-Cinco, cuatro, tres, dos. ¡Uno! -dijo Pedro, y la miró-. Feliz Año Nuevo, princesa.
-Lo mismo digo, Pedro.
Bebieron de la copa justo antes de que él la besara en los labios. Debería haber sido un beso rápido, casto y tradicional pero, en cuanto sus labios se tocaron surgió entre ambos una fuerte conexión sensual. Pedro la miró fijamente, le acarició la mejilla y la besó de nuevo. Paula apoyó la mano sobre su pecho. La suavidad de sus labios era exquisita y su corazón latía con fuerza. Cuando le acarició los labios con la lengua, Paula los separó y él tomó lo que ella le ofrecía, dejándola sin respiración y deseando más. Cuando separó su boca de la de ella y la miró, respiraba con dificultad. A ella la pareció ver anhelo en su mirada. Pedro se bebió de un trago el resto de la copa.
-Hemos cumplido -susurró sin dejar de mirarla-. Salgamos de aquí.
En el coche, de regreso al hotel, Pedro saboreó la anticipación que lo invadía por dentro como si fuera un buen vino. Paula Chaves lo excitaba y la idea lo volvía loco. Su belleza era un don, pero en el trabajo siempre mantenía un aspecto formal. Pero aquella noche, con el vestido blanco sin tirantes que se pegaba a su cuerpo como si fuera una segunda piel, no tenía nada de formal. Una vez dentro de la suite y con la puerta cerrada, se volvió hacia ella:
-¿Por dónde íbamos? -murmuró. La estrechó contra su cuerpo y, al sentir que ella se estremecía, su sangre se convirtió en fuego. Conocía a las mujeres igual de bien que al dinero y sabía que Paula lo deseaba tanto como él a ella-. Ya me acuerdo -dijo antes de besarla.
Ella se estremeció de nuevo. Sus cuerpos estaban pegados y sus senos presionaban contra el torso de Pedro. Sus labios se separaron, indicándole que podía hacerla suya. Él continuó besándola mientras le bajaba la cremallera del vestido.
-¿Pedro?
-Esto me gusta muchísimo más que abrochártela.
-Será mejor que paremos.
Él le mordisqueó el lóbulo de la oreja y la hizo temblar. Su cuerpo le decía todo lo que él deseaba oír.
-Es suficiente, Pedro.
-¿Qué ocurre?
-No podemos hacer esto -apoyó las palmas contra su pecho y trató de separarse. -
Sí podemos.
-Mentiría si te dijera que no me siento atraída por tí-tragó saliva.
-¿Pero?
-No puede ser.
-¿Por qué? Somos adultos. Te deseo. Tú me deseas -con las manos en su cintura,la acarició justo debajo de los senos.
-Quieres otra conquista.
-No es justo, Paula. Dime que me equivoco. Dime que no me has besado también.
Sus ojos azules se ensombrecieron y Paula parecía dispuesta a salir huyendo. Después, contestó con voz quebradiza.
-No puedo. Y lo siento, pero esto ha sido un error.
Pedro negó con la cabeza.
-No parecía un error. Parecía sincero, y me ha gustado mucho.
-Estoy de acuerdo. Pero tenemos una relación muy especial y esto la estropearía.
-¿Por qué?
-No puedo creer que tenga que explicártelo.
-Créetelo.
-Las mujeres somos de otra manera. Al contrario que los hombres, no consideramos el sexo como un deporte competitivo. No nos acostamos con cualquiera sin que se implique el sentimiento.
-¿No te gusto?
-No se trata de eso. Estoy diciendo que cuando te acuestes con la siguiente mujer, y todo el mundo sabe que lo harás...
-¿Cómo lo sabemos?
-Es lo que sueles hacer, Pedro. Tan pronto como una mujer te propone algo más serio, te vas.
Como casi siempre, Paula tenía razón. Pero eso no calmaba el deseo que sentía por ella.
-Podemos pasarlo bien mientras dure.
A Paula le temblaban las manos y se cruzó de brazos, sujetando la parte delantera del vestido contra su pecho.
-¿Y qué sucederá cuando termine? Piénsalo. Podríamos hacernos daño. Y eso supondrá que haya tensión en el trabajo. Me gusta mi trabajo, Pedro. Y sé lo que se siente cuando te tratan como algo desechable. No necesito que me lo muestren otra vez. Esta noche ha sido divertida. Dejémoslo así.
Pedro sentía muchas cosas, pero la diversión no era una de ellas. Sin embargo, la necesidad de dar un puñetazo contra una pared era algo prioritario.
-¿Qué te hace pensar que los hombres vemos el sexo como una competición? ¿Quién te ha hecho sentir desechable?
-En la universidad. Era la primera vez que estaba fuera de casa y me enamoré. Creí que él también me quería y sentí que era el momento de demostrarle lo mucho que me importaba. Decidí dar el paso.
-¿Qué te detuvo?
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