-Espero que algún días encuentres ese dechado de virtudes que te haga su mujer. Aunque dudo que te vaya a hacer sentir esto...
La tomó en sus brazos y la besó. Ella no podía negarse, lo que aquel hombre provocaba en su cuerpo era más intenso que nada en el mundo.
—¡Déjame!
—Ni hablar. Si te dejo ahora, seguramente jamás podré olvidarme de tí —la acarició suavemente, mientras la observaba con una mirada aterradora.
—No seas estúpido, Pedro... Si crees que vas a poder asustarme —su risa carecía de autenticidad.
—Quiero hacerte el amor con los ojos abiertos.
Siempre le hacía el amor con los ojos abiertos. Parecía gustarle ver su rostro lleno de deseo.
—No me refiero a abiertos literalmente, sino con la consciencia de saber quién eres. Eres el tipo de persona que siempre enarbola la bandera de los principios, la responsabilidad. Eres tan falsa, que me pones enfermo. Llegué a pensar que eras la medicina que mi alma necesitaba, Bueno, estamos haciendo una catarsis de todo esto...
Ella se revolvió.
—¿Estamos? Tú eres el único que habla aquí...
—Ya veo.
—Por supuesto, eres la víctima de mi comportamiento irracional —dijo ella con rabia infinita—. Desde tu punto de vista es un pecado que alguien decida no acostarse contigo. Y, sobre todo, es un pecado que tenga un motivo. No me gustan los hombres que huyen de las mujeres porque no pueden asumir su responsabilidad. ¿Te has planteado alguna vez el miedo que debió de sentir ella? Ni siquiera se podía permitir el lujo de huir. ¿Juzgo? Sí, lo hago. Seguramente porque alguien tuvo que sufrir las consecuencias de tus actos sin que tú estuvieras allí.
—Me había equivocado —dijo él—. Nunca encontrarás ningún humano que pueda vivir bajo tus sólidos principios. Jamás se te habría ocurrido algo tan simple como preguntarme lo que había ocurrido. No. Simplemente sacas conclusiones sobre las bases que tú imaginas.
—No soy yo la que hizo algo mal.
—¡Qué pena! Porque quizás eso te hiciera más comprensiva.
¡Si él hubiera sabido de su dolor!
—No te hagas el inocente conmigo, Pedro.
—No era mi intención, Pauli. Tengo demasiada decencia, a pesar de lo que tú crees. Siempre he intentado hacer lo correcto y comportarme adecuadamente con los que tengo cerca. Pero no intento ser completamente perfecto, ni exijo que los que me rodean lo sean. Me limito a querer a los que me interesan, incluso a conocer a la gente que al principio considero inadecuada. También es cierto que a veces la primera impresión es cierta, como en tu caso.
—Prefiero ser lo que soy a terminar como una estúpida víctima de Pedro Alfonso. No te preocupes, Pedro, siempre habrá alguna joven actríz dispuesta a creerse tus mentiras.
—Quédate así —es un bonito final de escena.
Pedro se dió la vuelta. Paula no se sentía capaz de decir nada. Por fin, la puerta del estudio se cerró.
—Adiós, Pedro —sus palabras resonaron en el vacío. Con desesperación, subió las escaleras que conducían a su dormitorio.
Abrió la maleta vacía y, a toda prisa, fue metiendo sus cosas. Ya había tenido bastante de actores y actrices. Era lógico que les pagaran bien. Algo tenía que compensarlos por el tedio de una vida sin sentido. Pero, sobre todo, ya había aguantado bastante de Pedro Alfonso. Se detuvo un segundo y, sin poder controlarlo, se lanzó sobre la cama a llorar desesperadamente.
Muy buenos capítulos! que carácter los 2!
ResponderEliminar