¿Has visto la noticia que viene en el periódico hoy? —Alejandra Chaves dobló el periódico y volvió a llenar la taza de té de su marido. Como la mayoría de los granjeros, Miguel Chaves llevaba en pie muchas horas. Estaba sentado a la mesa con su ropa de trabajo mientras su esposa y su hija estaban todavía en camisón.
—Después de lo que escribieron sobre Delfina pensaba que ya no te tomabas tan en serio lo que ponían ahí.
— ¡Pobre Delfi! —dijo la señora Chaves.
—De pobre Delfi nada —protestó Miguel Chaves, todavía resentido por la tormentosa, aunque fingida, historia de amor, que había saltado a los papeles unos meses atrás.
—Nosotros sabemos la verdad —respondió Alejandra—. Tú lo conoces, ¿verdad, Pau?
—¿A quién? —preguntó ella adormilada.
—¿A qué hora acabaste el turno ayer? —la interrogó su padre.
—A las once y media.
—¡Pero eso es inhumano! Te fuiste antes de que yo me levantara.
—Tuve dos horas de descanso después de comer.
—¡Dos horas! ¿Y qué demonios haces de pie tan pronto? Tienes un aspecto lamentable.
—¡Gracias por darme ánimos! —respondió Paula secamente. Aunque vivir con sus padres tenía ciertas ventajas, también tenía muchos inconvenientes, sobre todo después de haber disfrutado de muchos años de libertad.
—Me refería a Pedro Alfonso—aclaró su madre—. Está en primera plana.
Alejandra le pasó el periódico. Paula miró con horror la foto que aparecía. Así que había ocurrido. Se sintió mal, muy mal. No podía ni leer los titulares.
—¡Menuda tragedia! Ese pobre niño. No creen que pueda salvarse.
—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —Paula volvió la cara hacia su madre, incapaz de encontrar en aquella letra impresa la aclaración al comentarios.
—¿Qué te pasa, Pau? —la madre miraba anonadada a su hija, que buscaba desesperada la página en que hablaban de lo ocurrido.
—Eso da igual. ¿Qué dice la noticia? ¿A qué tragedia se refiere? —la urgencia no le permitía encontrar lo que buscaba.
—No le hables así a tu madre.
La madre ignoró el comentario de Miguel Chaves.
—Su hijo ha tenido un accidente de coche.
—¿Benja? ¿El niño?
—Sí. Pedro Alfonso corrió a verlo al hospital. Aunque no sé por qué lo dicen como si fuera un acto heroico. Eso es lo que los padres hacen cuando a sus hijos les sucede cualquier cosa.
—Tengo que vestirme —dijo Paula, ensimismada—. ¿Qué hora es?
—¿Qué pasa? ¿Qué haces? —preguntó Miguel antes de que su hija saliera de la habitación.
—Me voy con Pedro —respondió ella, como si la respuesta fuera más que obvia.
La puerta de la cocina se cerró.
—A veces pienso que la vida habría sido mucho más sencilla si hubiéramos tenido varones —dijo Miguel Chaves—. Me siento viejo.
—¿Doctora Chaves?
Alguien le estrechó la mano. ¡Gracias a Adam lo había conseguido!
—Soy Francisco Bohman —Paula lo saludó con entusiasmo. El doctor era un hombre alto y grande—. Este procedimiento es realmente poco ortodoxo. ¿Es usted médico?
—Sí, lo soy —le aseguró.
Todavía no podía creerse que estuviera allí. Y todo gracias a Andrés. No sólo no había puesto ninguna objeción cuando le había dicho que no iría a trabajar, sino que había puesto en marcha todo el mecanismo para que le permitieran acceder al hospital en Nueva York.
—¿Se da cuenta de las medidas de seguridad que habrá? —le preguntó Francisco Bohman mientras la conducía a través del aparcamiento—. Puedo conseguir que entre, doctora Chaves, pero después será cosa suya.
Paula asintió. No se había dado cuenta del problema de la prensa hasta que Andrés no se lo había señalado. Cuando él le había comunicado que conocía al administrador del hospital en el que estaba el hijo de Pedro, no pudo creer en su suerte.
—Pero, ¿qué harás si él te rechaza? —le había preguntado Andrés.
—No lo sé.
Andrés no había respondido. Tal vez no había encontrado ninguna objeción a su empeño. Tal vez, había preferido callársela.
Al llegar al hospital entendió el porqué del estricto control de entrada. Estaba rodeado por fans, reporteros y fotógrafos.
—No se puede imaginar hasta qué punto la gente es inoportuna —observó Francisco—. Hace un rato, Pedro Alfonso estaba sentado al pie de la cama de su hijo moribundo y alguien se ha acercado a pedirle un autógrafo. Después, un periodista se le ha acercado y casi sale por la ventana.
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