—No sería adecuado.
—Bueno, considéralo un préstamo —replicó él, impaciente.
Estaba claro que él tenía cosas mucho más importantes de las que preocuparse.
—De acuerdo.
Paula consiguió que Pedro tomara algo de desayunar antes de salir hacia el hospital.
Marina no se sorprendió al verlos aparecer juntos.
En la sala de espera, fueron atendidos por el médico. La lista de heridas que fue describiendo y el estado del enfermo indicaban que había superado la crisis y que la vida del chico ya no estaba en peligro. No había habido daño irreversible en el cerebro, pero....
—¿Qué es lo que quiere decir todo eso exactamente? —dijo Pedro bruscamente, cansado de términos médicos.
—El daño causado en los riñones es permanente.
El médico la miró.
—¿Es usted médico?
Paula asintió.
Pedro se puso tenso, aunque contuvo la emoción.
—¿Es cierto lo que ella dice?
—Me temo que sí.
Marina no pudo más y se puso a llorar desconsoladamente.
—¡Mi niño! —comenzó a repetir con desesperación. Su marido la abrazó.
—¿Qué consecuencias tiene eso?
—Tendrá que hacerse diálisis el resto de su vida.
—¿Y un trasplante?
—Esa es una opción. Pero no siempre es fácil encontrar el donante adecuado. A veces un familiar cercano puede ser la persona adecuada.
—¡Yo estoy embarazada! —dijo Marina con desesperación.
—Tranquila —la consoló su marido.
Pedro miró a uno y otro, sorprendido por la buena nueva.
—Enhorabuena. Eso significa que yo soy su única esperanza.
Paula se sintió morir. Aquel era el hombre al que había acusado de ser un irresponsable.
—No hay garantías de que sus riñones sean compatibles, señor Alfonso.
—Haga lo que tenga que hacer.
—Podemos empezar con una sesión de concienciación y algunas pruebas.
—No necesito concienciarme de nada. Haga lo que tenga que hacer —le repitió.
—No podremos operar hasta que el niño no esté completamente repuesto de las heridas.
— ¡Oh, Pepe! ¿Podrás perdonamos por todo? —dijo Marina.
Paula se sintió como un intrusa. Aquélla era una conversación privada que ella no tenía derecho a escuchar.
—No teníamos ningún derecho a pedirte que no vieras a Benja. Fue un acto egoísta. Pero no ha sido justo ni para tí ni para él.
—Sólo hacían lo que consideraban justo para Benja.
—No, no —Marina estaba confusa.
—He sido un padre ausente.
—Lo único que hiciste fue ir a buscar dinero. Tuviste que dejar tus estudios y nos mantuviste para que yo pudiera acabar los míos. ¿Cómo podré pagarte todo aquello?
—No tiene ningún sentido remover el pasado Marina. Lo único que importa ahora es Benja.
Una enfermera apareció.
—Ya pueden entrar a verlo.
—¡Mi cara! ¿Se nota que he llorado? No quiero que se dé cuenta —preguntó Marina.
—Estás bien, cariño, no te preocupes —Mauricio se volvió hacia Pedro—. ¿Por qué no
entras con nosotros?
Acababa de tender un puente.
—No. Es a ustedes a quien quiere tener a su lado ahora.
Aquella afirmación había sido dolorosa. Paula le apretó la mano para darle su apoyo. ¡Cómo habría deseado abrazarlo, reconfortarlo! Pero, aunque hubieran pasado la noche juntos, no significaba nada. No tenía la confianza necesaria para darle su amor.
—Cuéntame cosas sobre los trasplantes, Pauli.
—Lo primero que tienen que saber es si son o no son compatibles. Cuanto mayor sea la compatibilidad, mayor será la probabilidad de que el trasplante sea un éxito. Además, tienen que averiguar si tus dos riñones están sanos. Siempre hay riesgos en una intervención quirúrgica.
—¿Es entonces posible que se presente un rechazo?
—Sí. Pero yo no soy una experta en el tema y no conozco las estadísticas. Eso sí, tienes que saber lo que implica quedarse con un solo riñón. Es siempre un riesgo, pues puede fallar o puede verse dañado en un accidente, como le ha ocurrido a Benja.
—Sólo se necesita uno para vivir.
—Sí, pero...
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