martes, 30 de mayo de 2017

Peligrosa Atracción: Capítulo 18

Pero Pedro nunca le había contado a nadie los detalles de aquellos terribles años y no pensaba contárselos a Paula. No se ganaba nada recordando el pasado. Era demasiado emotivo, demasiado… femenino. ¿Para qué valía hablar del pasado? Lo que importaba era el presente. Y el futuro. Ella le había preguntado por su tía y era de eso de lo que debían hablar.

—El pasado es el pasado —dijo bruscamente— No tiene sentido darle vueltas. Me has preguntado por tu tía y por qué tu padre pensaba que era mala. Quizá era porque se ganaba la vida vendiendo ropa interior. Francamente, algunas de las piezas de Femme Fatale son muy atrevidas. Pero me temo que lo decía porque tu tía era lesbiana.

Paula lo miró con expresión incrédula.

 —¡Lesbiana!

—La mujer que murió con ella en el accidente no era sólo su directora de marketing, sino su novia. Marina le había dejado todo a esa mujer, pero como también murió, su herencia ha pasado a tí.

—¡Es asombroso! No sé qué decir. ¿La gente de la empresa conocía su relación?

—Casi todo el mundo. Marina no disimulaba su orientación sexual. ¿Por qué?¿Tienes algún problema con que fuera lesbiana?

—No. Pero me sorprende. Espero que el personal de Femme Fatale no piense que yo también lo soy.

—Lo dudo —sonrió Pedro—. No conmigo a tu lado.

Paula tragó saliva ante la idea de tener a Harry a su lado todos los días. ¿Cómo iba a soportarlo?

—¿Quieres decir que… van a pensar que somos amantes?

—Probablemente. ¿Te molestaría?

—Si no te molesta a tí… Pero, ¿Qué va a pensar Romina?

—Romina no pensará nada.

Paula estaba atónita.

—¿Deja que te acuestes con otras mujeres?

—Ella no me «deja» hacer nada —contestó él—. Yo hago lo que me parece.

Paula no sabía qué decir o pensar. Arturo le había dicho que Pedro era un mujeriego y tenía razón. Era un playboy de la peor clase; su única redención que, al menos, era sincero. El no tenía que mentirles a las mujeres para llevárselas a la cama. No le hacía falta. Simplemente tomaba lo que quería cuando lo quería. Lo cual debería haberlo hecho menos atractivo a sus ojos. Pero no era así. En absoluto. Si acaso,  lo encontraba aún más fascinante. Ni siquiera podía acusarlo de ser frívolo porque no lo era. Era un hombre complejo, con un pasado misterioso. Usando su intuición femenina, imaginó que no había recibido demasiado amor durante su infancia. Pero eso no lo excusaba de usar a las mujeres para saciar sus deseos carnales sin importarle los sentimientos que ellas pudieran tener.

—Naturalmente, le diré a Romina que no hay nada entre nosotros —añadió Pedro con firmeza.

—¿Y te va a creer?

—Por supuesto. Ya te he dicho que yo no miento a las mujeres. Y ellas lo saben.

—¿Ellas?

Pedro sonrió.

—Ha habido unas cuantas. Lo admito.

—Pero de una en una —le recordó Paula, burlona.

—Pareces escéptica.

 —No. Sólo estoy intentando entenderte.

—No trates de entenderme, Paula—rió él—. Un mes es muy poco tiempo. Sólo haz lo que yo te diga y, con un poco de suerte, saldrás de todo esto con más dinero del que hubieras soñado nunca. Incluso podrás comprar el hotel que dirigías en Broken Hill.

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