—Generalmente sí. Me gusta la sensación de libertad que produce navegar. Tú única responsabilidad es mantenerte vivo. Los elementos tienen la capacidad de darte otra perspectiva sobre la vida, sobre lo que importa y lo que no.
—¿Qué pasa con el Pedro Alfonso, estrella internacional, que aparece en las revistas: grandes coches, muchas chicas...?
—Espero que el público tenga una mentalidad más abierta que la tuya... si no, no van a aceptar mi cambio de papel.
—No quería decir eso... —dijo ella con seriedad—. Lo que ocurre es que resulta difícil casar la imagen que los medios de comunicación dan de tí con el Pedro Alfonso que yo conozco. Muchas veces me levanto en mitad de la noche y me pregunto qué es lo que Pedro Alfonso ve en mí. Pero te aseguro que me gusta el Pedro que está conmigo. Me gusta muchísimo.
Hubo un silencio. Paula se mordió los labios. ¡Si por lo menos hubiera podido ver su cara! Pero el sol le daba en los ojos. Su relación había sido cálida y amorosa. Se reían mucho y hacían el amor más. Pero Paula era consciente de que aquella relación sólo podía pertenecer al presente y tenía que aceptarlo así.
—A veces tengo dudas... pareces tan distante en ocasiones... —dijo Pedro.
Él la tomó en sus brazos y la sentó en su regazo. Paula le rodeó el cuello con los brazos. Quizás, después de todo, sí tuvieran posibilidades de un futuro juntos.
—Ya me conoces, no soy muy efusiva —respondió ella, haciendo alusión a lo que había dicho el primer día que se conocieron.
—¿Cómo iba a olvidarlo?
Elle apartó un mechón de pelo de la cara.
—Apenas te conozco —añadió él—. Pero lo que voy conociendo me gusta mucho.
No eran halagos, era verdad. Sus palabras se dibujaban en la expresión de su rostro.
—A mí también...
—Te he echado mucho de menos esta semana, desde venirme a vivir al Juana — dijo él.
Paula sonrió satisfecha.
—Yo no —respondió ella.
Delfina no había hecho ningún comentario al ver que Pedro se quedaba mucho más tiempo del preciso.
—Mentirosa —se acercó lentamente y la besó suavemente—. Mariano parece entusiasmado contigo.
—¿Mariano?
—Muy majo, escritor, atractivo, si le quitas el bigote que está intentando dejarse. Ese hombre no te quita el ojo de encima. ¿Sabes de quién te hablo?
—Por supuesto que sé de quién me hablas.
—Me preguntó si creo que tiene alguna posibilidad.
—¿Qué? —le gustaba Mariano, pero no de ese modo.
—¿Quieres que te lo deletree? Le gustas.
—¿Qué respondiste? ¿Le contaste...? —comenzó a decir ella, alarmada. Esperaba no haber estado lanzando señales falsas.
Un espasmo de rabia le retorció el gesto a Pedro. No sabía por qué le molestaba tanto que ella no quisiera hacer pública su relación, puesto que él era el primero que se cuidaba muy mucho de no hacerlo.
En los momentos oscuros, Paula pensaba que no lo hacía porque no era el tipo de mujer con el que quería que lo vieran. Luego, recapacitaba y apartaba aquella estúpida idea.
—¿Qué crees que dije? «No tienes ninguna oportunidad porque la dama duerme en mi cama. Al menos, lo haría si la hubiera convencido».
—Fuiste tú el que consideraba que las cosas iban demasiado deprisa entre nosotros —respondió ella, furiosa porque Pedro parecía estar convirtiendo aquello en un contencioso entre ellos.
—Yo no he dicho que no me gustara que fuera así —apuntó él en tono pedante.
Ella se inquietó y se levantó.
—¿Qué le dijiste al pobre Mariano?
—«Pobre» es un adjetivo que los hombres odian. Cuando lo utiliza una mujer quiere decir: «no tienes ninguna oportunidad conmigo».
—Volveré a sentarme encima de tí si no me contestas.
—Promesas, promesas, promesas... ¡De acuerdo! —dijo él—. Fui amable y delicado.
—¡Sería la primera vez en tu vida!
—Pero no le dí esperanzas.
Algo en su expresión le dijo que había más de lo que contaba.
—¿Te pusiste celoso?
Pedro se encogió de hombros, pero no negó. Paula no pudo evitar sentirse satisfecha.
—A un hombre no le gusta oír a otro hablando de las piernas de la mujer a la que ama. Le dejé muy claro que tenías una seria relación con alguien.
—¿Dijiste seria? Te mereces una condecoración —pregunto ella.
—Lo dije —le confirmó él—. Y lo que merezco no es una condecoración.
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