Para Pedro estaba muy claro: Paula tenía serios problemas para asimilar el lío que se había organizado desde la escena de los reporteros. No podía obviar el hecho de que su falta de control era lo que había lanzado a Paula al centro del circo en el que él vivía. Pero la mujer que compartiera su vida tendría que ser capaz de aceptar eso. Por mucho que quisiera poder mantenerla al margen, le resultaría imposible. Lo que le preocupaba era si toda aquella inevitable intromisión de los medios podría acabar a lo largo de los años por afectar a la relación. «Dios santo, ¿por qué pienso ahora en eso? Necesito dejar de analizar y empezar a sentir. ¡Empieza a sentir, Pedro Alfonso! »
—La siguiente escena... —Pedro se volvió hacia Augusto Gibson, que estaba a su lado.
—¡Maravillosa habilidad la tuya!
—¿Cómo?
—Pensar y estar enamorado al mismo tiempo es algo que muy pocos elegidos se pueden permitir. Los miembros del equipo pensaban que hoy tendrían vacaciones...
—Quiero terminar esta película con una edad lo suficientemente razonable como para poder disfrutar de la vida.
—Sólo necesito una palabra para esa escena.
—¡Ya te he dado varias!
Paula había pasado una de las horas más duras de su vida laboral mientras trataban de poner en pie una escena de urgencias, en la que Javier tenía que hacer una traqueotomía. Él había hecho varios comentarios cortantes cuando no había recibido la respuesta que quería en el momento que quería. Además de aquello, el ensayo de aquel día parecía particularmente atractivo, pues prácticamente todo el equipo parecía estar allí. Había muchas conversaciones que cesaban en el momento en que ella se acercaba. Eran el centro de todas las miradas.
Al final de aquellos sesenta minutos Paula ya había empezado a dudar de sus palabras de amor. Alguien que la trataba así no podía amarla. Su frialdad era innecesaria, aunque, desde luego, nadie podría decir que mostrara favoritismo alguno por ella.
—Tenemos que hablar, en privado.
—Sí, supongo que sí.
—A las siete y media en la caravana —dijo él y, sin esperar respuesta alguna, se marchó.
Paula todavía no se había recobrado cuando se topó con Candela Gilmour, la maquilladora.
—¡Perdona! —dijo—. No te había visto. ¿Sabes dónde está tu hermana?
Candela tenía una de esas voces de niña desvalida que parecen gustar tanto a los hombres. Pero a Paula no le daba ninguna confianza, pues sus ojos guardaban un rencor infinito.
—Te estaba buscando la última vez que la ví.
—¡Qué fastidio! Sé exactamente por lo que estás pasando.
Paula la miró sorprendida.
—¿Perdón?
—Yo he estado en la misma situación que tú, con Pedro.
La expresión de Paula no invitaba a su contertulia a seguir la conversación, pero, a pesar de todo, insistió.
—Sé que no es asunto mío.
Estaba claro que Candela no se había topado con ella accidentalmente. Celos: esa era la palabra clave.
Candela sonrió compasivamente y le dió unas palmaditas en el brazo.
—Vas a necesitar a todos tus amigos. Parece cálido y amable. Pero la realidad es que no tiene corazón. Utiliza a la gente, especialmente a las mujeres.
Durante unos instantes Paula se sintió atrapada por el miedo. ¿Había estado ciega por segunda vez en su vida? Pero esa sensación sólo duró unos segundos.
—Gracias por la información, pero si necesitara saber algo más sobre Pedro se lo preguntaría a él.
Ya tenía bastante con sus propias dudas y problemas, como para tener que ocuparse de los celos de una tercera persona.
La ciega confianza que de que Paula hacía alarde le encendió el rostro a Candela.
—¿Y piensas que te lo diría? Te crees que lo sabes todo sobre él, ¿verdad? Entonces te habrá contado lo de su hijo —una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara—. No me sorprende que no lo sepas; nadie lo sabe. Por supuesto, no se casó con la madre. No le gustaría que la gente lo supiera. Estropearía su imagen.
—No te creo —dijo rápidamente Paula.
—Ve a preguntárselo.
—Deja de moverte innecesariamente —le dijo Pedro a un actor—. Estamos todos cansados y hambrientos. ¡Vamos! ¡Acción!
Paula ignoró las advertencias de que estaban rodando. Irrumpió el plató como una fiera.
—¡Quiero hablar contigo!
—¡Corten!
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