martes, 30 de agosto de 2016

El Secreto: Epílogo

Paula observó al muchacho y al hombre que emergían del agua. Los dos sacudieron la cabeza del mismo modo para quitarse el agua. El niño era alto, delgado, con unos ojos azules y penetrantes. Se quitó las aletas y la máscara de buceo.

—¡Es fantástico! —le dijo a Paula—. ¿Por qué no lo intentas? Es un buen profesor.

—Un poco mandón —lo criticó ella.

Paula sabía lo importante que era para Pedro pasar aquellos momentos junto a su hijo y respetaba al máximo su tiempo. No quería estar en medio, sino potenciar que padre e hijo llegaran a conocerse.

—¡Te he oído, señora Alfonso! —con una cálida sonrisa se inclinó sobre ella y la besó.

—Para eso lo he dicho —respondió ella—. Benja, sécate que puedes enfriarte.

—Sí, doctora.

—¿Quién era mandón? —dijo Pedro con sorna.

Ella ya se había puesto sobre el bikini una camisa amplia. Pedro se había secado y se había puesto la toalla a la cintura. Paula lo miró de arriba abajo y sintió el impulso de tocarlo. Se contuvo e, inmediatamente después, se dio cuenta de que tenía todo el derecho del mundo a hacerlo. Agarró la crema solar y la extendió sobre su mano. Lentamente, la extendió sobre su torso. El anillo de oro brillaba sobre su dedo.

—Ronronearía si pudiera.

—Puedes —le dijo él con una gran sonrisa. Paula le lanzó una mirada de advertencia, refiriéndose a que Benja estaba allí.

—Si se van a poner melosos, yo me largo. Me voy a servir un gigantesco helado de piña con sirope de chocolate. ¿Alguien quiere?

—¡No! —dijeron los dos adultos al unísono. Benja desapareció por la puerta.

—A veces creo que este chico tiene trece años para cumplir treinta.

—¡No sé dónde puede meter tantísima comida! Si yo comiera así, me pondría del tamaño de una casa —dijo ella.

—¡Una casa muy sexy! —le aseguró Pedro.

—No me adules —bromeó ella y se tumbó sobre la arena.

Pedro posó la mano sobre su vientre.

—Me resulta difícil imaginar que lo que está ahí dentro vaya a llegar a tener el tamaño de el que se ha metido en la casa.

—A mí incluso me resulta difícil creer que está ahí.

—Lo viste en la ecografía. Ella sonrió.

—Sí. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida.

—¿Crees que tus padres sospechan que por eso nos vamos a casar tan pronto?

—No lo sé. Pero pueden imaginarse todo tipo de cosas de un hombre que se lleva a su hijo a la luna de miel, y más aún si ésta antecede a la boda..

— ¡Esta no es la verdadera luna de miel! —sonrió complacido—. Ya te haré yo saber lo que es una luna de miel.

—¿Es eso una promesa?

Un beso confirmó que lo era.

Habían pasado unos días de tensión con la operación de riñón. Por suerte todo había ido bien. Pero tanto el padre como el hijo estaban aún convalecientes.

Los Tenant habían permitido que Benja se fuera con ellos de vacaciones al Caribe y eso era un signo de que la relación estaba cambiando. Marina parecía sentirse menos amenazada por la presencia de Pedro en la vida de su hijo.

Padre e hijo estaban cada vez más unidos.

—¡Te estás ruborizando! —exclamó Pedro.

—¡Mentira!

—¡Verdad! —comenzó a hacerle cosquillas. Ella no podía parar de reír—. No voy a dejarte hasta que no me digas qué te ha hecho ponerte como un tomate.

—Está bien, está bien, para ya... —casi sin respiración, capituló—. Estaba pensando en lo de anoche.

—¡No sabía que tuvieras una vena tan creativa! No es fácil que me sorprendan, pero tú...

—¡Maldito demonio, Pedro Alfonso! —se puso sobre él.

—¡Calma! Que soy un hombre débil.

—Eres un hombre pecador.

—¿Y te preocupa?

No le preocupaba en absoluto. Era feliz.


FIN

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