martes, 16 de agosto de 2016

El Secreto: Capítulo 20

Pedro insistió en que ambos se pusieran el chaleco salvavidas. Un buen hábito cuando uno navegaba solo.

De vuelta a casa de Delfina, Paula se quedó dormida en el coche. Se despertó cuando ya estaban en el camino de tierra que conducía hasta la casa. Una exclamación de rabia la trajo de vuelta al mundo. Miró por la ventanilla y pudo adivinar qué era lo que estaba provocando en Pedro semejante estado anímico. La casa estaba rodeada de cientos de coches y gente, mucha gente. Algunos llevaban cámaras de fotografía, otros equipos mucho más complejos.

—¡Quédate aquí! —le dijo Pedro después de estacionar detrás de una limusina roja—. ¡Daniela! Debería habérmelo imaginado.

Paula no se planteó ni durante un segundo el seguir sus órdenes. No le interesaban, pues no las había dicho su gentil amante, sino su impositivo director. Nadie le prestó atención a ella. Pedro Alfonso era el centro de todas las miradas.

—Pedro Alfonso, ¿sabías lo que estaba sucediendo entre Lucas y Chaves? ¿Cuánto tiempo llevan?

—Pedro, ¿has estado encubriendo a los amantes? ¿Tienes alguna relación con Chaves?

¿Es cierto que tanto Lucas como tú han estado viviendo con Chaves?

—¿Es cierto que Lucas ha puesto el dinero para tu película bajo la condición de que actuara Chaves?

Pedro pasaba entre la multitud ignorando los gritos que había alrededor. Apartaba los micrófonos que le pegaban a la cara con habilidad. Paula iba detrás de él para que la multitud no le cortara el paso.

Por primera vez, Paula fue testigo directo de la verdadera capacidad de interpretación de su hermana. Delfina estaba en pie, a la puerta de su casa, con una expresión completamente calmada en el rostro. No llevaba maquillaje e iba vestida con una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros. Su imagen contrastaba con la de la mujer que tenía enfrente: demasiado maquillaje, traje ajustado y curvas provocativa; una mata de pelo rojo abundante, ligeramente rizada y perfectamente peinada, le enmarcaba el rostro. Paula se preguntó qué preferirían los hombres: la apariencia natural o el glamour de la sirena.

—¡Pedro! —el grito alertó a todos los asistentes—. ¡No me puedo creer que seas parte de esta conspiración!

Pedro miró a la mujer con cierta sorna.

—¡Hola, Daniela! —dijo secamente—. Ya veo que has venido sola.

Paula, aprisionada entre la multitud no podía apreciar claramente las palabras, pero estaba claro que Pedro y aquella mujer se conocían.

Daniela hizo un gesto malvado, aunque matizado con mucha soma, un sentido del humor que no se apreciaba en sus palabras cuando hablaba.

—¡Quiero que el mundo entero sepa que es una miserable que roba maridos! — dijo, refiriéndose a Delfina.

Paula  sintió rabia, mucha rabia. ¿Cómo podía su hermana permanecer completamente impasible? Habría esperado que le hubiera dado una bofetada a la cantante. En lugar de eso, mantenía una sonrisa impasible en los labios.

—Me parece que ya se hacen una idea —dijo Pedro, con un brillo furioso en los ojos—. ¿Cuándo sale tu próximo disco, Daniela? Creo que ya has tenido suficiente publicidad gratis por el momento.

Daniela se rió echando la cabeza para atrás.

—Querido Pedro, no te preocupes, casi he terminado. Lo único que quiero es ser yo la que abandone a un hombre —volvió los ojos hacia Delfina—. Casi siento pena por tí, saco de huesos. No hace falta talento para ser una fulana. En pocos años, serás historia y yo seguiré teniendo mi voz. No esperes que Lucas siga a tu lado para secarte las lágrimas, porque no tienes lo que es necesario para seguir manteniendo su interés.


El silencio era tenso.

—Tú tampoco —respondió sencillamente Delfina.

Paula sintió ganas de aplaudir a su hermana, que acababa de darse la vuelta y de entrar en la casa.

Daniela continuó con un discurso plagado de insultos y desatinos, antes de ponerse en camino, seguida por dos guardaespaldas.

Paula se encontró, de pronto, de frente a frente con ella. Y no lo pudo evitar.

—¿Cómo se atreve a hablar así de mi hermana?

—Pauli, déjalo —le dijo Pedro, que ya estaba junto a ella. Pero ella estaba demasiado furiosa como para escuchar ninguna advertencia.

—Mi hermana tiene más integridad en un solo dedo de la que usted pueda tener en toda su vida.

La soberbia mujer la miró de arriba abajo con un desprecio burlón.

Paula se ruborizó.

—¿Es esta una de tus chicas, Pedro?

Paula se enfureció.

—¡Ya está bien, Daniela! —la interrumpió Pedro—. Vamos, Pauli, el espectáculo ha terminado.

Los flashes de las cámaras comenzaron a dispararse de nuevo.

—¿Es usted la hermana de Chaves? ¿Cuál es su relación con Pedro?

Paula levantó la mano para protegerse los ojos de las luces que la cegaban mientras Pedro la guiaba de vuelta a la casa. De pronto, se dió cuenta de que no había hecho sino empeorar las cosas.

—¿Dónde vives, Paula?

—¿Vives aquí, con Chaves y con Pedro? ¡Qué íntimo! —los reporteros los aplastaban.

La escena estaba empezando a convertirse en una pesadilla.

—¿Estaba Paula incluida en el trato con Lucas? —preguntó uno de los reporteros mientras miraba a Paula con una sonrisa insinuante—. Tengo que decir que no me extraña.

Pedro no pudo controlarse más y le dió un puñetazo al periodista.  Se dió media vuelta y juntos se dirigieron hacia la casa.


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