Paula lloraba desconsoladamente.
—¡Vamos, vamos! Tranquilízate. Llora si quieres, pero no tienes motivos —le dijo suavemente—. A una persona se la juzga por sus actos, no por sus pensamientos ni por sus miedos. ¡Estaríamos todos en la cárcel si así fuera! Tú reacción fue perfectamente normal. Si el bebé hubiera sobrevivido, lo habrías adorado.
—De algún modo, lo sé —respondió Paula. Restregó la cara contra la suave tela de su camisa. Por mucho que supiera que aquello era irracional, no podía dejar de sentir lo que sentía—. Me lo he dicho a mí misma cientos de veces. Sé que en el fondo deseaba ese bebé. Pero... ¡Dios mío, te he empapado la camisa!
Levantó la cabeza y trató de limpiar la mancha que había formado sobre la camisa.
—Realmente quería ese bebé, Pepe.
—Habrá muchos otros bebés —con ternura le acarició el pelo.
La comprendía, no la condenaba. ¿Por qué siempre tendía a pensar lo peor de él?
—¡No! —de pronto, se apartó de él con vehemencia. ¡Estaba actuando como una estúpida! Sólo porque un hombre era cariñoso y sensible con ella, no significaba que la amara. Sólo la quería porque podría ser la madre de su hijo. Todo su ser se reveló contra la idea.
Pedro se alejó de ella.
—¿Qué demonios pasa ahora?
—No voy a casarme contígo.
—Dijiste que me querías.
—¿Y me lo tienes que restregar por la cara? —se secó con furia las lágrimas.
—Pauli, no puedes decirme que no me quieres lo suficiente para casarte conmigo. Lo dejaste todo y te metiste en un avión para venir hasta aquí. ¡Ni siquiera sabías qué recibimiento te iba a dar! ¿Es lo del matrimonio lo que te asusta? ¿Preferirías que viviéramos juntos una temporada?
¿Qué le ocurría? ¿Estaba siendo deliberadamente obtuso?
—¿Qué vas a hacer, Pepe? —le preguntó con amargura—. ¿Cancelarás la ceremonia si no estoy embarazada?
—¿Qué tiene que ver el embarazo o no embarazo con todo esto? —su gesto de incomprensión era genuino.
—¡Todo!
Pedro se quedó anonadado. No entendía absolutamente nada.
—¡Explícate!
—¡Está claro! Es perfectamente comprensible que no quieras que se repita la misma situación que con Benja —dijo en un tono de voz que hacía parecer su discurso completamente razonable—. Pero no tienes que preocuparte. Jamás trataré de impedirte que veas a tu hijo. Si te paras un momento a considerar lo que está ocurriendo calmadamente, te darás cuenta de que no es una buena base para el matrimonio...
—¡Calmadamente! —la interrumpió él, completamente desconcertado—. De verdad que siento ganas de estrangularte.
Pedro se aproximó a ella a grandes zancadas.
—¿Está bien, señora? —preguntó una voz desconocida.
—¿La está molestando este tipo?
Paula recordó todas las charlas que sus amigos y parientes le habían dado antes de ir a los Estados Unidos. Según su versión de la vida allí, podría ser asesinada a plena luz del día sin que ningún viandante se inmutara. Aquella acción desmintió el falso mito.
Los dos caballeros que habían acudido en su ayuda no llevaban armadura, sino vaqueros y gorras de béisbol.
—Está perfectamente —dijo Pedro.
—¿Quién te ha preguntado a tí? —lo desafió uno de los muchachos.
—¡Estoy bien! —intercedió Paula—. No se preocupen.
Los chicos parecieron aliviados por la respuesta de la dama en peligro. Pero, a pesar de todo, no parecían del todo convencidos.
—Podemos llamar a la policía —insistió uno de ellos.
—No hace falta, de verdad.
Se alejaron, pero sin dejar de mirar desconfiadamente.
—Ese tipo se parecía a Pedro Alfonso—dijo uno de ellos.
—¡No, Pedro Alfonso es muy bajito en la vida real! Lo leí en una revista —dijo el otro—. Además, va con guardaespaldas a todas partes.
—Y probablemente también con su peluquero... —los dos soltaron una sonora carcajada y desaparecieron.
Paula se sintió reconfortada por la intervención de los dos jóvenes.
—Este tipo de cosas me hacen recobrar la fe en la naturaleza humana.
—¡Sí, claro!
—No hace falta que te pongas sarcástico, Pepe.
—Tampoco hace falta que cambies de tema.
—No hay más que hablar.
—Eso será lo que tú piensas.
—Escucha, ha sido un día muy estresante para tí—le dijo Paula suavemente—. No estás en el mejor momento para tomar decisiones tan importantes. Te ha afectado mucho emocionalmente lo de Benja y...
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