La mujer que vino contigo a la fiesta de Navidad? -cuando Matías se rió, Nadia añadió-: Ni se te ocurra volver a empezar. No quiero oír nada sobre mi modelito.

-¿Te refieres al top blanco corto, a la falda roja de ante y a las botas? Ah, ¿Y al pendiente que llevabas en el ombligo? Nunca se me habría ocurrido -dijo Matías.

-Era Navidad. Uno debería poder expresar cómo es delante de su familia.

 -Eso es lo mismo que opino yo -dijo Pedro-. Paula tuvo mucho que ver con mi decisión -admitió-. Y tú, Mati. El plan de negocio es estupendo...

-Por favor -intervino Nadia-. No alimentes más su ego.

Pedro miró a su prima Nadia y no pudo evitar compararla con Paula.  Su seguridad y sus contestaciones atrevidas le recordaban mucho a ella. Y cuando Matías y Nadia intercambiaron una mirada llena de chispas, Pedro se preguntó por la relación que tenían. Le daba la sensación de que sería eléctrica, no como la suya con Paula. Cielos, cómo la echaba de menos.

 -¿Dónde está Paula? -preguntó Matías-. Esperaba verla aquí.

 -No. Se marchó a Nueva York hace un par de días.

-¿Han tenido algún problema? -preguntó Matías.

-Tuvimos un... -su hermano lo conocía demasiado bien. No tenía sentido ocultar la verdad-. El problema ha sido que me he comportado como un cretino.

 Nadia le dió una palmadita en el brazo.

-Reconocer el problema es estar a medio camino de solucionarlo, Pepe. Un poco de humillación tampoco viene mal.

-Como si tú supieras mucho de eso -dijo Matías.

 -Sé más de lo que crees -contestó ella, antes de mirar a Pedro-. ¿Has terminado tus negocios en Londres?

Pedro asintió.

-En cuanto veamos al abogado, regreso a Nueva York.

-Dale recuerdos a Paula -dijo Matías.

-Lo haré.

Pedro ya no sentía celos de su hermano. Paula había estado esperando para entregarse al hombre que amaba y no habría ido a su cama a menos que sintiera algo profundo por él. Con suerte, él no había conseguido que dejara de ser así porque, para poder recuperarla, contaba con el hecho de que a ella todavía le importaba.

-Buena suerte -añadió Matías.

Pedro necesitaría toda la suerte y todo el encanto del mundo. Esperaba que no fuera demasiado tarde para recuperarla. Sabía que era hijo de su padre, pero eso no significaba que no pudiera aprender de sus errores. Había encontrado a la mujer que quería, la única mujer del mundo que podía hacerlo feliz. Y la había tenido delante todo el tiempo. Le daba igual cuánto tardara y qué tuviera que hacer, pero la convencería  de que estaban hechos el uno para el otro.



La brisa  del atardecer acariciaba el rostro de Paula mientras descansaba en una tumbona en el jardín del hotel Villa Medid, bebiendo una copa de Cabernet. Decían que el vino tinto era bueno para el corazón y ella estaba poniendo a prueba la teoría. Sólo había tomado un par de sorbos, pero no se sentía mejor. Echaba de menos a Pedro y tenía el corazón roto. Eso no era todo. También echaba de menos su trabajo en Alfonso Ventures. No debía haber ido a Londres. El viaje, más los besos ardientes en la cama de Pedro, habían sido su peor pesadilla. Incluso había tenido que dejar el trabajo que adoraba porque no se atrevía a volver a ver al hombre que amaba. Por otro lado, el sueldo generoso de aquel trabajo le había permitido cumplir su sueño de ir a Florencia. Se lo había sugerido su madre después de que le contara lo que había sucedido. A ella le había parecido una buena idea y había hecho la reserva. Pero nada más entrar en su habitación supo que, por muy lejos que viajara, nunca podría huir de sus problemas.

-Hola, Paula.

Al oír la voz familiar se le erizó el vello de la nuca. Levantó la vista y se cubrió los ojos con la mano para protegerlos del sol. Pedro estaba delante de ella y no estaba segura de si era real o si era un producto de su imaginación.

-¿Pedro?

 -Paula, tengo que hablar contigo.

-¿Cómo sabías dónde encontrarme?

 -Hablé con tu madre al ver que no respondías a mis llamadas. ¿Te importa si me siento? -señaló la tumbona que estaba junto a la de ella.

 -¿Y si me importa?

 -Es importante.

-Estoy muy ocupada -dijo fríamente y con el corazón acelerado.

-Ya lo veo -dijo él-. Por favor.

¿El Pedro que ella conocía pedía las cosas por favor? No era capaz de recordarlo. Y no podía ignorarlo. Había ido a buscarla a Italia. Respiró hondo y se abrazó a sí misma para tomar fuerzas. Se convenció de que era como saltar al agua helada: la primera sensación era fría, amarga y sorprendente, pero después uno se acostumbraba. No podía retroceder en su vida y borrar el error que había cometido, pero haría todo lo posible por olvidar todo lo que había sucedido entre ambos.

2 comentarios: