sábado, 13 de agosto de 2016

El Secreto: Capítulo 13

—El hombre del tiempo me ha prometido que mañana habrá bajas presiones y que el viento no será lo suficientemente fuerte como para poner en peligro el helicóptero. Pero el cielo estará plomizo y tormentoso. El cielo debería estar negro como el caldero del diablo. Quiero que todo el mundo sienta la angustia de ver a Delfina en la roca. El peligro está en todas partes.

Augusto lo miraba con verdadero interés. Pero Pedro no era capaz de apreciarlo. Su pensamiento estaba, en realidad, muy lejos de allí.

—Está perdida.

—Sí, esa es la idea —Pedro no podía evitar el creciente malestar que le provocaba la insistente de imagen de Paula en su pensamiento.

Por mucho que se había empeñado durante todo el día en mantener las distancias, tenía que aceptar que no le había servido para nada. Se recompuso y trató de prestar atención a lo que Augusto le decía. Después de todo, los elementos eran mucho más predecibles que sus emociones.


El jacuzzi situado en el porche acristalado era suficientemente grande como para haber acogido a todo un equipo de fútbol. Paula había abierto las cristaleras y observaba desde el agua el increíble paisaje que se abría ante ella. Cerró los ojos y trató de borrar todas las imágenes que danzaban en su cabeza mientras el chorro de agua masajeaba su columna. Necesitaba quitarse a Pedro Alfonso de la cabeza. Pero era imposible. El agua caliente le golpeaba con fuerza las zonas que le habían devorado los mosquitos. Sacó un pierna del agua y se miró la zona enrojecida.

—Hay crema antihistamínica en el baño.

Paula se sobresaltó.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le preguntó—. ¿Cómo te atreves a espiarme de ese modo?

Pedro  estaba cómodamente sentado en una silla de lona.

—No quería perturbarte —le dijo. Pero sus ojos eran de por sí demasiado turbadores.

Paula se sentía muy extraña. Tenía una sensación peculiar, se sentía temblorosa. No tendría más remedio que acabar admitiendo que aquel hombre la perturbaba.

—¿Nadie te dijo que debías usar repelente de insectos?

—Pensé que no llegarían a determinadas zonas.

—Son unos animalitos muy persistentes. Si tienes algún problema en alcanzar algunas partes... Bueno, quizás no, quizás no sea buena idea que te ayude yo, ¿verdad?

Paula se deleitaba con el sonido de su voz profunda. Todo su cuerpo se alteró. La habitación se cargó de electricidad. De pronto, se imaginó aquel cuerpo varonil entrando lentamente en el agua, junto a ella. Se sobrecogió.

—No, no creo que eso fuera tampoco una buena idea —su tono duro, áspero, cortó el aire de la habitación. Paula abrió los ojos de repente y soltó un pequeño grito. Acababa de morderse la punta de la lengua y un ligero sabor a sangre invadió su boca. ¿Cómo podía saber lo que estaba pensando?

—Yo estaba pensando exactamente lo mismo —dijo él como si tratara de explicarle algo. ¿O era un modo de humillarla?

—No sé, no entiendo cómo puedes mantener una conversación cuando yo no he mediado palabra.

—El lenguaje del cuerpo puede ser francamente elocuente —se levantó—. ¿Quieres beber algo? Cerveza, vino...

—Una cerveza, si puede ser— respondió ella, francamente perturbada.

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