jueves, 18 de agosto de 2016

El Secreto: Capítulo 21

Delfina  abrió la puerta y, por fin, desaparecieron en su interior. Hubo un silencio dentro de la casa. Delfina miraba primero a uno y luego a otro. De pronto, no pudo más y soltó una gran carcajada.

—¡Dios santo, Pedro! —continuó riéndose—. Lucas siempre dice que no conoce a nadie que se enfrente mejor a la prensa que tú. ¡ Acabas de eclipsar a Daniela!

Una hora después, todos los reporteros habían desaparecido.

Paula entró en la cocina, recién duchada, con un albornoz blanco. Se sentó a la mesa con ellos.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó su hermana.

Paula asintió.

Parecía que a Delfina y a Pedro no les hubiera afectado el incidente. Sin embargo, ella estaba temblorosa. Agarró la taza de café. Por lo menos, ya tenía el pulso firme.

—¿Quieres un poco?

Paula miró con sorpresa a su hermana, que se estaba sirviendo un poco de whisky. De modo que la sangre fría no era del todo cierta. Eso la hacía sentir un poco mejor. Después de todo, el resto de los mortales también eran vulnerables como ella.

—Terminas acostumbrándote —dijo Pedro. Paula no estaba segura de si el comentario iba dirigido a ella o a su hermana.

—No sé si quiero —le dijo.

—Es fatal dejar que te influyan hasta el punto de perder el control.

¿Y él le estaba diciendo eso?

Lo miró a los ojos. Sí, era consciente de lo que había hecho.

—Aquel tipo se lo merecía. Se estaba aprovechando...

Realmente sólo le había tocado el brazo, pero Paula no lo corrigió. La idea de que la hubiera defendido de aquel modo le gustaba. ¿Sería posible que los sentimientos de Pedro fueran realmente profundos? Pero no le había dicho que lo fueran, no le había dicho que la quisiera. Muy al contrario, la premisa bajo la cual había comenzado su relación había sido que cualquiera de los dos podría acabarla, que no había ataduras. Pero ella no quería acabarla. «Entonces, ¿por qué has hecho eso por mí? ¿Me amas?» Por un momento, pensó que había dicho aquellas palabras en alto.

Pedro la miró y ella se ruborizó. Rápidamente, se dirigió a su hermana.

—¿Nos vas a explicar de qué va todo esto? —le preguntó con más brusquedad de la que habría querido—. ¿Qué hay entre Lucas y tú, Pepi? Él no estaba aquí cuando lo necesitabas.

Delfina miró a su hermana, luego a Pedro.

—He prometido no decírselo a nadie, pero supongo que...

—Supónlo, porque no te vas a levantar de esa mesa sin haberlo aclarado todo — replicó Paula.

—Me da la impresión de que Pedro ya lo ha adivinado.

—Más o menos.

—¡Pues es un afortunado, yo estoy perpleja!

Delfina apoyó los brazos en la esa.

—Lucas quiere dejar a Daniela... pero no por mí. Lucas está enamorado de otra persona... de Ivana. ¿La conoces?

Paula asintió.

Nada podía sorprenderla ya. Ivana era una mujer de unos treinta y tantos, con el pelo castaño y una bonita sonrisa. Era totalmente diferente a Daniela.

—Llevan viéndose un año —continuó Delfina—. Lucas y Daniela llevan años viviendo sus vidas por separado.

A pesar de todo, Lucas sabía cómo iba a reaccionar Daniela. A él le daba igual, pero Ivana  tiene un hijastro.

—¿Es eso un problema? —preguntó Paula sarcásticamente. ¿Por qué, sencillamente, no contaba la historía.

—Está metido en política, Pauli—intervino Pedro. Delfina lo miró sorprendida—. Está a punto de obtener un puesto relevante. Pero tiene cierta oposición. Cualquier escándalo podría arruinar su carrera.

—De modo que tú lo que hacías era desviar la atención de la prensa. Los dos lo sabían. ¡Es fantástico comprobar que la gente confía en tí!

—No, yo no sabía con certeza nada. Pero cuando tú me dijiste que Delfina aseguraba no tener una relación con Lucas, me puse a investigar. Además, llegó un momento en que, al menos para mí, resultaba excesivo el despliegue que él hacía para que todo el mundo pensara que tenía un lío con Delfina. Pero lo que de verdad pasaba no lo he sabido hasta ahora mismo.

—Cómo si yo tuviera intenciones de gritarlo a los cuatro vientos! —dijo Paula muy indignada—. Podrías haber confiado en mí. Estaba realmente preocupada por tí. Desde mi punto de vista, Lucas te ha utilizado.

—Un poco de cotilleo no daña a nadie —dijo Delfina con una medio sonrisa—. Además, dentro de unas semanas la verdad saldrá a la luz y ya no importará lo sucedido. Llamaré a papá y a mamá para advertirles.

—Comprenderán lo sucedido —respondió Paula.

—Ese es el problema, siempre lo entienden todo. Eso me hace sentir como si fuera una rata. ¿Por qué no tendremos unos padres de esos que te hacen la vida imposible? Es una tortura intentar estar a la altura de un amor incondicional. Bueno, me voy dormir. Hasta mañana.

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