Paula no se atrevió a levantar la mirada al sentir que su hermana se sentaba en la cama. Delfina levantó una pierna larga, bronceada.
—¿Qué tal el viaje?
Paula sabía de sobra que lo que realmente interesaba a su hermana no era el viaje, sino cómo se las había arreglado para acabar sentada en el regazo de Pedro.
—No tengo ni idea de cómo ocurrió —respondió ella bruscamente, con una mirada desafiante que se desvaneció al ver su propia imagen reflejada en el espejo.
—¿Te refieres al viaje o a...
—Me refiero a... —confirmó Paula, antes de que su hermana entrar en detalles.
—Bueno, si has decidido volverte pasional y espontánea, ¿con quien mejor que con Pedro? Es un hombre absolutamente delicioso.
—¡No era lo que parecía! No me dedico a seducir a guapos como ése. Está claro que la gente como él sólo existe en las telenovelas.
—Pues a mí me parece muy real... y creo que a tí también.
Paula se llevó las manos a la cara.
—¡No! —rogó ella—. ¡No puedo creer que yo...! ¡Es espantoso!
—Cielos, se supone que yo soy la reina trágica de la familia. ¡No me digas que le huele el aliento, porque tengo algunas escenas íntimas con él!
—Me sorprende que no hayas estado practicando —dijo ella y se mordió la lengua inmediatamente después. ¿Qué demonios le sucedía? ¿Por qué se dedicaba a agredir a todo mundo? Su hermana soltó una carcajada—. Me alegro de que te parezca tan divertido.
—Vaya, y yo que pensé que te iba a dar una sorpresa cuando te dijera que Pedro Alfonso se quedaría unos días con nosotras.
—Te aseguro que me he sorprendido! Pepi, me he comportado como una completa idiota.
—¡No es para tanto! No ha pasado de unos pocos besos furtivos —dijo su hermana, quitándole importancia a lo ocurrido—. Está bien guiarse por los principios, pero todos somos susceptibles de cometer algún error.
Ante el comentario de su hermana, Paula olvidó lo sucedido con Pedro y recordó el comentario que éste había hecho sobre su hermana.
—¿Estás hablando por experiencia personal?
—Así que Pedro y tú han hablado de unas cuantas cosas antes de que le arrancaras la ropa.
Paula apartó de su cabeza la imagen del cuerpo escultural de Pedro. No estaba dispuesta a dejar que Delfina se desviara del tema.
—No veo ningún motivo para desnudar a un hombre que es perfectamente capaz de hacerlo por sí mismo.
—Yo podría darte unas cuantas —se ofreció generosamente su hermana.
—Creo que Pedro no quería que el cotilleo me pillara por sorpresa —dijo Paula.
—Pedro no cotillea. Él sólo reproduce lo que la gente dice. Por desgracia es una excepción en este mundo. Lo que ocurre es que está preocupado. Pero te diré que no tengo ningún lío con Lucas.
Paula miró a su hermana y respiró aliviada.
—Me alegro. Sé cómo...
—Eso ocurrió hace mucho tiempo —la interrumpió Delfina—. No tengo ningún tipo de relación sentimental con Lucas.
—No obstante, quizás no es demasiado prudente pasar la tarde con un hombre y ser objeto de especulaciones.
—Me importa bien poco la basura que tenga la gente en la cabeza.
A Paula no le pareció una postura excesivamente práctica. Pero era su hermana la que debía decidir sobre su propia vida.
—Quién sabe. Quizás también piensen que tienes un lío con Pedro. Al fin y al cabo, está viviendo aquí.
—Sólo se va a quedar un par de días. Vive en un yate, pero lo ha tenido que llevar a un dique seco para que lo repasen. No hay plazas hoteleras, pues están tomadas por todo el equipo del rodaje. Además, es un excelente cocinero, mucho mejor que yo.
—Bueno, eso no es mucho decir. Si no recuerdo mal, cualquiera que comiera tu pastel de carne acababa con indigestión.
—Acabaré casándome con un chef —dijo Delfina—. Uno alto y guapo. Las dos hermanas se rieron.
—¿Te gusta tu habitación? Esta casa es todo un hallazgo, ¿verdad?
—La verdad es que sí.
—¿Crees que será un problema para tí que Pedro esté aquí? —preguntó Delfina—. Puedo decirle que se vaya a otro sitio.
—¡No seas tonta! —lo último que quería era que un trivial accidente alterara la vida de su hermana. Pedro era un hombre atractivo y la había besado... más bien ella lo había besado a él. Pero nada de aquello tendría ninguna repercusión posterior—. No ha sido nada más que un error sin consecuencias.
—Si tú lo dices.
—¡Por supuesto! —respondió Paula con firmeza.
Resultó que Delfina no había exagerado ni un ápice los talentos culinarios de Pedro Alfonso.
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